Hormiga (género Atta) retira fragmentos del jardín de hongos, utilizado para la alimentación de la colonia. El comportamiento de limpieza de los insectos funciona como un sistema inmune social (foto: Quimi Vidaurre Montoya/IB-Unesp)
Análisis de 309 linajes recolectados en ocho países señalan que el género Escovopsis surgió hace 56,9 millones de años, pero solo pasó a relacionarse con las hormigas mutualistas actuales hace 38 millones de años, lo que cuestiona la teoría de que todos habrían surgido al mismo tiempo
Análisis de 309 linajes recolectados en ocho países señalan que el género Escovopsis surgió hace 56,9 millones de años, pero solo pasó a relacionarse con las hormigas mutualistas actuales hace 38 millones de años, lo que cuestiona la teoría de que todos habrían surgido al mismo tiempo
Hormiga (género Atta) retira fragmentos del jardín de hongos, utilizado para la alimentación de la colonia. El comportamiento de limpieza de los insectos funciona como un sistema inmune social (foto: Quimi Vidaurre Montoya/IB-Unesp)
Por André Julião | Agência FAPESP – Un género de hongos, hasta entonces considerado un parásito de hongos asociados a hormigas, puede, en realidad, tener funciones ecológicas mucho más complejas. Una evidencia de ello es que surgieron 18 millones de años antes de las propias hormigas con las que se asocian hoy, según indica un estudio publicado en la revista Communications Biology y apoyado por la FAPESP.
Los resultados son fruto del análisis de 309 linajes del género Escovopsis, recolectados en ocho países de las Américas. Al observar fragmentos de los genomas, las características morfológicas, la distribución geográfica y la filogenia de las especies, algo así como el parentesco evolutivo entre ellas, los investigadores lograron determinar que la relación con las hormigas cortadoras se estableció hace 38 millones de años, mientras que Escovopsis habría surgido hace 56,9 millones de años.
“Nuestra hipótesis principal es que hayan surgido asociados a grupos ancestrales de las hormigas cultivadoras de hongos y luego hayan pasado a convivir con las actuales hormigas cortadoras hace 38 millones de años. Otra posibilidad es que hayan vivido en otro contexto durante esos 18 millones de años iniciales, fuera de la asociación con las hormigas, como colonizadores de hojas o degradando materia orgánica, por ejemplo”, explica Quimi Vidaurre Montoya, primer autor del estudio, realizado como parte de su posdoctorado con beca de la FAPESP en el Instituto de Biociencias de la Universidad Estatal Paulista (IB-Unesp), en Rio Claro, Brasil.
Las hormigas cortadoras (subtribu Attina) cultivan hongos para alimentarse de ellos. La relación de mutualismo habría surgido hace 66 millones de años, según un estudio reciente del grupo publicado en 2024 en la revista Science (lea más en: agencia.fapesp.br/52937).
“Nuestro trabajo actual trata sobre Escovopsis, un género de hongos que no es el cultivado por las hormigas, pero que está presente en las colonias de algunas especies de hormigas cultivadoras y puede matar a algunos de sus cultivos. Por este motivo, es retratado como un ‘parásito’, cuando en realidad solo se conoce una, de 24 especies, que puede causar infección en el hongo cultivado por las hormigas”, aclara Montoya.
El estudio forma parte de un proyecto apoyado por la FAPESP en el marco del Programa FAPESP de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sustentable de la Biodiversidad (BIOTA), coordinado por André Rodrigues, profesor del IB-Unesp e investigador del Centro de Investigación en Biodiversidad y Cambios Climáticos (CBioClima), uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (CEPIDs) apoyados por la FAPESP.
Adaptaciones
Los autores señalan que, a lo largo del tiempo evolutivo, los Escovopsis pasaron por adaptaciones morfológicas y fisiológicas, aparentemente para aumentar su eficiencia reproductiva y adaptarse a la vida dentro de los hormigueros. Estos cambios se produjeron sobre todo en las vesículas que producen los conidios, estructuras responsables de la reproducción asexual.
“Las vesículas pasan de un formato globoso, en las especies más próximas al ancestro común, a cilíndrico, en las más recientes. Estos cambios pueden haber sido respuestas a barreras impuestas por las hormigas o por sus hongos simbiontes”, relata Montoya.

Fotografías de microscopía, con aumento de 40 veces, muestran conidióforo con las vesículas cilíndricas de la especie Escovopsis weberi, más eficientes en la reproducción asexual (izq.), y vesículas globosas de Escovopsis papillata (der.), especie más próxima al ancestro común del género y menos eficiente en ese tipo de reproducción (imágenes: Quimi Vidaurre Montoya/IB-Unesp)
Datos fisiológicos indican que la tasa de crecimiento, el número de vesículas, la producción y la viabilidad de los conidios aumentaron gradualmente a medida que el género se diversificaba. Las especies con vesículas cilíndricas pueden crecer más rápido que aquellas con estructuras en formato de globo, mientras que las vesículas más finas y alargadas de las especies más recientes exhiben una producción y viabilidad considerablemente mayores de conidios que las de los grupos más antiguos y con vesículas globosas.
“Aparentemente, existe una coevolución entre hormigas, hongos simbiontes y Escovopsis. No sabemos si evolucionaron para convertirse en parásitos o si son oportunistas, que se alimentan de detritos y pueden consumir lo que queda cuando el sistema en su conjunto entra en colapso. Pero si fuera un huésped virulento especializado, como parte de la literatura asume, destruiría el sistema independientemente de si estuviera en equilibrio o no”, opina Montoya.
Hongos poco conocidos
El estudio es un desdoblamiento de un trabajo más amplio realizado hasta hoy sobre el género Escovopsis, que comenzó aún durante el doctorado de Montoya con beca de la FAPESP bajo la orientación de Rodrigues, con pasantía en la Universidad Emory, en Estados Unidos.
En aquella ocasión, el entonces doctorando analizó las dos mayores colecciones existentes de estos hongos: la del IB-Unesp, recolectada y mantenida por el grupo de Rodrigues, y la de Emory, mantenida por la profesora Nicole Marie Gerardo, su supervisora en el exterior.
Uno de los primeros resultados de ese esfuerzo fue la descripción de dos nuevos géneros, hasta entonces clasificados como Escovopsis. Otros dos descubiertos en ese trabajo aún están en proceso de descripción. Montoya y Rodrigues lideraron además la descripción de 13 nuevas especies de Escovopsis, con otras diez en proceso de descripción.

Colonia de Escovopsis sp. con producción de micelio aéreo y conidios, cultivada en placa de Petri durante siete días (foto: Quimi Vidaurre Montoya/IB-Unesp)
“Estos hongos aún son poco conocidos desde los puntos de vista fisiológico y ecológico. Por eso, es prematuro tratar a todos como parásitos. Nuestros estudios indican que pueden tener otras funciones y que pueden vivir en relativa armonía en las colonias”, cree Montoya.
Según el investigador, solo la especie Escovopsis weberi provoca comprobablemente infecciones en los hongos cultivados por las hormigas. Experimentos de su grupo y de otros muestran que, en presencia de estos insectos, diversos linajes no mataron a los hongos.
Los experimentos in vitro que sirven de base para la alegación de parasitismo, por su parte, desconsideran que los hongos afectados cuentan con las hormigas como protección. Por ello, no tendría sentido evaluar el efecto de Escovopsis sobre el hongo mutualista sin la presencia de las hormigas y de sus comportamientos de higiene, que actúan como un sistema inmune social (lea más en: agencia.fapesp.br/54215).
“Algunos hongos más virulentos son retirados inmediatamente por las hormigas cuando se inoculan en la colonia. En los experimentos con Escovopsis, sin embargo, ellas no le dan tanta importancia”, dice el investigador.
El artículo Digging into the evolutionary history of the fungus-growing-ant symbiont, Escovopsis (Hypocreaceae) puede leerse en: www.nature.com/articles/s42003-025-08654-z.
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