En un artículo publicado en la revista Sport, Education and Society, investigadores de la Universidad de Campinas revelan el “lado b” de la fama de esta metodología. El trabajo hace referencia a una tesis doctoral cuya base fueron entrevistas con muchachas que participaron en la selección femenina de Brasil durante el período 2001-2005 (imagen: Eduardo Rocha/Pixabay)

El método de entrenamiento represivo de las gimnastas olímpicas puede causarles daños a las atletas
02-02-2023
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En un artículo publicado en la revista Sport, Education and Society, investigadores de la Universidad de Campinas revelan el “lado b” de la fama de esta metodología. El trabajo hace referencia a una tesis doctoral cuya base fueron entrevistas con muchachas que participaron en la selección femenina de Brasil durante el período 2001-2005

El método de entrenamiento represivo de las gimnastas olímpicas puede causarles daños a las atletas

En un artículo publicado en la revista Sport, Education and Society, investigadores de la Universidad de Campinas revelan el “lado b” de la fama de esta metodología. El trabajo hace referencia a una tesis doctoral cuya base fueron entrevistas con muchachas que participaron en la selección femenina de Brasil durante el período 2001-2005

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En un artículo publicado en la revista Sport, Education and Society, investigadores de la Universidad de Campinas revelan el “lado b” de la fama de esta metodología. El trabajo hace referencia a una tesis doctoral cuya base fueron entrevistas con muchachas que participaron en la selección femenina de Brasil durante el período 2001-2005 (imagen: Eduardo Rocha/Pixabay)

 

Por José Tadeu Arantes  |  Agência FAPESP – Durante las últimas décadas, la gimnasia artística femenina se ha convertido en una especie de fresa del pastel de las Olimpíadas. Las presentaciones de las gimnastas llenan los estadios y encantan a miles de millones de telespectadores de todo el mundo. Así y todo, por detrás de esas exhibiciones de belleza, gracia y habilidad puede existir un “lado b” que poca gente conoce. El entrenamiento comprende una serie de sacrificios que los reflectores de los medios de comunicación no captan. Y en la búsqueda constante de la perfección técnica rumbo al éxito esperado, existe el riesgo de que surjan métodos coercitivos y represivos.

“Realizamos una investigación cualitativa con ocho gimnastas de nivel olímpico retiradas que frecuentaron durante el período comprendido entre 2001 y 2005 un centro de entrenamiento de alto rendimiento deportivo y operaba en régimen de internado. Y constatamos problemas de overtraining o sobreentrenamiento y relaciones autoritarias de poder, con impactos a largo plazo”, dice el investigador Vítor Ricci Costa, de la Facultad de Educación Física de la Universidad de Campinas (FEF-Unicamp), en el estado de São Paulo, Brasil.

Ricci Costa es el autor principal del artículo intitulado Living within and outside a disciplinary bubble: a Foucauldian analysis of Brazilian gymnasts’ experiences in boarding school, publicado en el periódico científico Sport, Education and Society, que da a conocer e interpreta los testimonios de cinco de las ocho atletas entrevistadas.

Debido al régimen de internado, las muchachas, casi siempre muy jóvenes, permanecían durante largos períodos sin contacto con sus familiares y amigos. Sus pesos pasaban por un control obsesivo, con tres pesajes diarios. Y para que siguiesen tan livianas como sus entrenadores juzgaban que era necesario, se las sometía a dietas alimentarias extremadamente restrictivas, con aportes de tan solo 800 calorías diarias. Y eso al margen de entrenarse diariamente durante entre cuatro y seis horas. Los errores que eventualmente cometían en la ejecución de los ejercicios motivaban nuevas y agotadoras repeticiones de las mismas series, lo que Ricci Costa interpreta como una especie de castigo.

En señal de respeto a la privacidad de las entrevistadas, el investigador no revela sus nombres y las presenta con seudónimos en el artículo. Pero afirma que todas fueron gimnastas de primer nivel, bastante reconocidas por sus performances. “Del grupo de las cinco entrevistadas mencionadas en el artículo, dos fueron gimnastas olímpicas. Las otras tres representaron a la selección brasileña de gimnasia en campeonatos internacionales: mundiales, copas del mundo, panamericanos y sudamericanos. Cuando las entrevisté, ya se ubicaban en la franja de los 30 a los 40 años y algunas aún afrontaban dificultades de adaptación social tras el final de sus carreras deportivas”, informa el investigador.

Esas gimnastas habían empezado a entrenarse con entre 5 y 7 años, y a los 20 ya se habían retirado. Y salieron entonces en busca de otros caminos en sus vidas sin estar preparadas para ello.

Ricci Costa informa que, en la actualidad, la edad promedio de finalización de la carrera es un poco mayor. La extraordinaria Rebeca Andrade, campeona olímpica y mundial, sigue en actividad a los 23 años. Y conquistó dos medallas en el Campeonato Mundial de Gimnasia Artística de 2022, realizado en Liverpool, en el Reino Unido: una de oro en la categoría individual general y una de bronce en el suelo. También abandonó el régimen de internado hace más de diez años. Pero la concepción que prevalece en la preparación de las atletas aún es sumamente parecida a la que el investigador detectó en su estudio.

“Pese a los resultados significativos en términos mundiales, debemos prestarles atención a los métodos utilizados para producir el éxito en esta modalidad. La cultura hegemónica glorifica el pensamiento de que el éxito solamente puede alcanzarse con largas horas de práctica, especialización precoz, sacrificios tales como los de entrenar y competir con dolores y lesiones y la presencia de entrenadores autoritarios, capaces de controlar a las gimnastas y a todo su entorno, incluso fuera del gimnasio. Esa corriente de pensamiento posee potencial como para crear una burbuja disciplinaria que puede normalizar situaciones peligrosas como el acoso y el abuso”, advierte Ricci Costa.

El investigador exploró el concepto de “burbuja disciplinaria” en su estudio doctoral, realizado con el apoyo de la FAPESP. En dicho trabajo, culminado en 2022, el científico se basó fuertemente en el pensamiento del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) para investigar la relación entre gimnastas, entrenadores, padres y todo el entorno de esa tríada. Obras seminales del pensamiento foucaultiano, tales como La arqueología del saber, Historia de la sexualidad y Vigiar y castigar, son los destacados en la vasta bibliografía que utilizó.

“La relación afectiva entre las atletas y sus entrenadores es esencial para superar los desafíos de esta modalidad. Por otra parte, detectamos desequilibrios que contribuyen para erigir un patrón autocrático en dicha relación. De este modo, las atletas suelen ser dependientes del entrenador y se les enseña a obrar sin cuestionar, y así se convierten en cuerpos dóciles, productivos y sumisos”, escribe Ricci Costa en el resumen de su investigación.

Para “volar” en acrobacias espectaculares, es conveniente que esos cuerpos sean muy pequeños y delgados. De allí las absurdas dietas de 800 calorías diarias que se constatan en el estudio, que afortunadamente se han superado en el actual contexto.

El testimonio de una de las entrevistadas, identificada en el artículo con el seudónimo de Verônica, suministra una idea de cuán lejos podía llegar esa preocupación obsesiva con el peso: “Los sábados, cuando nadie nos observaba, comíamos golosinas. Después rehusábamos comer cualquier otra cosa desde el sábado a la tarde hasta el lunes. De todos modos, los domingos corríamos con bolsas plásticas enrolladas en el cuerpo, tomábamos laxantes y no tomábamos agua. Aprendimos a hacer locuras. Pasé dos años sin tomar agua. Chupaba hielo nomás. Todos decían que tenía algún problema de peso”.

Los trastornos alimentarios, tales como la bulimia y la anorexia, aparecen en la literatura internacional sobre la capacitación de gimnastas. Un dato que Ricci Costa recabó en su estudio fue la existencia de cálculos renales, que tanto pueden haber estado asociados a la escasa ingestión de agua como al uso abusivo de suplementos de calcio para ayudar a recuperarse de fracturas por estrés ocasionadas por el entrenamiento intensivo, sin el debido tiempo de recuperación.

Otra atleta, apodada Alice, comenta que, a los 15 años, por recomendación del equipo multidisciplinario que se encargaba de brindarle apoyo en los entrenamientos, llegaba a tomar cinco antiinflamatorios por día. “Me acuerdo de un campeonato, una Copa del Mundo, en la cual competí con tres dedos quebrados. No lograba caminar, pero competí. Dos meses después, el médico me dijo: ‘¿Vamos a hacer una radiografía?’ Y así lo hice. Y él me dijo: ‘Está calcificándose mal’. Todas estábamos muy, pero muy lastimadas.”

Una infraestructura de alto nivel

Estos testimonios pueden transmitir la impresión de que el centro de entrenamiento era un lugar precario. Pero no era esa la imagen. Tal como sostiene Ricci Costa en su artículo, dicho centro contaba con una infraestructura de alto nivel y un equipo multidisciplinario de entrenadores, nutricionistas, fisioterapeutas, profesores y médicos. Su misión consistía en desarrollar gimnastas de nivel olímpico. El problema, según el investigador, era la concepción en la que se basaba todo eso.

Y esto es lo que queda muy claro en esta otra frase bastante amarga de Alice: “Salió en televisión que la selección brasileña contaba con un centro maravilloso, con un equipo multidisciplinario. Fenómeno. Nosotras contábamos entonces con médico, nutricionista, fisioterapeuta y profesores. Pero ellos solamente respondían a los mandos de gerentes y entrenadores. Realmente no les importábamos. Por ejemplo, no teníamos clases: los profesores iban al centro a contar chistes para intentar entusiasmarnos. Y salí de ese centro más burra que cuando ingresé. Los gerentes decían en público, en televisión, que nos brindaban todas las condiciones. Creo que muchas gimnastas les creyeron. El personal del centro les enseñó a creer en ese cuento de hadas”.

Según Ricci Costa, el sistema estructurado les inculcaba a las muchachas la idea de que la disciplina las preparaba para la vida real. Y tal como lo demostró Foucault en otros contextos, la tendencia indica que la persona que es reprimida termina introyectando la represión, termina sometiéndose a diversas formas de autocontrol. Esa combinación de represión en los entrenamientos y el éxito en las exhibiciones públicas confinó a las chicas en una especie de realidad paralela. “Cuando se retiraron y salieron de esa burbuja, muchas de ellas afrontaron grandes problemas para reinsertarse en la sociedad, recuperar los años perdidos en términos de escolarización y reencontrar su lugar en el mundo”, comenta el investigador. 

El carácter disciplinante de la educación física es de larga data en Brasil. Se trata de una especie de marca de nacimiento, ligada al hecho de que, durante mucho tiempo, los profesores y los entrenadores provenían en buena medida del ambiente militar. En la época de la dictadura militar (1964-1985), el régimen destinó recursos a entrenamientos y competencias. Con todo, de acuerdo con Ricci Costa, esa tendencia se intensificó en el período estudiado, cuando, con el objetivo de catapultar a las gimnastas brasileñas al nivel de excelencia internacional, se creó un centro de entrenamiento con régimen de internado, en donde todo pasó a controlarse minuciosamente.

“El objetivo que tenían consistía en producir gimnastas olímpicas cueste lo que cueste. No importaba si las chicas estaban contentas con sus entrenadores y ni con su club. Debían mudarse desde otro estado brasileño al centro pues, si querían entrenar para formar parte del equipo nacional, debían vivir allí”, afirmó la gimnasta apodada Iris.

Segú Ricci Costa, el mundo de la gimnasia olímpica femenina se vio profundamente sacudido en el trienio 2016-2017-2018, cuando Lawrence Nassar, médico osteópata del equipo nacional de gimnasia de Estados Unidos, fue acusado de abusar sexualmente de más de 150 gimnastas, que testimoniaron contra él, incluida la superestrella Simone Biles, con sus 25 medallas en campeonatos mundiales y cuatro oros en los Juegos Olímpicos.

Nassar fue condenado a prisión perpetua y ese escándalo hizo renunciar al consejo completo de 18 miembros de la Federación de Gimnasia de Estados Unidos. “El caso Nassar llamó la atención al respecto de lo que sucede o puede suceder en un gimnasio. Con base en ello, los entes reguladores, como la Federación Internacional de Gimnasia, los comités olímpicos nacionales y las federaciones pusieron su foco en las políticas de prevención y enfrentamiento de los abusos. Así y todo, no se invirtió con miras a brindarles instrumentos a los entrenadores, mediante cursos y reciclados. Esto hace que la concepción disciplinaria siga viva”, subraya Ricci Costa.

El investigador hace hincapié en que el problema no reside en el deporte, ni tampoco los entrenadores aisladamente, sino en el modelo: “Debemos entender los límites que existen entre la disciplina y la coerción, el maltrato y el castigo. La disciplina es importante, pero aún existe esa confusión. Nuestro estudio demostró también que las estructuras de aislamiento, que separan a las gimnastas de sus familias y del ambiente escolar, son sumamente perjudiciales. En Brasil, afortunadamente, se dejó de lado eso hace más de diez años”.

El investigador recomienda que se diseñen sistemas de protección de las gimnastas, comunidades que actúen para asegurar la salud y el bienestar en los ambientes de práctica. “El deporte comprende sacrificios y abdicaciones. El alto rendimiento deportivo es para pocos. Por eso no proponemos que los entrenamientos sean menos exigentes, sino que esperamos que exista una cultura de respeto y seguridad en los ambientes que preparan a esas pocas personas para brillar en el deporte. Las gimnastas empiezan casi siempre desde muy chiquitas, cuando no reúnen las condiciones como para ser totalmente dueñas del proceso. Pero sus capacidades, sus intereses y sus limitaciones deben tratarse de manera respetuosa”, culmina.

Myrian Nunomura, profesora titular de la Escuela de Educación Física y Deporte de Ribeirão Preto, de la Universidad de São Paulo (EEFERP-USP), directora de la investigación doctoral de Ricci Costa, complementa: “Los testimonios de las gimnastas deberían llevar a la reflexión particularmente a los entrenadores, a los padres y a atletas que anhelan alcanzar el alto rendimiento deportivo. En ciertas ocasiones, el sueño olímpico se convierte en una pesadilla, y las personas inmersas en ella no logran despertar. Por eso proponemos velar conjuntamente en esos contextos”.

Puede accederse a la lectura del artículo intitulado Living within and outside a disciplinary bubble: a Foucauldian analysis of Brazilian gymnasts’ experiences in boarding school en el siguiente enlace: doi.org/10.1080/13573322.2022.2142544

 

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