Investigador recolecta agua de una bromelia para su análisis: el mosquito vector de la malaria utiliza las bromelias para su desarrollo larval (foto: FSP/USP)
Los resultados del estudio, realizado en un área natural del municipio de São Paulo, pueden contribuir a estimar los efectos del cambio climático en el riesgo de transmisión de la enfermedad en el bioma
Los resultados del estudio, realizado en un área natural del municipio de São Paulo, pueden contribuir a estimar los efectos del cambio climático en el riesgo de transmisión de la enfermedad en el bioma
Investigador recolecta agua de una bromelia para su análisis: el mosquito vector de la malaria utiliza las bromelias para su desarrollo larval (foto: FSP/USP)
Por André Julião | Agência FAPESP – La transmisión de la malaria por el mosquito Anopheles cruzii en el Sur y el Sudeste de Brasil fue tan alarmante en la década de 1940 —con cerca de 4,000 casos por cada 100,000 habitantes— que la enfermedad llegó a conocerse como “malaria de la bromelia”. Esto se debe a que el subgénero Kerteszia de este mosquito, responsable de transmitir la enfermedad en la Mata Atlántica, se desarrolla exclusivamente en estas plantas, que acumulan agua y la mantienen en condiciones favorables para el desarrollo de esta y otras especies.
Aunque hoy representa una preocupación menor en la región, la malaria aún tiene importancia epidemiológica, con 77 casos confirmados solo en el estado de São Paulo entre 2017 y 2024. Por ello, comprender el ciclo de vida de los vectores y las condiciones que favorecen su proliferación es fundamental para evitar que la enfermedad vuelva a afectar esta parte del país, dado que sigue siendo endémica en la Amazonia.
En un estudio publicado en la revista Scientific Reports, un grupo liderado por investigadores de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (FSP-USP) monitoreó durante dos años la presencia de larvas en bromelias del Área de Protección Ambiental (APA) Capivari-Monos.
Los resultados indican que la cantidad de lluvia y la temperatura afectan directamente el volumen de agua acumulado en los llamados “tanques” de las bromelias. Ese volumen, a su vez, modifica características físico-químicas del agua, como el pH y el oxígeno disuelto. Estas variaciones pueden influir en qué especies de mosquitos logran desarrollarse en el interior de las plantas y en qué cantidad. Los datos pueden ser útiles para futuros estudios epidemiológicos e incluso para prever posibles brotes de la enfermedad.
“Existen estudios que señalan un cambio en los patrones de transmisión de la malaria como consecuencia del cambio climático. Según esas proyecciones, algunas regiones de África Oriental y América del Sur se volverían más propensas, mientras que áreas actualmente endémicas podrían experimentar disminuciones debido al calentamiento excesivo. Por estas y otras razones, es necesario comprender bien los factores que contribuyen al éxito de los vectores”, comenta Antonio Ralph Medeiros de Sousa, primer autor del estudio e investigador de la FSP-USP con beca de la FAPESP.
El trabajo también contó con apoyo de la Fundación a través de dos proyectos coordinados por Mauro Toledo Marrelli, profesor de la FSP-USP: “Implementación de un modelo computacional dinámico para investigar la influencia de factores ambientales sobre la ocurrencia y propagación de patógenos transmitidos por mosquitos en la Mata Atlántica del estado de São Paulo” y “Biodiversidad de mosquitos (Diptera: Culicidae) en el Parque Estadual da Cantareira y en el Área de Protección Ambiental Capivari-Monos, Estado de São Paulo”, este último en el marco del Programa BIOTA.
Datos
Los datos fueron recolectados entre 2015 y 2017, durante el doctorado de Sousa. En ese período, los mismos nueve ejemplares de bromelia fueron visitados por el investigador en tres puntos del APA Capivari-Monos, en el barrio de Parelheiros, extremo sur del municipio de São Paulo.
En cada una de las diez campañas de muestreo se midieron la cantidad de agua acumulada en cada planta, el pH, la salinidad y el oxígeno disuelto. Se recolectaron larvas de los mosquitos presentes, que posteriormente fueron criadas en laboratorio para identificar las especies o, cuando no era posible, el género. El conjunto de datos también incluyó la pluviosidad y las temperaturas máximas y mínimas de los 30 días previos a cada recolección.
Para analizar la información, los investigadores emplearon modelos estadísticos basados en un efecto en cascada, en el cual una perturbación inicial (variaciones en lluvia y/o temperatura) afecta a los demás componentes en una secuencia de procesos interconectados. En primer lugar, se analizó el efecto de la lluvia acumulada y la temperatura media mensual sobre el volumen de agua almacenado en las bromelias. Luego, la relación entre el volumen y la variación de los parámetros físico-químicos del agua (pH, salinidad y oxígeno disuelto).
A continuación, se investigó la relación entre estos parámetros y la ocurrencia, riqueza y abundancia de mosquitos en las bromelias, considerando solo las especies que aparecieron cinco o más veces durante el período de estudio. Finalmente, se exploraron los efectos directos e indirectos de la precipitación y la temperatura sobre los parámetros físico-químicos y la fauna de mosquitos.
Se recolectaron 523 individuos de 23 especies, incluyendo Anopheles cruzii —vector de la malaria— y los géneros Culex y Wyeomyia, cuyas especies registradas no participan en ciclos de transmisión de enfermedades, aunque pueden causar molestias por sus picaduras cuando son abundantes. Cada bromelia albergó entre siete y 15 especies, de las cuales solo diez ocurrieron cinco o más veces a lo largo del estudio.
Tanto la riqueza como la abundancia de mosquitos variaron en función del pH, la salinidad y la interacción entre ambos parámetros. En general, el pH fue el factor más asociado a la presencia de cinco de las diez especies analizadas, incluido el vector de la malaria.
“En un escenario de alteraciones en el régimen de lluvias y temperaturas, podría producirse un aumento en la abundancia del vector de la malaria, con consecuencias para la salud pública. No obstante, es importante recordar que Anopheles cruzii es una especie silvestre, a diferencia del vector del dengue, Aedes aegypti, que es urbano. Por eso, las estrategias de control son distintas”, explica Sousa.
El investigador se refiere a las medidas de control, ya que no es posible usar insecticidas —como se hace contra los vectores del dengue, zika y chikungunya— ni arrancar las bromelias, como se hizo en el pasado durante los brotes de malaria en el Sudeste, para eliminar al mosquito.
Por otro lado, en el ambiente silvestre existen mecanismos naturales de control de los mosquitos, como la depredación y la competencia con otras especies. “Tal vez el aumento de Anopheles no sea tan drástico como el de una especie urbana”, matiza el investigador.
Aun así, entender y monitorear las poblaciones de mosquitos es importante, dado que la malaria en la Mata Atlántica posiblemente tiene un carácter zoonótico, pudiendo infectar a primates no humanos, como los monos aulladores (bugios), que a su vez pueden transmitir el parásito a mosquitos capaces de infectar a humanos.
Aunque el estudio no indica un riesgo inmediato de expansión de la malaria, proporciona pistas valiosas sobre cómo el ambiente moldea las poblaciones de vectores. Este conocimiento es fundamental para comprender posibles escenarios futuros, especialmente frente al cambio climático.
“Tanto las variaciones climáticas como la expansión urbana, la deforestación y la pérdida de biodiversidad son factores que, en el futuro, pueden influir en la dinámica de transmisión. Por eso, es importante que el poder público se mantenga atento”, concluye el investigador.
El artículo Linking abiotic conditions to mosquito assemblage structure in bromeliads puede consultarse en: www.nature.com/articles/s41598-025-15514-7.
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