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El objetivo es entender las estrategias para adaptarse a la crisis sanitaria y económica de estos grupos de etarios de bajos ingresos en el Reino Unido, en Sudáfrica y en Brasil
El objetivo es entender las estrategias para adaptarse a la crisis sanitaria y económica de estos grupos de etarios de bajos ingresos en el Reino Unido, en Sudáfrica y en Brasil
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Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Un equipo internacional de científicos está investigando los impactos duraderos de la pandemia en la vida de niños y jóvenes de entre 10 y 24 años en West Midlands (Birmingham, Reino Unido), Mangaung y Moqhaka (Sudáfrica) y en los barrios de Paraisópolis y Heliópolis (São Paulo, Brasil).
En dicho trabajo, dividido en cuatro etapas, los investigadores detallarán de qué manera la combinación entre las respuestas económicas y políticas a la crisis sanitaria y la capacidad adaptativa de los jóvenes periféricos (y sus familias) modularon cuestiones del cotidiano –tales como el acceso a la educación, el tiempo libre y la alimentación– y sus sueños.
“Existe una vida antes y una vida después de la pandemia. Casi nadie pasó incólume. A los jóvenes, a quienes inicialmente se consideraba como los menos afectados por los daños en la salud ocasionados por el COVID-19, los impactos de la pandemia ya se les han impuesto en sus vidas y serán duraderos”, explica Leandro Giatti, docente de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (FSP-USP) y coordinador de la investigación en Brasil.
Aparte de la USP, integran este consorcio global científicos de la University College London, la University of Birmingham (ambas del Reino Unido) y la University of Free State (Sudáfrica). El grupo de investigación cuenta con financiamiento del Economic and Social Research Council (ESR), de la National Research Foundation (NRF) y de la FAPESP.
Ejemplos de cambios bruscos en el decurso de la vida de las personas de esa franja etaria no faltan. Es el caso del niño periférico que iba bien en la escuela y soñaba con ser médico un día, por ejemplo, pero que debió abandonar los estudios para ayudar a sus padres a mantener la casa. O el de la joven que era poco allegada a los problemas comunitarios y que durante la pandemia se convirtió una de las presidentas de calle de Paraisópolis –el sistema comunitario creado en ese barrio de São Paulo para monitorear y cuidar a sus vecinos durante la pandemia– y en una nueva lideresa política.
“Estas rupturas y cambios que se generaron durante la pandemia no tienen retorno o marcha atrás. El tema de la alimentación es el déficit más evidente, pero en la educación y en el esparcimiento u ocio las pérdidas también fueron significativas e impactarán en la forma a través de la cual esas personas se relacionan con el aprendizaje, con la vida social y con las oportunidades venideras. Por eso es algo efectivamente muy preocupante y que debe entendérselo mejor, no solamente para diseñar políticas públicas, sino también para afrontar posibles nuevas crisis”, afirma Giatti.
El profesor hace hincapié en que, además de expandir la comprensión acerca de cómo se vieron afectados los niños y los jóvenes a causa de la pandemia, la investigación también se abocará al estudio de la capacidad adaptativa de este grupo social en el contexto urbano, que se transformó completamente. Y comenta que en Paraisópolis, por ejemplo, aparte de la formación de todo un sistema comunitario de apoyo, tal como es el caso de los presidentes de calle, la principal escuela de la zona se convirtió en un alojamiento de pacientes con síntomas de COVID-19 que debían aislarse.
Y explica que, para entender las estrategias de adaptación de los jóvenes, el estudio propone la aplicación de la metodología de investigación-acción, con entrevistas cualitativas y talleres participativos.
“De este modo hemos logrado determinar que casi todos los entrevistados entendieron muy bien la necesidad de implementar cuidados especiales para no propagar el virus y de elaborar una respuesta colectiva a la crisis. Sin embargo, en su mayoría debieron salir en busca de su sustento, ayudar a sus padres e ignorar el aislamiento en las fases más agudas de la pandemia”, dice.
Otro hallazgo preliminar del estudio realizado en Paraisópolis y Heliópolis se relaciona con la deserción escolar. “A diferencia de lo que pensábamos de entrada, nos percatamos de que el mayor problema para mantener los estudios no fue la falta de equipos o de internet, por ejemplo. Algunos tuvieron acceso a tabletas y a la banda ancha. El problema residió en la carencia de un apoyo en el hogar y de las condiciones necesarias para estudiar. Sucede que viven en casas pequeñas, con cuartos compartidos, lo que dificultaba el estudio. Otro factor residía en la necesidad de trabajar para ayudar a sus padres”, comenta.
Cuatro etapas
En la primera parte del proyecto, los investigadores publicaron el informe intitulado The Impact of COVID-19 on Education, Food & Play-Leisure and Related Adaptations for Children and Young People: International and National Overviews, con base en investigaciones publicadas previamente que abordaban los efectos de la pandemia sobre el acceso a la educación, la alimentación y el ocio.
Con relación a la educación, los investigadores remarcan en dicho informe que el promedio global fue de 142 días con las escuelas cerradas (y 151 días cerradas parcialmente). Uganda fue el país en el que las escuelas estuvieron durante más tiempo cerradas: 83 semanas.
De acuerdo con el reporte, en Brasil fueron más de 40 semanas de clases perdidas, lo que afectó el acceso de los alumnos vulnerables a los programas de alimentación escolar e incrementó la deserción escolar. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estima que los niños sudafricanos perdieron alrededor del 46 % del tiempo escolar durante esos dos años de pandemia.
Con respecto a la alimentación, tanto en el Reino Unido como en Sudáfrica y en Brasil hubo aumento del hambre o de la necesidad de ayudas y de distribución de alimentos. En 2022, 125,2 millones de brasileños vivían en hogares con algún grado de inseguridad alimentaria y más de 33 millones se encontraban en situación de hambre (14 millones de personas más que al momento en que se concretó la misma investigación en 2020). La inseguridad alimentaria grave se duplicó en los domicilios con niños de hasta 10 años, al subir del 9,4 % al 18,1 %.
Los investigadores subrayaron a su vez que la importancia del acceso al tiempo libre fue prácticamente ignorada durante la pandemia y durante el confinamiento. En España, los niños quedaron completamente encerrados en sus casas durante seis semanas. Lo propio sucedió en muchos otros países, aunque no se cuente con datos precisos.
Durante la segunda etapa del estudio, que está por concluirse, los investigadores entrevistaron a agentes (instituciones, ONG, poder público) que trabajan con jóvenes en comunidades urbanas periféricas o en situación de vulnerabilidad.
En la tercera fase, los investigadores realizarán una investigación cualitativa con jóvenes. Y en la cuarta habrá talleres participativos de diálogos entre jóvenes prominentes e instituciones para debatir qué podría haber sido mejor y cuáles fueron las principales experiencias vividas. En esa etapa, los investigadores interactuarán con jóvenes de West Midlands, Mangaung y Moqhaka, Paraisópolis y Heliópolis.
“La idea es efectuar un debate internacional sobre los jóvenes urbanos y determinar qué experiencias fueron relevantes en ese contexto pandémico. Fueron cambios muy bruscos y con efectos permanentes. Estimo que con el abordaje de la investigación participativa que estamos implementando en este proyecto lograremos identificar muchas cuestiones a las que no se tiene acceso mediante investigaciones con números objetivos”, afirma.
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