Un estudio muestra de qué manera las jerarquías raciales de la sociedad se reproducen entre familiares e interactúan con los afectos (foto: Wikimedia)

Investigan las marcas del racismo en "familias interraciales"
15-06-2017

Un estudio muestra de qué manera las jerarquías raciales de la sociedad se reproducen entre familiares e interactúan con los afectos

Investigan las marcas del racismo en "familias interraciales"

Un estudio muestra de qué manera las jerarquías raciales de la sociedad se reproducen entre familiares e interactúan con los afectos

15-06-2017

Un estudio muestra de qué manera las jerarquías raciales de la sociedad se reproducen entre familiares e interactúan con los afectos (foto: Wikimedia)

 

Por José Tadeu Arantes  |  Agência FAPESP – Ciento veintinueve años después de la abolición de la esclavitud en Brasil, y lejos del mito de la democracia racial, los prejuicios de raza siguen estando bastante presentes en el seno de la sociedad nacional, y están tan propagados que se manifiestan incluso en el interior de “familias interraciales”. Ésta fue la conclusión que surgió de una investigación a cargo de la psicóloga social Lia Vainer Schucman.

Este estudio constituyó el tema de su posdoctorado, realizado en la Universidad de São Paulo (USP) con el apoyo de la FAPESP, con la colaboración de Felipe Fachim y bajo la supervisión de Belinda Mandelbaum, coordinadora del Laboratorio de Estudios de la Familia del Instituto de Psicología de la USP.

“Nuestro objetivo consistió en verificar si y cómo se reproducen las jerarquías raciales de la sociedad en el interior de familias cuyos integrantes se autocalifican de modo distinto con relación a la ‘raza’: ‘blancos’, ‘negros’ o ‘mestizos’. Y de qué manera esas jerarquías coexisten e interactúan con los afectos”, declaró Vainer Schucman a Agência FAPESP.

Más allá del estudio minucioso de la literatura especializada, en la investigación, que se extendió durante tres años, se realizaron entrevistas presenciales con 13 familias de distintas regiones de Brasil. Los resultados se reunieron en el libro intitulado Famílias Inter-raciais: tensões entre cor e amor [Las familias interraciales. Tensiones entre color y amor], cuya publicación está prevista para 2017.

“El tema se configuró a partir de mi interacción con personas de esas familias, gente que, por así decirlo, vivenciaba las ‘contradicciones raciales’ en la propia piel. Eso fue al final de mi investigación doctoral, en la cual abordé el tema de la ‘blancura’ [lea al respecto de esa investigación anterior en: agencia.fapesp.br/20628]. En ese entonces, en función del estudio que estaba realizando, me empezaron a invitar bastante a dar charlas. Y después de esas charlas, solía acercarse gente a contarme casos de sufrimientos ocasionados por el racismo, y en sus propias familias. Y fueron muchas veces. A partir de esas conversaciones, me fui percatando de que las familias podrían constituir una clave para entender las relaciones ‘interraciales’ en el contexto mayor de la sociedad”, dijo la investigadora.

Vainer Schucman partió del supuesto de que la “raza” no es un dato biológico sino una construcción social. Según la investigadora, se trata de una construcción basada en el fenotipo que engendra y mantiene profundas desigualdades materiales y simbólicas en la sociedad, e impacta sobre el cotidiano de millones de personas.

“Si bien la existencia de ‘razas humanas’ no cuenta con ninguna comprobación en el ámbito de las ciencias biológicas, existen plenamente en el mundo social, tal como lo afirmó el sociólogo Antonio Sérgio Alfredo Guimarães”, dijo Vainer Schucman. Con base en ese criterio, la investigadora seleccionó para el estudio a familias en las cuales al menos uno de los integrantes reconocía que el grupo familiar estaba compuesto por personas de distintas razas.

“Una misma familia puede ser considerada ‘interracial’ por uno de sus integrantes y puede no serlo para otro. Asimismo, una familia tenida como ‘interracial’ en Rio Grande do Sul puede ser clasificada como ‘blanca’ en Bahía. Dada la fluidez de las clasificaciones, decidí que sólo consideraría a una familia como ‘interracial’ y, por ende, como objeto del estudio, si mi impresión subjetiva se viera corroborada por uno de los miembros de la propia familia. Si alguien me dijera ‘soy negro y mi hermana es blanca’, o ‘mi padre es negro y mi madre es blanca’, o cualquier otra afirmación de esa índole, la familia se encuadraría en el tema de la investigación”, explicó.

De acuerdo con la literatura especializada, las relaciones interraciales se concretaron en Brasil, en el ámbito de la vida privada, desde los albores de la colonización, fundamentalmente con base en la violación y otras formas de violencia cometidas por “hombres blancos” portugueses contra “mujeres negras” o “indígenas”. El censo de 1960 apuntó entonces el 8% de los casamientos correspondía a uniones “interraciales” en el país. En 2010, dicho porcentaje trepó al 31%. Es decir, casi un tercio de las uniones matrimoniales celebradas en Brasil se concretan entre personas que se autocalifican como “de razas diferentes”. “Este fenómeno es muy común entre las clases más pobres, pero rarísimo entre las clases ricas”, comentó Vainer Schucman.

“En la actualidad, la configuración predominante es la del casamiento del ‘hombre negro’ con la ‘mujer blanca’, o la del ‘hombre mulato’ con la ‘mujer más clara’. Algunos estudios, tales como los de Elza Berquó y Ana Claudia Lemos Pacheco, sugieren que dicha predominancia es consecuencia de una superposición de sexismo y racismo, que produce una jerarquía en la cual el ‘hombre blanco’ es la principal elección y la ‘mujer negra’ es la gran despreciada”, prosiguió la investigadora.

De acuerdo con Vainer Schucman, una peculiaridad de la formación cultural de Brasil es el “racismo de intimidad”. A diferencia del racismo segregacionista, que prevaleció en Sudáfrica o en el sur de Estados Unidos, lo que tenemos acá es un tipo de racismo que presupone la interacción entre “blancos” y “negros”. Y esa relación puede eventualmente estar mediada por el afecto, sin dejar de ser racista. “Mi propósito consistió en analizar de qué manera las ‘familias interraciales’, en su intimidad, vivencian, negocian, construyen o decontruyen el racismo”, afirmó.

Con base en esa directriz, sus entrevistas mostraron que la cuestión racial puede asumir en el contexto intrafamiliar una amplia gama de configuraciones: desde el racismo explícito y brutal, con manifestaciones de violencia física, hasta negaciones sumamente sutiles, mediadas por el afecto.

El racismo crudo y al desnudo

“La historia más dura que recabé fue la de una joven universitaria que llegó a mí cuando yo ya había dado por culminada la etapa de entrevistas. Era fenotípicamente ‘negra’, hija de unA madre ‘blanca’. Y me contó que, cuando era chica, su mamá le cantaba así: ‘Planté una zanahoria junto al corral/ Nació una negrita con delantal/ Baila negrita / no sé bailar / Agarra el rebenque, que así ella va a bailar’. La canción de cuna de la madre no sólo era racista sino también esclavista’, dijo Vainer Schucman.

De acuerdo con la investigadora, esa “madre blanca”, empleada doméstica, de ojos azules y nordestina de la ciudad de Recife, se había casado varias veces, siempre con hombres “negros”. Y a los exmaridos les decía “monos”. El padre de la joven, un albañil nacido en Bahía y calificado por la hija como “negro muy negro”, fue el segundo de éstos.

“Se habían conocido en São Paulo. Cuando entrevisté a la joven universitaria, estaban separados hacía ya mucho tiempo. El padre tenía 80 años, y la madre 70”, precisó la investigadora. La joven le contó que “supo que era negra desde chica”, a causa de las violencias que sufría por parte de su madre. Cuando se peleaba con ésta, la madre le decía “mona” y “negra apestosa”. Le decía que su pelo era “feo” como el de su padre y le pegaba cuando lloraba mientras la peinaba. “Yo lo miraba a mi papá, y aquel hombre, que tenía una identidad negra extremadamente negativa, se ubicaba realmente como inferior”, comentó la entrevistada.

De acuerdo con la interpretación de Vainer Schucman, esa madre, una mujer pobre, ignorante, humillada y con una autoestima muy baja, usaba su “blancura” como único valor y como instrumento de poder. “Su racismo no era del tipo medio camuflado, medio jocoso, tan común de encontrar en Brasil. Era un racismo cruel, violento, en un contexto de extrema pobreza. Cuando estaba sin trabajo y no tenía un marido que la ayude, la madre y los hijos mendigaban, y debían golpear las puertas de gente conocida para pedir algo de comer. La ‘blancura’ fue lo único que le quedó, y ella la usaba de una manera muy burda, muy elemental”, dijo.

“Uno de los precursores de la área de investigaciones a la que actualmente denominamos ‘estudios críticos de la blancura’, el estadounidense Willian Du Bois, le dio el nombre al comienzo del siglo pasado de ‘salario público y psicológico’ a aquello que dota a la persona blanca de accesos y privilegios simbólicos, por peor que sea su situación. Yo partí de ese concepto y me di cuenta de que, en la familia en cuestión, la ‘raza’ era efectivamente un modulador de los vínculos afectivos. Porque los hermanos ‘más claros’ sufrían menos. La joven era ‘la más oscura’. Y debía dormir con un broche para la ropa en la nariz, porque la madre creía que así su nariz se afinaría”, dijo Vainer Schucman.

Aunque con una infancia tan adversa, la joven logró llegar a la universidad y entró en contacto con el movimiento social negro. Y fue a través de la actuación política y del rap como empezó a reconstruir su identidad. Posteriormente, también fue en busca de la psicoterapia.

“Me dijo que dentro de ella hay dos personas: una que participa en el movimiento, que es militante, que asume su cabellos crespos; y otra que aún es aquella niña destruida. Afirmó que cree fervientemente que algún día encontrará la redención. Pero, por ahora, esa niña sigue allí. Y duele”, dijo Vainer Schucman.

El otro lado de la negación

Otras entrevistas le mostraron a la investigadora formas mucho más sutiles de negación, que la llevaron a la conclusión de que el racismo de la gente no necesariamente impide el afecto. “En la mayoría de los casos, el individuo ‘negro’ es querido por sus familiares. Lo que sucede, eso sí, es que, por quererlo o para quererlo, esos familiares suelen negar su condición de ‘negro’. En lugar de reelaborar su racismo con la intención de superarlo, los familiares sencillamente retiran a la persona querida del grupo estigmatizado. Utilicé el concepto de ‘negación’ de Freud para interpretar ese comportamiento”, explicó.

En el caso de una de las familias que Vainer Schucman escuchó, originaria de Bahía, la madre consideraba que todos sus familiares eran “blancos”. Y que por ese motivo la propia entrevista no tenía sentido. Pero uno de sus hijos se consideraba “negro, con una hermana blanca”, y que por eso vivía en una “familia interracial”. Para la madre, esa idea del hijo era “una tontería que él empezó a decir después de que ingresó a la universidad”. Ese hijo era el que recibía ´más afecto de la madre; pero, para poder quererlo, ella de alguna manera necesitaba negar que su hijo fuera “negro”. De allí el concepto de “negación”.

Por una de esas “ironías del destino”, que parecen ejemplificar el concepto psicoanalítico de “retorno de lo reprimido”, la hermana del muchacho, que había nacido “muy clara”, “muy blanca”, tuvo una relación amorosa “interracial” con un hombre a quien la familia calificaba como “muy negro”. Y quedó embarazada. La expectativa con relación al color del bebé generó un tiempo de extrema tensión en la dinámica intrafamiliar. “La madre de esa familia, por ende, la abuela del niño, me dijo algo sumamente significativo: ‘Estábamos muy nerviosos. Pero cuando vimos que mi nieta había nacido blanca, todo el mundo se enamoró de ella’”, comentó Vainer Schucman.

Cuando la investigadora entrevistó a la familia, la chica ya tenía 14 años, y se autocalificaba en ocasiones como “morena”, y otras veces como “mulata”, diciendo que no era “negra” porque las “negras” tienen pelo crespo, y ella planchaba el suyo. “Al igual que sus familiares, ella necesitaba negar su ‘negrura’ para legitimar el afecto que recibía”, dijo.

Según Vainer Schucman los rasgos fenotípicos del hijo provenían probablemente de su padre. Pero éste era el gran ausente, el gran desconocido, cuya presencia ninguna foto documentaba y de quien nada se decía. Por otra parte, la madre, pese a su piel clara y a sus cabellos planchados, visiblemente tenía ancestros negros, aunque no los reconocía como tales.

En el caso de otra familia entrevistada, de São Bernardo do Campo, en el estado de São Paulo, el padre no era desconocido, desaparecido o ausente. La familia convivía con él, lo quería, pero la madre nunca admitió que su marido fuera “negro”.

De acuerdo con la investigadora, la hija de la pareja sufrió también otros tipos de negación. Cuando era niña e iba a pasar los fines de semana con sus primas del lado paterno, volvía siempre con trencitas en el pelo, al estilo afro. Al llegar a casa, la madre le decía que estaba horrible, e inmediatamente le deshacía las trenzas. Y aun cuando se hizo adulta, si se ponía aros muy grandes o se vestía con ropa más colorida, la madre la criticaba por “usar cosas de negros”.

“Ella me dijo: ‘Mi mamá me decía que yo era casi blanca, pero que mi nariz no era de blanco. Cuando era chica, siempre tuve la sensación de intentar ser algo que no era, la sensación de estar corporalmente inadecuada. Más tarde, cuando tuve un hijo, mi mamá me dijo que le pasara bastante la mano por su naricita mientras aún era bebé y los cartílagos eran blanditos, para afinársela”, dijo Vainer Schucman.

La conclusión de la investigadora indica que en Brasil es posible estar en contra del racismo, creer que el racismo es un mal que debe combatirse, casarse con “un negro” y, aun así, ser racista. Racista en el sentido de jerarquizar a las personas con base en el fenotipo, de creer que el “pelo de blanco” es más lindo, que la “nariz de blanco” es más linda, y así sucesivamente. “Con todo, si bien la ‘familia interracial’ es a menudo el lugar de vivencias racistas, también puede constituirse como un espacio privilegiado para la acogida y el desarrollo de estrategias de enfrentamiento del racismo de la sociedad que la rodea, tal como pude verificar en más de una entrevista”, dijo.

 

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