“Los jóvenes deben encontrar problemas difíciles para luego solucionarlos, sin preocuparse con su aplicación”, dijo Stoddart (foto: Edu Viana/ Difusión SBQ)
Sir James Fraser Stoddart, uno de los desarrolladores de las máquinas moleculares, estuvo en Brasil para participar en la IUPAC 2017
Sir James Fraser Stoddart, uno de los desarrolladores de las máquinas moleculares, estuvo en Brasil para participar en la IUPAC 2017
“Los jóvenes deben encontrar problemas difíciles para luego solucionarlos, sin preocuparse con su aplicación”, dijo Stoddart (foto: Edu Viana/ Difusión SBQ)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Al momento de la foto, el escocés naturalizado estadounidense Sir James Fraser Stoddart, Premio Nobel de Química en 2016, les pregunta a los fotógrafos si debe hacer cara de Sean Connery. A diferencia de su coterráneo, Stoddart todavía se está acostumbrando a la vida de celebridad que de alguna manera lleva actualmente.
En su visita a Brasil con ocasión del 46º Congreso Mundial de Química de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC 2017), el Premio Nobel dio entrevistas y firmó más de 100 autógrafos. Al final del día estaba cansado y también sumamente emocionado. “Nunca me habían recibido tan bien como acá en Brasil”, dijo.
Stoddart dividió el Premio Nobel de Química 2016 con Jean-Pierre Sauvage y Bernard L. Feringa por la concepción y la producción de máquinas moleculares o nanomáquinas, un avance que abrió el camino rumbo a los primeros materiales inteligentes del mundo.
De acuerdo con el comité del Nobel, el trío desarrolló “las más pequeñas máquinas del mundo". Esta tecnología se está empleando en la creación microrrobots y materiales que se autorreparan sin necesidad de intervención humana.
En los organismos vivos, las células ejecutan funciones con regulación de temperatura y reparación de daños igual que lo hacen las máquinas moleculares. Lo que el trio logró hacer fue replicar este tipo de funciones en moléculas sintéticas, que convierten energía química en movimiento mecánico, y así pueden ejecutar diversas tareas.
Las aplicaciones son innumerables y pueden llevar a nuevas prácticas en medicina y en tecnología de la información. O como dice Stoddart: “El Nobel de Química 2016 fue para un descubrimiento de ciencia básica apoyado sobre un desarrollo básico. Pero usted sabe que todas las máquinas que hasta ahora se han inventado llevaron a cambios increíbles en nuestras vidas”.
Stoddart es un férreo defensor de la investigación básica. “Los jóvenes deben encontrar problemas difíciles para luego solucionarlos, sin preocuparse con su aplicación”. Tras recibir el galardón, Stoddart se abocó a la creación de una startup de minería de oro: con las máquinas moleculares será posible separar el oro sin emplear contaminantes y de un modo mucho más económico.
Mientras tanto, el investigador viaja por el mundo para dictar conferencias y reunirse con investigadores más jóvenes. En el día de la ceremonia del Nobel, en Suecia, sus hijas, sus nietos y sus yernos estuvieron presentes e hicieron una especie de cobertura en vivo por Twitter, con varias fotos del viaje en familia.
En uno de los tuits, una de sus hijas subtituló la foto de Stoddart en traje de gala escocés y con el celular en la mano: “En la víspera de su conferencia @NobelPrize, @sirfrasersays, adicto a 'twitter'”, escribió. Y en efecto, el científico está encantado con esta herramienta que descubrió hace pocos meses. “Es una muy buena manera de llegar a varias personas, fundamentalmente a las personas más jóvenes, y a lo mejor puedo inspirarlas. Sé que los cambios son las únicas formas de sobrevivir”, dijo.
Lea abajo la entrevista que el Nobel de Química concedió a Agência FAPESP:
Agência FAPESP – ¿Cómo pueden transformar el mundo las máquinas moleculares?
James Fraser Stoddart – Cumplirán un rol en la considerable revolución tecnoindustrial que se concretará durante las próximas décadas. Fue un descubrimiento básico que se apoyó en un desarrollo de investigación básica. Pero usted sabe que todas las máquinas inventadas hasta ahora han llevado a cambios increíbles en nuestras vidas: desde la máquina de vapor hasta el motor eléctrico y el motor de combustión interna. ¿Se ha puesto a pensar en todo lo que sucedió en el desarrollo posterior de esas máquinas? Por eso estoy empezando a creer que con las máquinas moleculares avanzaremos por un camino espectacular en las próximas décadas.
Agência FAPESP – Y en este caso, ¿cuáles son las aplicaciones?
Stoddart – Tienen diversas aplicaciones que llevarán a nuevas prácticas en salud médica y a nuevos desarrollos en tecnología de la información. Es difícil pensar en detalles en este momento, pero las aplicaciones son enormes. Estoy enamorado de un proyecto que puede revolucionar la minería de oro. Con un equipo de la Northwestern University hemos creado una startup en la cual estamos probando un método de separación del oro en la minería mediante el uso de máquinas moleculares. Es un modo mucho más barato y ecológico de hacerlo, que no contamina la naturaleza, ni tampoco a la gente que trabaja en la minería. Estoy muy entusiasmado de poder ayudar a mis alumnos y ver de qué manera una investigación que ganó el Nobel puede ser utilizarse en los días actuales.
Agência FAPESP – ¿Cuál fue su motivación para ser investigador científico?
Stoddart – Viví en el campo. Debe haber llegado la electricidad recién cuando yo tenía unos 17 años. Creo que en esa época yo ya soñaba con hacer algo útil en el mundo. Entonces opté por la Ciencia. Fui a Edimburgo y fui agraciado por el hecho de que en la escuela tuve docentes excelentes, que podrían muy bien ser profesores de universidades. En aquella época yo no me daba cuenta de todo eso, pero fue un gran comienzo. En Edimburgo, un profesor me dio un consejo muy bueno: “Lo que sea que hagas, empieza intentando encontrar un gran problema”. Las nanomáquinas resultaron un problema que empezó a rondarme en la cabeza mientras leía cansado en la biblioteca. Y nuevamente fui agraciado cuando mi supervisor de posdoctorado, pasados nueve meses de mi llegada a Canadá, me dijo que estaba yéndose a Brasil.
Agência FAPESP – ¿A Brasil?
Stoddart – Así es. A Brasil, a la ciudad de Curitiba más precisamente, a pasar un año. En aquella época, en 1972, no había correo electrónico y ni servicios postales rápidos, y hablar por teléfono no era fácil. Entonces terminé teniendo la libertad como para explorar mis propias ideas, como estaba acostumbrado a hacerlo en el campo de mi padre, cuando era niño. A mi supervisor le gustó mucho aquello y yo incluso llegué a visitar Brasil en aquella época por primera vez.
Agência FAPESP – A su juicio, ¿qué área de la química puede representar una nueva era? ¿Qué consejos les daría a los científicos más jóvenes?
Stoddart – Bueno, si yo supiera cuál será la nueva frontera por atravesarse en la química, seguramente no estaría sentado acá dictando conferencias y dando entrevistas. Estaría en el laboratorio, investigando con mis alumnos. Suelo decirles a ellos: no deben regresar a sus países o irse a otros países y practicar la misma química que practicaron durante sus doctorados. De hacerlo, todo lo que lograrán es elevar el estatus de sus mentores. Lo que les digo es que ellos deben encontrar un área de investigación que sea muy diferente, de manera tal que, de haber algún progreso sustancial, el nombre del investigador y el del laboratorio estarán asociados a ese progreso. Les digo también que no deben pensar en ganar un Nobel. Eso es medio loco, porque en química hay sólo 175 desde 1901. Puede ocurrir o no. Ése no es un sueño valioso, pero creo que ser un científico exitoso sí que lo es. Es necesario ser capaz, de una manera u otra, de hallar algo que no sea muy popular hasta el momento en que uno sale al campo.
Agência FAPESP – ¿Pero parece que la preocupación es siempre mayor con la aplicación, no?
Stoddart – Creo que eso ha cambiado un poco en los últimos años. Algunos científicos terminan sensibilizándose con eso, pero veo que los mejores estudiantes que han venido a mi grupo no llegan pensando en aplicaciones sino en hacer investigaciones fundamentales –sencillamente porque a ellos les gusta hacerlas– y hallarles soluciones a problemas sumamente difíciles. Y eso basta para que se levanten a las siete de la mañana y se queden estudiando hasta tarde.
Agência FAPESP – Usted ya ha criticado a Donald Trump. ¿Cómo cambiará la ciencia con esa nueva configuración del mundo?
Stoddart – Probablemente los cambios nunca fueron tan rápidos como ahora. Me parece que muchas de las antiguas y no tan antiguas democracias están atravesando problemas. Y ésta es una oportunidad para otros países en términos de liderazgo. Existe gente muy talentosa y es sólo una cuestión de organización que esa gente pueda mostrar toda su creatividad. ¿Pero quién sabe qué puede suceder? Estoy preocupado con mi antiguo país, el Reino Unido, estoy preocupado porque me comprometí en el movimiento de atraer a gente de otras partes del mundo y en la creación de esta Europa Continental. Cuando dejé el Reino Unido y me mudé a Canadá primero, mi grupo estaba constituido por 65% de no británicos, y era increíble. Todos se beneficiaban. El movimiento del Brexit es de partir el corazón, porque no es malo sólo para la ciencia y la tecnología. Es malo para las finanzas, es malo para el comercio, es malo para el así llamado Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, que es sumamente dependiente de personas provenientes de otros países para mantenerlo. Es malo para los agricultores, que dependen de gente que llegue para cosechar los frutos en el verano, o sea lo que sea. Cuando uno observa eso, es un desastre completo. No se puede creer que los políticos orquestaron eso. Con respecto a los Estados Unidos, creo que el fenómeno es otro y no estoy tan preocupado. Creo que puede revertirse. Estimo que es algo probablemente temporal. Bueno, pero pasando o no, nunca más volveremos a donde estábamos.
Agência FAPESP – Usted está teniendo un gran éxito en Twitter. ¿Por qué decidió entrar a esa red social?
Stoddart – Es cierto. Me está gustando mucho. Es una muy buena manera de llegar a muchas personas, fundamentalmente a las personas más jóvenes. Y a lo mejor es una forma de inspirarlas. También sé que los cambios son las únicas formas de sobrevivir. Y veo que con Twitter puedo escribir sobre estos años de mi vida después de ganar el Premio Nobel. He pensado muchas veces en escribir una especie de diario, pero eso nunca prosperó. Siempre terminaba perdiendo los textos. Fue una sugerencia del editor de Nature, un gran amigo mío, que vive a algunos kilómetros de la casa de la mi hija, en Inglaterra. En Twitter hablo también de cosas cotidianas, tales como las conferencias que dicto y a las que asisto, o de sucesos más comunes, como la primera clase del avión, llena de muros entre los asientos. Es más o menos como la vida en Inglaterra, llena de rejas y muros. Y a la gente le gusta lo que escribo y deja comentarios.
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