La fatiga, la falta de aire y otras consecuencias que en ocasiones perduran durante meses tras la infección provocada por el SARS-CoV-2 podrían tanto favorecer el sedentarismo como ser más comunes a causa de este, según sostienen investigadores de la Universidad de São Paulo (Brasil) en un artículo publicado en la revista Scientific Reports (foto: Freepik)

Un estudio asocia los síntomas duraderos del COVID-19 con la inactividad física
09-03-2023
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La fatiga, la falta de aire y otras consecuencias que en ocasiones perduran durante meses tras la infección provocada por el SARS-CoV-2 podrían tanto favorecer el sedentarismo como ser más comunes a causa de este, según sostienen investigadores de la Universidad de São Paulo (Brasil) en un artículo publicado en la revista Scientific Reports

Un estudio asocia los síntomas duraderos del COVID-19 con la inactividad física

La fatiga, la falta de aire y otras consecuencias que en ocasiones perduran durante meses tras la infección provocada por el SARS-CoV-2 podrían tanto favorecer el sedentarismo como ser más comunes a causa de este, según sostienen investigadores de la Universidad de São Paulo (Brasil) en un artículo publicado en la revista Scientific Reports

09-03-2023
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La fatiga, la falta de aire y otras consecuencias que en ocasiones perduran durante meses tras la infección provocada por el SARS-CoV-2 podrían tanto favorecer el sedentarismo como ser más comunes a causa de este, según sostienen investigadores de la Universidad de São Paulo (Brasil) en un artículo publicado en la revista Scientific Reports (foto: Freepik)

 

Por Theo Ruprecht  |  Agência FAPESP – El nexo entre los síntomas del COVID-19 y la inactividad física se ha vuelto cada vez más evidente. En un estudio publicado recientemente en la revista Scientific Reports, investigadores de la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, señalan que entre los pacientes con al menos un síntoma persistente de la infección provocada por el coronavirus existe un riesgo un 57 % mayor de que sean sedentarios. Y el referido porcentaje se eleva al 138 % entre aquellos que reportan cinco o más “secuelas posagudas del mal causado por el SARS-CoV-2”, tal como lo consignan los investigadores.

“Pese a tratarse de un estudio transversal, los resultados de esta investigación ponen de relieve la importancia de debatir y estimular la actividad física también durante la pandemia”, afirma Hamilton Roschel, uno de los coordinadores del Grupo de Investigación en Fisiología Aplicada y Nutrición de la USP.

Este trabajo, que contó con el apoyo de la FAPESP, es uno de los primeros en los cuales se evalúa el efecto de la actividad física en el contexto del COVID largo, un cuadro comúnmente caracterizado por la persistencia de los síntomas durante al menos dos meses, y que no pueden explicarse debido a otros problemas amén de la infección provocada por el coronavirus.

Un informe elaborado en el año 2020 ya daba cuenta de que el 76 % de los pacientes internados a causa del coronavirus reportaba al menos un síntoma persistente seis meses después del alta.

Un estudio transversal

Los datos analizados se recabaron en el marco del COVID-19 Study Group, que reúne a pacientes internados en el Hospital de Clínicas, el complejo hospitalario administrado por la Facultad de Medicina de la USP. Un total de 614 personas con edad promedio de 56 años estuvieron incluidas en la investigación, todas con diagnóstico confirmado mediante test de laboratorio.

De seis a 11 meses después de las hospitalizaciones (que se concretaron entre octubre de 2020 y abril de 2021), esas personas fueron examinadas y contestaron diversos cuestionarios, que abarcaban la práctica de actividades físicas, el estilo de vida y la posible existencia de diez síntomas ligados al COVID-19: desde la falta de aire hasta los problemas de memoria.

La inactividad se definió de acuerdo con el criterio de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es decir: menos de 150 minutos de actividad física por semana. “En nuestro caso, esto comprendía desplazamientos, prácticas deportivas y tareas hogareñas”, añade Roschel. Los investigadores cruzaron entonces los datos referentes a los síntomas del COVID-19 con los de la inactividad física para arribar a los resultados.

Más síntomas, más sedentarismo

Entre los pacientes estudiados, el 60 % eran inactivos físicamente, un índice mayor que el 47 % registrado en el Estudio de Vigilancia de Factores de Riesgo y Protección para Enfermedades Crónicas mediante Encuesta Telefónica (Vigitel), realizado por el Ministerio de Salud de Brasil en el año 2020, para personas de una franja etaria análoga.

Los pacientes también exhibían una alta tasa de comorbilidades: un 37 % de fumadores, un 58 % de hipertensos, un 35 % diagnosticados con diabetes y un 17 % eran obesos.

“Estos constituyen factores de riesgo para el agravamiento del COVID-19. Como todas las personas analizadas fueron hospitalizadas, era natural que estos síntomas apareciesen de manera frecuente”, argumenta Roschel. Para hacerse una idea, el 55 % requirió cuidados en UTI [Unidad de Terapia Intensiva] y un 37 % ventilación mecánica.

Aun mediante la concreción de ajustes para evitar que estos y algunos otros factores interfirieran en los resultados, la existencia de al menos un síntoma persistente apareció asociada a un riesgo un 57 % mayor de sedentarismo, tal como se mencionó anteriormente. “Y cuantos más síntomas, mayor es el porcentaje de inactividad física”, complementa Roschel. La existencia de cinco o más síntomas llegó a elevar el riesgo de inactividad física un 138 %.

El investigador pone a su vez de relieve que ciertas consecuencias posagudas del COVID-19 aparecieron especialmente supeditadas a la falta de movimiento. En los modelos estadísticos ajustados, las que más llamaron la atención fueron la falta de aire (un riesgo un 132 % mayor de que la persona fuese inactiva) y la fatiga (un 101 %).

“Tiene sentido imaginar que personas con esos cuadros sientan una mayor dificultad para mantener una rutina activa”, dice Roschel. “Pero también es plausible imaginar que los participantes inactivos estén más sujetos a esos síntomas prolongados tras la infección. Nuestro estudio no permite inferir la causalidad de ello”, pondera.

Asociaciones e hipótesis

En el artículo, los autores escriben que la inactividad física “puede considerarse por sí sola como un síntoma persistente entre los sobrevivientes del COVID-19”. Esta hipótesis encuentra eco en otros trabajos. Una investigación neerlandesa –también citada en el estudio brasileño referido– con 239 pacientes reveló la existencia una disminución significativa del tiempo dedicado a las caminatas seis meses después del comienzo de los primeros síntomas.

Roschel conjetura también, con base en otros estudios, que el sedentarismo teóricamente podría elevar el riesgo de padecer COVID largo. Por cierto, en una investigación de 2021 que lleva su firma se arriba a la conclusión de que las personas con mejor salud muscular (y con base en ello se puede especular que serían menos sedentarias) internadas a causa del SARS-CoV-2 tienden a permanecer durante menos tiempo hospitalizadas (lea más en: agencia.fapesp.br/35798/). 

Adicionalmente, en el marco de un estudio posterior, los mismos investigadores observaron que quienes perdieron más masa muscular durante el período de hospitalización también fueron los que generaron mayores costos de salud y que exhibieron más síntomas persistentes seis meses después del alta médica (lea más en: agencia.fapesp.br/40559/). 

En tanto, en una investigación realizada en Estados Unidos, se analizó el historial previo de actividad física de 48.440 individuos infectados posteriormente con el coronavirus. El resultado indicó que los que eran activos presentaban consistentemente menores riesgos de internación, entrada en UTI y muerte.

“Nuestro trabajo aporta información al establecer específicamente un nexo entre la inactividad física con los síntomas persistentes del COVID-19. Estudios futuros deberán investigar esa asociación y entender los motivos que subyacen a ella”, sostiene Roschel. Cabe destacar que esta conexión puede concretarse en ambos sentidos. Es decir, el sedentarismo favorecería la aparición del COVID largo tanto como esta dolencia incitaría a la inactividad.

“Desde el punto de vista práctico, queda clara la necesidad de valorar la actividad física durante la pandemia”, reitera Roschel. Existen situaciones en las cuales los pacientes que ya se infectaron deben tomar ciertas precauciones adicionales con los ejercicios: un médico es capaz de analizar cada caso. Pero debe estimularse la actividad física como una medida de salud pública, de acuerdo con Roschel. El sedentarismo es responsable del 9 % de las muertes por todas las causas en el mundo.

El estudio intitulado Post-acute sequelae of SARS-CoV-2 associates with physical inactivity in a cohort of COVID-19 survivors se encuentra disponible en el siguiente enlace: https://www.nature.com/articles/s41598-022-26888-3.

 

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