En el marco de un seminario online organizado por la FAPESP, investigadores de Brasil, Estados Unidos y Francia hicieron referencia a los impactos de la pandemia sobre el aumento de la desigualdad y en la educación (foto: Marc Thele/Pixabay)

Expertos abogan por el acceso a internet y a las tecnologías de enseñanza como bienes públicos
01-04-2021
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En el marco de un seminario online organizado por la FAPESP, investigadores de Brasil, Estados Unidos y Francia hicieron referencia a los impactos de la pandemia sobre el aumento de la desigualdad y en la educación

Expertos abogan por el acceso a internet y a las tecnologías de enseñanza como bienes públicos

En el marco de un seminario online organizado por la FAPESP, investigadores de Brasil, Estados Unidos y Francia hicieron referencia a los impactos de la pandemia sobre el aumento de la desigualdad y en la educación

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En el marco de un seminario online organizado por la FAPESP, investigadores de Brasil, Estados Unidos y Francia hicieron referencia a los impactos de la pandemia sobre el aumento de la desigualdad y en la educación (foto: Marc Thele/Pixabay)

 

Por Maria Fernanda Ziegler  |  Agência FAPESP – La educación ha sido una de las grandes víctimas de la pandemia en todo el mundo, y especialmente en Brasil. El cierre de las escuelas, la falta de acceso a internet y de dispositivos electrónicos y el atraso para dar impulso a los planes de enseñanza remota de emergencia tendrán impactos sobre toda una generación de estudiantes y en el futuro del trabajo, lo que redundará en un aumento ostensible de las desigualdades.

“En este momento, pasados ya 12 meses de pandemia, cuando Brasil pierde diariamente alrededor de dos mil personas a causa del COVID-19, es necesario que exista un debate en el seno de la sociedad sobre el acceso al wifi y a internet de banda ancha como un bien público, así como lo son el agua y la energía. Esto es particularmente importante en este momento de la pandemia, con beneficios importantes para todos, especialmente para los más vulnerables. La garantía de este acceso permite avanzar en tecnologías digitales de enseñanza a distancia”, dijo Lorena Barberia, investigadora de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP), durante el webinario intitulado Education: COVID-19 and social inequalities, el pasado 3 de marzo, el noveno de la serie FAPESP COVID-19 Research Webinars, organizada con el apoyo del Global Research Council (GRC). 

Para la investigadora, quien estuvo a cargo de un estudio sobre la enseñanza durante la pandemia en los diferentes estados brasileños, sobre todo en este momento de pico de hospitalizaciones y muertes, el debate debe ir más allá de la dualidad de abrir o no abrir las escuelas. “Es un tema más profundo: el problema aún no se ha acabado y está generando consecuencias duraderas”, afirmó.

De acuerdo con Barberia, aparte de la demora para implementar programas de enseñanza remota de emergencia en todos los estados brasileños –en promedio fue más de un mes para impulsar este tipo de enseñanza–, lo que se vio en 2020 fueron programas débiles, que no plantearon soluciones tendientes a ampliar el acceso.

“Pocos estados expandieron el acceso a la enseñanza remota. Falta internet y muchos alumnos carecen de computadora o celular. Muchas familias apenas si poseen un celular compartido entre cinco, seis o siete personas, lo cual impide obviamente que un alumno pueda seguir las clases”, dijo.

De este modo, se creó un abismo de desigualdad entre la parte de la población que tuvo acceso a la educación y la otra que ni siquiera tuvo un día de clases en todo el año. “La educación ya era extremadamente desigual en Brasil, y esto se amplió aún más el año pasado. Muchas escuelas prosiguieron con sus clases, pero únicamente con quienes tenían acceso a internet.”

Barberia advirtió que el análisis sobre la reapertura de las escuelas debe hacerse de manera diferenciada, teniendo en cuenta las heterogeneidades en el acceso y la intensidad de la cobertura de la enseñanza remota. Una sugerencia sería diseñar programas destinados a quienes tuvieron algún tipo de clases remotas y los que no las tuvieron, por ejemplo. “Muchos se quedaron durante meses sin ningún tipo de clases, y otros empezaron a tener clases por televisión. Pero es completamente distinto para quienes tuvieron acceso a la enseñanza remota durante varias horas y con supervisión. Creo que los grupos con menor acceso a la enseñanza deben ser objeto de una atención especial. Existen desigualdades importantes.”

Estados Unidos: los efectos de la segregación

En Estados Unidos, las desigualdades también se ampliaron aún más con la pandemia. “No es precisamente una coincidencia que haya una desigualdad educativa entre los distintos barrios y vecindarios de una misma ciudad. Esto tiene que ver con nuestra historia de segregación racial y económica”, afirmó Prudence Carter, de la University of California en Berkeley (EE. UU.), quien también participó en el seminario.

De acuerdo con la socióloga, muchas de las escuelas que no cerraron en Estados Unidos optaron por mantenerse abiertas porque son empresas. “Las escuelas públicas, a causa de la segregación económica y racial, cerraron, y entonces lo que vimos son las consecuencias de la segregación digital. No todas las casas tienen internet, una computadora o un responsable que pueda ayudar a los estudiantes”. Carter también sostuvo que el acceso a internet debe considerarse un bien público.

La investigadora remarcó que los desafíos que plantea la pandemia son múltiples –una intersección entre la sociología, la educación, la salud y la economía– y, por eso mismo, deben ser múltiples las soluciones en el terreno de las políticas públicas.

“Ya existía una gran preocupación con la desigualdad histórica, recreada y aumentada con la pandemia. Y existe también una preocupación grande con el cuello de botella de las oportunidades entre los estudiantes. Pero en lugar de pensar únicamente en las pérdidas, necesitamos pensar en cómo revertirlas y también repensar al respecto de qué esperamos de esa generación. ¿Qué se puede hacer? Debemos repensar la manera de enseñar en forma remota o a distancia, ya que esto es distinto, requiere de una mayor interacción y a todos los niveles, desde la primaria hasta la universidad”, afirmó.

Carter presentó los resultados de un estudio del Pew Research Center que mostró de qué manera la cuestión de la reapertura de las escuelas también se politizó en Estados Unidos. “Entre la población negra, latina y asiática, el 80 %, el 69 % y el 72 % respectivamente preferían esperar para reabrir las escuelas hasta que todos los docentes se vacunasen. Entre los blancos, ese porcentaje fue del 51 %. Hay una gran diferencia también con respecto a los ingresos. Pero lo principal es que este tema está muy politizado. Mientras que entre los demócratas el 79 % prefería esperar la vacunación de los docentes, tan solo era de la misma opinión el 34 % entre los republicanos”, informó.

Francia: educación y confinamiento

En Francia, los investigadores también analizaron el período de dos meses en que los niños y adolescentes tuvieron clases remotas también. “En Francia no tenemos un historial de investigación sobre el compromiso parental en la educación de los hijos. Tampoco habíamos implementado la enseñanza a distancia antes de la pandemia. Por eso resolvimos observar los efectos que el peso de la educación remota tendría sobre los padres y empezamos a ver de qué manera se manifiestan y se amplían las desigualdades en este contexto”, dijo Romain Delès, de la Université de Bordeaux (Francia).

Para entender esta situación inédita de la enseñanza remota en el país durante el tiempo de confinamiento, el investigador elaboró un cuestionario para todos los padres y responsables de alumnos del sistema educativo francés y se contactó con más de 63 mil escuelas públicas y privadas, desde el jardín de infantes hasta la enseñanza media. Más de 32 mil padres y responsables contestaron el referido cuestionario.

“Si bien la enseñanza remota fue compulsiva, por un parte, todas las familias estaban libres para hacer lo que quisieran para apoyar a sus niños, por otra parte. Los docentes enviaban trabajos diarios, pero los padres podían elegir cómo y cuándo ayudarlos con el trabajo de la escuela. Los docentes brindaban soporte, pero los padres podrían elegir entre internet o programas de televisión exclusivos para ese período de tiempo. Esta libertad obró como una especie de trampa en el seno de algunas familias”, dijo.

De acuerdo con el estudio que Delès realizó, la participación de los padres en las actividades escolares de los hijos fue cercana al 100 % entre las familias cuyos niños cursaban los grados iniciales y pasó a caer a partir del octavo grado (86 %). “Los padres de las clases más pudientes afirmaron que el período de confinamiento y la enseñanza remota no constituyeron un gran problema. Se mostraban optimistas con esta novedad por estar juntos haciendo algo que no hacían anteriormente. Existía incluso un mecanismo tendiente a minimizar el esfuerzo escolar.”

Otro hallazgo de la investigación fue el que apuntó que los sectores más pudientes lograron sacar ventajas de las formas más variadas de apoyar a sus hijos, creando situaciones de enseñanza no tan escolares, que priorizaron las artes plásticas, la cultura y la música para avanzar en el aprendizaje. “Hubo una preocupación por brindarles una mayor autonomía a los niños al aprender y por el empleo de formas alternativas de ayudar en la enseñanza, no tan enfocadas en los deberes de casa”, dijo.

El webinario se encuentra disponible en el siguiente enlace: www.youtube.com/watch?v=-sqKirWXK3s
 

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