Chris Fields, de la Universidad Stanford; Thelma Krug, del Consejo Superior de la FAPESP, y Johan Rockström, director del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto Climático (foto: Elton Alisson/Agência FAPESP)
El margen debe mantenerse como punto de referencia en las negociaciones de la COP30, evalúan integrantes del Consejo Científico de la presidencia de la conferencia climática
El margen debe mantenerse como punto de referencia en las negociaciones de la COP30, evalúan integrantes del Consejo Científico de la presidencia de la conferencia climática
Chris Fields, de la Universidad Stanford; Thelma Krug, del Consejo Superior de la FAPESP, y Johan Rockström, director del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto Climático (foto: Elton Alisson/Agência FAPESP)
Por Elton Alisson, de Belém | Agência FAPESP – Incluso si se supera, la meta de limitar el aumento de la temperatura media global a 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales –considerada el umbral máximo para evitar los peores escenarios climáticos– no debe dejar de perseguirse y tiene que ser el punto de partida en las negociaciones de la 30ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre las Mudanzas Climáticas (COP30).
Esta es la evaluación de un grupo de 11 renombrados científicos climáticos —seis de ellos de Brasil y cinco de Sudáfrica, Estados Unidos, Alemania, China e Inglaterra— que integran un Consejo Científico establecido como órgano consultivo por la presidencia de la COP30.
El consejo está presidido por Thelma Krug, integrante del Consejo Superior de la FAPESP, y cuenta con la participación, por parte de Brasil, de Paulo Artaxo, profesor del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (IF-USP) y miembro de la coordinación del Programa FAPESP de Investigación sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG); Carlos Nobre, investigador sénior del Instituto de Estudios Avanzados (IEA) de la USP y copresidente del Panel Científico para la Amazonía; Ima Vieira, investigadora del Museo Paraense Emílio Goeldi; Tatiana Sá, investigadora de Embrapa Amazonía Oriental, una de las unidades descentralizadas de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria; Moacyr Araújo, profesor y vicerrector de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE); y Marina Hirota, del Instituto Serrapilheira.
“Uno de los mensajes centrales básicos es que 1.5 °C [de límite de calentamiento global] no es solo una meta u objetivo. Es algo que debemos tomar en serio y mantener como punto de partida y el límite hacia el cual siempre deben apuntar las negociaciones”, afirmó Johan Rockström, director del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto Climático, de Alemania, y uno de los miembros extranjeros del consejo, durante el primer evento público del grupo en la COP30.
Según Krug, uno de los objetivos del consejo es proporcionar datos científicos para subsidiar a la presidencia de la COP. “La primera pregunta que nos hicieron fue si todavía es viable mantener el límite del calentamiento global en 1.5 °C. A partir de esa pregunta surgió una serie de otras cuestiones que debían abordarse como parte de la respuesta a esa indagación”, relató.
Cuando el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) comenzó a publicar sus primeros informes en 1990, la evaluación en aquel momento era que un calentamiento global de hasta 5 °C o 6 °C no implicaría riesgo de causar cambios irreversibles en el sistema climático. A medida que avanzó el conocimiento, y con cada evaluación subsiguiente, el rango de temperatura de riesgo disminuyó cada vez más, situándose entre 1.5 °C y 2 °C en el sexto y último informe publicado por el Panel, en 2022, recordó Rockström.
“Eso demuestra que, cuanto más aprendemos sobre el funcionamiento del sistema terrestre y sobre los impactos del calentamiento global, más vemos que el problema es mayor, en la medida en que afecta la capacidad de sostener la vida. Concluimos que 1.5 °C es un nivel muy serio de aumento de la temperatura global, más allá del cual existe amplia evidencia de que las personas de todo el mundo sufrirán una sucesión de eventos extremos y también de que corremos el riesgo de acercarnos a puntos de cambios irreversibles en el funcionamiento del sistema terrestre”, afirmó.
Las nuevas evidencias científicas también indican, con alta probabilidad, que el límite de 1.5 °C de calentamiento será alcanzado en los próximos cinco a diez años, debido a la sobrecarga del sistema terrestre con las emisiones acumuladas de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO₂), señaló Rockström.
“La ciencia muestra que aún podemos limitar ese exceso y volver a 1.5 °C. El mejor escenario indica que podemos regresar a ese nivel todavía en este siglo, pero que, lamentablemente, tendremos un período de sobrecalentamiento de 50 a 60 años aún en este siglo, en algún punto entre 1.6 °C y 1.7 °C, antes de revertir esa tendencia”, dijo.
Estos escenarios climáticos, sin embargo, son muy optimistas y parten del supuesto de que los países serán capaces de reducir las emisiones globales de carbono este mismo año o el próximo y avanzar rápidamente hacia una economía mundial con emisiones netas cero en 25 años, pondera Rockström. Eso también dependerá de que el mundo sea capaz de transformar el sistema terrestre de fuente en sumidero, de no superar ningún punto de inflexión en la capacidad de la biosfera para absorber carbono y de que el océano permanezca estable, absorbiendo el 90 % del calor y el 25% del CO₂, subrayó el científico.
“Eso representa apostar por un sistema terrestre resiliente y constituye una orientación muy importante para los negociadores respecto a que necesitamos tomarnos en serio la implementación de medidas de mitigación”, afirmó. “El mensaje que transmitimos a la presidencia de la COP es que, querámoslo o no, necesitamos aumentar seriamente la escala de remoción de dióxido de carbono. Necesitamos actuar simultáneamente en todos los frentes —mitigación, medio ambiente, agricultura y remoción de dióxido de carbono— para tener una posibilidad de minimizar el sobrepaso de 1.5 °C de calentamiento”, dijo.
Uso con moderación
A pesar de ser prometedoras, las soluciones de remoción de dióxido de carbono (CDR) disponibles hoy son lentas, costosas y generan una amplia gama de consecuencias intencionadas y no intencionadas, ponderó Chris Fields, profesor de la Universidad Stanford, en Estados Unidos, y uno de los miembros internacionales del Consejo Científico.
“Cuando se utilizan restauración y reforestación como soluciones de CDR, pueden generar una amplia gama de beneficios; pero, cuando empleamos técnicas industriales para capturar CO₂ del aire o formaciones geológicas regenerativas, puede que no funcionen”, afirmó Fields.
Según el científico estadounidense, existen diversas tecnologías que se están discutiendo actualmente para la remoción de CO₂ atmosférico, además del restauro y la reforestación. Entre ellas se encuentran la captura de CO₂ directamente del aire y su inyección en el suelo para formar rocas sedimentarias, así como la fertilización de océanos, que puede provocar cambios en la composición biológica y química de los ecosistemas marinos.
“Hay decenas de opciones de CDR, pero podemos afirmar que, en el contexto actual, la restauración forestal tiende a ser la opción más barata, con muchas especies disponibles a un costo de 50 dólares por tonelada o menos. Los procesos industriales, por su parte, tienden a ser los más caros, con un costo actual de 200 dólares por tonelada o un poco menos”, comparó Fields.
La reforestación también es la manera más fácil de comenzar a implementar iniciativas de CDR porque ya existen experiencias exitosas en el mundo —incluido Brasil—, aunque todavía a pequeña escala, ponderó Krug.
“Necesitamos compromisos mucho más ambiciosos y una transición energética mucho más rápida, porque muchas partes del mundo ya se comprometieron con la deforestación cero. Por ello, lo que necesitamos ahora es un compromiso con la transición energética y ser muy claros respecto a la reducción y eliminación gradual [de los combustibles fósiles]. Tengo la esperanza de que eso ocurrirá”, afirmó la científica.
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