La inconsistencia de los métodos utilizados para controlar las hormonas sexuales hace que tengamos los resultados más diversos y, por consiguiente, inconclusos, dice la investigadora (imagen: Rawpixel/Freepik)

Inmunología
La fluctuación hormonal afecta la inmunidad de las mujeres, pero la falta de rigor en los estudios aún impide un consenso
04-12-2025

Investigadores de la Universidad Estadual Paulista están investigando cómo las oscilaciones hormonales a lo largo de la vida de la mujer influyen en el sistema inmunológico y cómo el ejercicio físico puede mitigar esos efectos

Inmunología
La fluctuación hormonal afecta la inmunidad de las mujeres, pero la falta de rigor en los estudios aún impide un consenso

Investigadores de la Universidad Estadual Paulista están investigando cómo las oscilaciones hormonales a lo largo de la vida de la mujer influyen en el sistema inmunológico y cómo el ejercicio físico puede mitigar esos efectos

04-12-2025

La inconsistencia de los métodos utilizados para controlar las hormonas sexuales hace que tengamos los resultados más diversos y, por consiguiente, inconclusos, dice la investigadora (imagen: Rawpixel/Freepik)

 

Por Maria Fernanda Ziegler  |  Agência FAPESP – Las oscilaciones hormonales a lo largo de la vida de las mujeres son uno de los factores que más influyen en el sistema inmunológico. Como en un subibaja, la variación de estrógeno y progesterona actúa a nivel celular, modificando el perfil inmunológico e inflamatorio. Es en los días que preceden el período menstrual (fase lútea), por ejemplo, cuando la actividad inflamatoria es más intensa. En la menopausia, la caída de las hormonas sexuales promueve un estado proinflamatorio.

A pesar del entendimiento sobre la relación entre oscilaciones hormonales y sistema inmunológico, aún no existe consenso entre los científicos sobre los verdaderos impactos del ciclo menstrual, la perimenopausia y la menopausia en la inmunidad de las mujeres. Y el motivo para ello es banal: la falta de caracterización adecuada del ciclo menstrual en parte de los estudios sobre el tema.

Eso fue lo que demostró un trabajo de revisión realizado por investigadores de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) en Presidente Prudente, en Brasil, apoyado por la FAPESP. Al revisar los principales estudios publicados sobre el tema, los investigadores constataron que muchos de ellos aún se basan en métodos simplificados, como el uso de aplicaciones de celular, para definir en qué fase del ciclo menstrual se encuentra la mujer.

“De acuerdo con la principal directriz internacional, los métodos simplificados sólo nos informan si la persona está o no en período menstrual, y eso no es suficiente para realizar estudios científicos. Es necesario utilizar una combinación de métodos para identificar si está en la fase folicular, ovulatoria o lútea, pues en cada una de esas etapas ocurren variaciones de la progesterona y del estrógeno, hormonas que tienen implicaciones distintas para el sistema inmunológico”, explica Barbara de Moura Antunes, investigadora que condujo el estudio.

Antunes explica que esta laguna metodológica ha generado resultados contradictorios en las investigaciones sobre el tema. “La inconsistencia y la diferencia de los métodos utilizados para controlar las hormonas sexuales hace que tengamos los resultados más diversos y, por consiguiente, inconclusos. Y eso no llena las lagunas del conocimiento, sólo genera más confusión y desinformación”, señala.

Para la investigadora, la falta de consenso y de rigor en las investigaciones proviene de un problema previo: la falta de inclusión de aspectos propios de las mujeres en los estudios científicos. “Durante muchos años se priorizó que tanto los ensayos clínicos como los estudios de experimentación animal se realizaran sólo con hombres o animales machos. Pero ocurre que el cuerpo femenino vive en constante fluctuación hormonal, diferente del masculino, que mantiene niveles más estables a lo largo de la vida. Ignorar esa dinámica compromete la comprensión de la salud de la mujer”, afirma.

El estudio de revisión publicado en la revista Maturitas abre una nueva línea de investigación que pretende investigar de manera más profunda esa relación y el impacto del ejercicio físico en esos diferentes escenarios a lo largo de la vida de la mujer.

El equipo responsable por el artículo ahora se prepara para una nueva etapa: la realización de un estudio original con mujeres brasileñas, que promete llenar esas lagunas. “¿El nivel de actividad física o el condicionamiento físico, asociado a las fluctuaciones hormonales, impacta en la respuesta inflamatoria? ¿Existe un tipo ideal de ejercicio físico cuando hablamos de inmunidad? ¿Las variables del entrenamiento deberían ajustarse a lo largo del tiempo? ¿Cuál es el impacto de esa oscilación hormonal en la mujer sedentaria, activa y entrenada? Todo eso pretendemos investigarlo con el propósito de ampliar la comprensión sobre la salud de la mitad de la población”, cuenta la investigadora a la Agência FAPESP.

La investigación será dividida en dos fases. La primera analizará a mujeres en edad reproductiva (entre 18 y 35 años), clasificadas por niveles de aptitud cardiorrespiratoria. El propósito será investigar cómo las diferentes fases del ciclo menstrual modulan la respuesta inflamatoria. La segunda fase de la investigación incluirá mujeres en premenopausia, menopausia y posmenopausia, también divididas por niveles de condicionamiento físico, para evaluar los efectos del declive hormonal.

Antunes explica que, hasta ahora, lo que se sabe en esta área es que durante la vida reproductiva de la mujer los niveles de estradiol (un tipo específico de estrógeno) y progesterona oscilan a lo largo del ciclo menstrual, influyendo directamente en el sistema inmunológico. Estas fluctuaciones hormonales afectan células inmunes, como monocitos y linfocitos, que poseen receptores para hormonas sexuales y, en consecuencia, responden a ese estímulo produciendo citocinas, proteínas señalizadoras que regulan la inflamación.

Cuenta que, desde la menstruación hasta la ovulación (final de la fase folicular), el estrógeno está alto y la progesterona baja, favoreciendo una respuesta antiinflamatoria y un mejor desempeño físico y cognitivo. En la fase lútea, que precede a la menstruación, el escenario se invierte: el estrógeno cae y la progesterona sube, haciendo que el organismo sea más susceptible a la inflamación, al cansancio, a una mayor percepción de fatiga y a un posible retraso en la recuperación muscular.

Los estudios conducidos por el grupo muestran que en la fase folicular hay mayor presencia de marcadores antiinflamatorios y protectores de la salud (como IL-1ra y HDL-c), mientras que en la fase lútea predominan marcadores proinflamatorios (como TNF-α e IL-6).

“Con el envejecimiento, especialmente en la menopausia, ocurre un declive acentuado del estradiol, lo que está asociado a diversos problemas de salud, como enfermedades cardiovasculares, pérdida de masa muscular [sarcopenia], osteoporosis y alteraciones en el metabolismo lipídico”, dice.

Los estudios analizados mostraron además que el ejercicio físico, incluso sin revertir la caída del estradiol, actúa como una herramienta poderosa para prevenir y tratar los efectos negativos del envejecimiento. “Mejora la producción de citocinas antiinflamatorias, fortalece músculos y huesos y ayuda a mantener la salud general de la mujer en todas las fases de la vida”, afirma.

El artículo Immunometabolic insights into women’s health across all ages puede leerse en: www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0378512225005274.

 

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