Una investigación realizada en Fiyi indica que la cantidad de corales en zonas de protección es hasta tres veces mayor que en las áreas no protegidas de un arrecife (arrecifes de coral en el área marina protegida de la aldea Namada, en Fiyi/ foto: João Paulo Krajewski)

La biodiversidad marina aumenta en áreas protegidas
22-06-2017

Una investigación realizada en Fiyi indica que la cantidad de corales en zonas de protección es hasta tres veces mayor que en las áreas no protegidas de un arrecife

La biodiversidad marina aumenta en áreas protegidas

Una investigación realizada en Fiyi indica que la cantidad de corales en zonas de protección es hasta tres veces mayor que en las áreas no protegidas de un arrecife

22-06-2017

Una investigación realizada en Fiyi indica que la cantidad de corales en zonas de protección es hasta tres veces mayor que en las áreas no protegidas de un arrecife (arrecifes de coral en el área marina protegida de la aldea Namada, en Fiyi/ foto: João Paulo Krajewski)

 

Por Peter Moon  |  Agência FAPESP – Viti Levu es la mayor isla de la República de Fiyi, en Oceanía. En la costa sudoeste de Viti Levu existe una extensa plataforma de arrecifes coralinos que sigue el perfil del litoral. Los corales empiezan a surgir a pocos metros de la playa y se extienden aproximadamente un kilómetro en dirección al océano.

Durante las últimas décadas, en función del aumento del turismo y del crecimiento poblacional de la isla (actualmente con 600 mil habitantes), diversas áreas de la costa de coral se fueron deteriorando, debido a la pesca de subsistencia o predatoria, a la recolección de material de los arrecifes y a la destrucción directa de los arrecifes.

Pero hay excepciones. A lo largo de la costa de corales existen áreas marinas protegidas, en las cuales está prohibida cualquier forma de pesca o de recolección. El resultado de ello es que la cantidad de corales dentro de dichas áreas protegidas es hasta tres veces mayor que en las zonas no protegidas del arrecife. En otras palabras, la existencia de las áreas protegidas –aun cuando se trata de áreas muy pequeñas, tal como es el caso– es vital para el mantenimiento de la biodiversidad del arrecife en general.

El éxito de esta estrategia de conservación sólo fue posible merced a la adhesión de las comunidades locales. Éstas son algunas de las conclusiones de la investigación que la bióloga Roberta Martini Bonaldo realizó en la costa de corales de Viti Levu.

Martini Bonaldo eligió a los corales de Fiyi para su trabajo de campo en el marco de dos programas de posdoctorado, el primero en el Departamento de Biología del Georgia Institute of Technology, en Estados Unidos, y el segundo en el Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP), en Brasil, este último con beca de la FAPESP.

En su primer posdoctorado, realizado entre 2010 y 2012, la investigadora se hizo cargo de la gerencia de una estación de investigación situada en la aldea de Votua, en Viti Levu. El objetivo fue estudiar la composición de la vida marina en el interior de las áreas marinas protegidas de la costa de corales de la isla, para poder compararla con la situación del hábitat en las zonas no protegidas. El resultado de su trabajo ha sido ahora publicado en PLOS ONE.

Además de dedicarse a la gerencia de la estación, Martini Bonaldo desarrolló estudios comparativos de la estructura de comunidades bentónicas y de peces y de interacciones ecológicas (la competencia entre corales y algas, la herbivoría y la formación de cardúmenes) entre áreas marinas protegidas y no protegidas en Fiyi, para analizar los efectos de la pesca y la degradación marina sobre los sistemas estudiados.

“Se optó por Fiyi porque la mayoría de las áreas protegidas locales –quizá todas– se encuentran bajo la gestión de la comunidades que viven en poblados situados junto a las reservas”, declaró quien en la actualidad es investigadora asociada al Grupo de Historia Natural de Vertebrados de la Universidad de Campinas (Unicamp), en Brasil, a Agência FAPESP.

Las áreas marinas protegidas de Viti Levu se crearon entre 2002 y 2003. Al momento de su creación, la cobertura de corales era sumamente escasa (un 7% del área protegida) y la cobertura de macroalgas era alta (entre el 35% y el 45% del área protegida).

En las áreas protegidas, la pesca y el uso de cualquier forma de recolección están prohibidos. Los pobladores locales cumplen con estas restricciones, y también monitorean para cerciorarse de que otras personas, turistas por ejemplo, no ingresen a las áreas prohibidas.

“El hecho de que la población local se esfuerce en preservar los arrecifes resulta fundamental en la estrategia de conservación de los mismos en Viti Levu”, dijo Martini Bonaldo.

La bióloga estudió tres áreas protegidas que se ubican por delante de tres pequeñas comunidades, las aldeas de Votua, Vatu-o-lalai y Namada. Y se acuerda muy bien de las impresiones que tuvo durante el primer contacto con los corales de Viti Levu.

“Sólo una pequeña parte de los arrecifes queda dentro de los límites de las áreas marinas protegidas. Cuando entré al agua, estando todavía en el área no protegida, me impactaron sobremanera las malas condiciones del arrecife. Había muchos corales muertos y el arrecife estaba tomado por algas”, dijo la investigadora, que tiene experiencia en buceo, como fotógrafa submarina y como camarógrafa.

Aparte de la menor cantidad de corales, había menos peces en las áreas no protegidas. Dada la ausencia de peces herbívoros, la población de algas se encontraba fuera de control. Los arrecifes estudiados son bastante raros, y algunas partes de los mismos quedan casi descubiertas durante la marea baja.

“La gente anda sobre los charcos durante la marea baja para agarrar peces y pulpos. Mientras pisan sobre los corales pueden terminar rompiendo las colonias, fundamentalmente aquéllas que son más delicadas. En tanto, durante la marea alta, los arrecifes quedan a unos dos metros de profundidad bajo el agua. Es entonces cuando se puede nadar sobre ellos”, dijo.

Y prosiguiendo en su buceo, Martini Bonaldo cruzó una línea de boyas que delimita el área protegida del arrecife. “En el momento en que crucé las boyas, fue como si hubiera salido del caos para entrar en el paraíso. A medida que fuimos adentrándonos en el área protegida, surgieron peces cada vez mayores. Me sorprendió la gran diversidad de vida submarina y la densidad de corales dentro de un área tan pequeña, de menos de un kilómetro cuadrado”, dijo.

Martini Bonaldo realizó un censo de los peces que viven en los arrecifes. Y los dividió en dos grandes grupos: los peces herbívoros y los no herbívoros. A su vez, los peces herbívoros quedaron clasificados en cuatro categorías: podadores, pastores, peces loro raspadores y peces loro excavadores.

Los podadores remueven macroalgas maduras y los pastores comen la parte superior de comunidades de algas pequeñas (de menos de un centímetro de largo) sujetas al arrecife, dejando las áreas de la base de las algas intactas. Están también los peces loro raspadores, que se alimentan de comunidades de algas pequeñas raspando sus “picos” en el arrecife, y los peces loro excavadores, que remueven todas las algas y las partes del sustrato consolidado al alimentarse.

Los datos que recabó Martini Bonaldo permitieron arribar a las siguientes conclusiones: la remoción de algas a cargo de los peces loro es entre tres y seis veces mayor en las áreas marinas protegidas que en las no protegidas. Los análisis contaron con la ayuda de otro investigador brasileño: Mathias M. Pires, con un posdoctorado apoyado por la FAPESP.

Las áreas marinas protegidas tenían en promedio hasta tres veces (entre un 260% y un 280%) más cobertura de coral que las no protegidas. En estas últimas, la cantidad de macroalgas era entre cuatro y 20 veces mayor que en las áreas marinas protegidas.

Los arrecifes en Brasil

Aun cuando las áreas marinas protegidas de Fiyi son muy pequeñas, Martini Bonaldo pudo corroborar el éxito de la estrategia conservacionista en lo que hace a la preservación de la diversidad de los arrecifes coralinos en general.

“Una cuestión central para la conservación de la biodiversidad –y no sólo de la biodiversidad marina– reside en cuán grande debe ser una reserva para poder generar beneficios efectivos”, dijo Paulo Roberto Guimarães Junior, docente del Departamento de Ecología del IB-USP y supervisor del posdoctorado de Martini Bonaldo.

“Esta cuestión es relevante, pues factores sociales, económicos y logísticos imponen límites al tamaño de la reserva. Lo que Roberta logró demostrar fue que existen evidencias de los efectos positivos en reservas marinas, aun cuando éstas sean sumamente pequeñas, tal como es el caso de las áreas marinas protegidas de Fiyi”, dijo.

“En Brasil hay algunos arrecifes de corales, sobre todo en la región de Abrolhos. Sin embargo, los arrecifes coralinos brasileños son muy distintos a los que estudié en Fiyi, cuya base está constituida por especies de corales del género Acropora, fundamentalmente por colonias muy ramificadas y de crecimiento rápido, en algunos casos de más de 10 centímetros por año”, dijo Martini Bonaldo.

En Brasil no existen especies de Acropora. Los principales corales formadores de arrecifes coralinos son del género Mussismilia. Los Mussismilia tienen forma de masa y parecen rocas. Generalmente su crecimiento es más lento que los Acropora, pero son más resistentes a los altos niveles de sedimentación y a la mayor turbidez del agua.

Según Martini Bonaldo, la costa brasileña es mucho menos biodiversa en especies de arrecifes que la región de Fiyi, pero ambas comparten familias de peces, tales como Acanthuridae (del cirujano rayado y el pez unicornio), Labridae (del pez loro azul) y Serraidae (de las chernas o meros), entre otras.

“Pienso que existe un potencial como para aplicar experiencias similares (a las de las pequeñas áreas marinas protegidas de Fiyi) no sólo en ecosistemas marinos sino también en cualquier tipo de ecosistemas. Sería interesante utilizar sistemas pareados de microrreservas para estudiar si dichas microrreservas mantienen procesos ecosistémicos en el Bosque Atlántico o en la Caatinga, por ejemplo”, dijo Guimarães, también autor del artículo en PLOS One.

“Quiero añadir que nuestro estudio muestra la importancia de la buena gestión de las áreas protegidas, ya sea en tierra o en mar. En el caso de Fiyi, la participación de los habitantes locales en el cuidado de las áreas resultó fundamental para que las reservas, aunque sean pequeñas, dieran buenos resultados”, dijo Martini Bonaldo.

Puede leerse el artículo intitulado Small Marine Protected Areas in Fiyi Provide Refuge for Reef Fish Assemblages, Feeding Groups, and Corals (doi:10.1371/journal.pone.0170638), de Roberta M. Bonaldo, Mathias M. Pires, Paulo Roberto Guimarães Junior, Andrew S. Hoey y Mark E. Hay, en el siguiente enlace: journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0170638.

 

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