Algunos voluntarios presentaban factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares, que aparentemente fueron potenciados por la COVID-19 (foto: Andréia Machado Santos)

COVID-19
Incluso la forma leve de la COVID-19 tiende a causar desequilibrio en el sistema cardiovascular y requiere atención
27-03-2025
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En un estudio con 130 voluntarios realizado en la Universidad Federal de São Carlos, se observó —hasta seis semanas después de la infección— una disminución drástica en la variabilidad de la frecuencia cardíaca, es decir, en la capacidad del corazón de adaptarse a las demandas ambientales y fisiológicas

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Incluso la forma leve de la COVID-19 tiende a causar desequilibrio en el sistema cardiovascular y requiere atención

En un estudio con 130 voluntarios realizado en la Universidad Federal de São Carlos, se observó —hasta seis semanas después de la infección— una disminución drástica en la variabilidad de la frecuencia cardíaca, es decir, en la capacidad del corazón de adaptarse a las demandas ambientales y fisiológicas

27-03-2025
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Algunos voluntarios presentaban factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares, que aparentemente fueron potenciados por la COVID-19 (foto: Andréia Machado Santos)

 

Por Maria Fernanda Ziegler  |  Agência FAPESP – Las personas que tuvieron COVID-19, incluso en casos leves, tienden a presentar a corto y medio plazo desequilibrios en el sistema cardiovascular, por lo que necesitan buscar tratamiento de rehabilitación. Así lo constató un estudio con 130 voluntarios realizado en la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), en Brasil, con apoyo de la FAPESP.

Según los datos publicados en la revista Scientific Reports, los participantes evaluados hasta seis semanas después de la infección presentaron una disminución drástica en la variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFC), es decir, en la variación del tiempo entre cada latido del corazón. Aquellos evaluados en los períodos entre dos y seis meses, o entre siete y doce meses después de la infección, mostraron mejoras paulatinas, aunque sin alcanzar los niveles del grupo de control (compuesto por personas no infectadas por el SARS-CoV-2).

La VFC se considera un buen indicador de salud, ya que señala la capacidad del corazón para adaptarse a las demandas fisiológicas. De esta forma, cuanto menor es el índice, peor es la capacidad de ajuste de la frecuencia cardíaca y de adaptación a estresores ambientales (como situaciones de huida, angustia y miedo) y fisiológicos (como la inflamación sistémica, característica de la COVID-19).

“Este estudio refuerza la necesidad de programas de rehabilitación incluso para personas que tuvieron COVID-19 leve y no fueron hospitalizadas. Los participantes tenían en promedio 40 años de edad y algunos presentaban factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares, como colesterol alto, tabaquismo, diabetes, obesidad e hipertensión arterial. Al parecer, la COVID-19 potenció este desequilibrio cardiovascular y, en consecuencia, aumentó el riesgo de enfermedades”, explica Audrey Borghi Silva, coordinadora del Laboratorio de Fisioterapia Cardiorrespiratoria (Lacap) de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar).

El impacto de la COVID-19 en el control autonómico cardíaco ha sido demostrado en varios estudios. “Nuestra investigación contribuye a confirmar este impacto y demuestra que también puede ocurrir en personas jóvenes o de mediana edad que tuvieron COVID-19 leve y no necesitaron hospitalización”, destaca Aldair Darlan Santos-de-Araújo, investigador de la UFSCar y primer autor del artículo.

Desajuste

Además de la menor variabilidad de la frecuencia cardíaca, los investigadores observaron en los voluntarios infectados por el SARS-CoV-2 una predominancia del sistema nervioso simpático sobre el parasimpático. Estos son las dos ramas del sistema nervioso autónomo, que controla funciones involuntarias del cuerpo como la presión arterial y la temperatura corporal. Mientras que el sistema parasimpático, entre otras funciones, desacelera el corazón cuando es necesario, el simpático lo acelera en situaciones de peligro o miedo, por ejemplo.

“El buen funcionamiento cardiovascular requiere un equilibrio entre estos dos mecanismos, y lo que observamos es que el impacto negativo de la infección por COVID-19 en esos individuos provocó un desequilibrio en el sistema nervioso autónomo”, afirma Santos-de-Araújo. “El patrón observado –de reducción de la variabilidad de la frecuencia cardíaca y predominancia del sistema nervioso simpático [o reducción de la actividad parasimpática]– indica no solo una disminución en la modulación autonómica global, sino también sugiere una mayor probabilidad de desenlaces cardiovasculares adversos.”

Además, los investigadores destacan que los resultados apuntan a una posible fase de transición de la recuperación autonómica cardíaca, ya que los individuos evaluados en el grupo con mayor tiempo de recuperación desde el diagnóstico presentaban un mejor equilibrio simpático-parasimpático.

“Este efecto transitorio se puede observar con más claridad en el grupo evaluado más tempranamente [hasta seis semanas después de la infección], que presentaba peor variabilidad de la frecuencia cardíaca, mejorando progresivamente con el tiempo, aunque sin alcanzar los niveles observados en el grupo de personas no infectadas”, explica Santos-de-Araújo.

El estudio también mostró que la disnea (falta de aire) fue el síntoma más común entre los individuos con peor modulación autonómica cardíaca, aunque no fue el único. “En el grupo de personas monitoreadas en el período más cercano a la infección, observamos un mayor porcentaje de tos [47%], fatiga [50%], cefalea [56%], ageusia [pérdida del gusto, 53%], ansiedad [62%], coriza [50%] y una mayor prevalencia de personas no vacunadas [44%]”, detalla Santos-de-Araújo.

El artículo Impact of COVID-19 on heart rate variability in post-COVID individuals compared to a control group puede ser leído en: www.nature.com/articles/s41598-024-82411-w.

 

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