Trampa luminosa para mosquitos en el borde del bosque: la investigación recolectó vectores Anopheles y muestras de sangre de residentes de Cruzeiro do Sul, en el estado brasileño de Acre (foto: Fredy Galvis/Amazônia+10)

Salud pública
El riesgo de malaria en la Amazonia es mayor en regiones de degradación forestal intermedia
30-10-2025

La investigación señala que áreas con 50 % de deforestación cercanas a viviendas, o con vegetación fragmentada, permiten un mayor contacto de mosquitos con humanos. En medio de las discusiones rumbo a la COP30, el estudio ayuda a comprender el vínculo entre la destrucción del bosque y el avance de la enfermedad.

Salud pública
El riesgo de malaria en la Amazonia es mayor en regiones de degradación forestal intermedia

La investigación señala que áreas con 50 % de deforestación cercanas a viviendas, o con vegetación fragmentada, permiten un mayor contacto de mosquitos con humanos. En medio de las discusiones rumbo a la COP30, el estudio ayuda a comprender el vínculo entre la destrucción del bosque y el avance de la enfermedad.

30-10-2025

Trampa luminosa para mosquitos en el borde del bosque: la investigación recolectó vectores Anopheles y muestras de sangre de residentes de Cruzeiro do Sul, en el estado brasileño de Acre (foto: Fredy Galvis/Amazônia+10)

 

COP30

Por Luciana Constantino  |  Agência FAPESP – En medio de las discusiones preparatorias para la COP30, que incluyen incluso temas relacionados con la salud, una investigación contribuye a entender la relación entre la destrucción del bosque y el avance de la malaria en la llamada Amazonia Legal, área que abarca a los nueve estados donde ocurre el bioma amazónico en Brasil, creada por el gobierno federal con fines de desarrollo regional.

El estudio muestra que la cobertura forestal intermedia, con 50 % de deforestación, aumenta los casos de la enfermedad en humanos y las tasas de infección por mosquitos Anopheles, con abundancia del subgénero Nyssorhynchus.

De acuerdo con el trabajo, la asociación persistente entre deforestación y enfermedad refuerza la necesidad de intervenciones dirigidas, integrando el control de vectores con la conservación forestal. La malaria se transmite mediante la picadura de la hembra del mosquito del género Anopheles infectada por una o más especies del protozoario Plasmodium. El mosquito anofelino es conocido en Brasil como carapanã, muriçoca, sovela y bicuda.

Los investigadores realizaron recolecciones de campo en 40 puntos de Cruzeiro do Sul, municipio del estado de Acre situado en una frontera de deforestación. Junto con otras ciudades del Valle del Río Juruá, el municipio es considerado un hotspot persistente de incidencia de malaria: las intervenciones de la última década no han sido capaces de interrumpir los ciclos endémicos.

Las áreas seleccionadas representan un gradiente de cobertura forestal y niveles de deforestación. Los hallazgos fueron divulgados em la revista científica Acta Tropica.

“En la investigación detectamos que el mayor riesgo de transmisión de malaria ocurre cuando hay una proporción de 50 % de bosque nativo cercano a viviendas, asentamientos o núcleos poblacionales. El riesgo también es alto cuando la vegetación está fragmentada, permitiendo un mayor contacto de los vectores que están en el bosque con los humanos. Por otro lado, disminuye si la deforestación es completa, porque el ambiente se vuelve inhóspito para el vector, o cuando el bosque se restaura a niveles por encima del 70 %, lo que muestra la importancia de la conservación y la restauración”, afirma el biólogo Gabriel Laporta, autor correspondiente del artículo.

Para evaluar cómo la estructura del paisaje influye en la transmisión, se usaron datos de mosquitos vectores —abundancia y tasas de infección— y casos de malaria en humanos. “Consideramos sumamente importante recolectar no solo los vectores, sino también las muestras de sangre de los residentes. Probamos la infectividad en el grupo de los vectores y en el de los hospedadores. Ese patrón de riesgo de transmisión en el medio del gradiente de cobertura forestal apareció en ambos conjuntos”, explica el biólogo a la Agência FAPESP.

Profesor del Centro Universitario Faculdade de Medicina do ABC (FMABC), Laporta investiga la malaria desde hace más de diez años. La FAPESP apoyó el estudio mediante un auxilio Joven Investigador, un auxilio en el ámbito de la convocatoria Amazônia+10 y una beca de doctorado (23/08053-8).

En el proyecto apoyado, los científicos buscan comprender mejor los ciclos persistentes de transmisión de malaria, de la enfermedad de Chagas y de la leishmaniasis cutánea frente a un escenario de deforestación. Para ello, trabajan con la integración de modelado de geoprocesamiento y tecnologías de teledetección, aliadas a información sobre la incidencia de parásitos humanos y niveles de infección de mosquitos por Plasmodium vivax y P. falciparum, Trypanosoma spp. y Leishmania spp. En total, serán cinco años de seguimiento, con finalización prevista para 2027.


El riesgo de transmisión disminuye si la deforestación es completa, porque el ambiente se vuelve inhóspito para el vector, o cuando el bosque se restaura a niveles por encima del 70 % (gráfico: Gabriel Laporta et al./Acta Tropica) (gráfico: Gabriel Laporta et al.)

Paso a paso de la ciencia

En 2021, un grupo de científicos, incluido Laporta, publicó un artículo en Scientific Reports con hallazgos de un estudio longitudinal espacio-temporal basado en datos recolectados en asentamientos rurales de la Amazonia, que ya mostraba un mayor riesgo de malaria asociado a la deforestación.

Se detectaron dos picos para la ocurrencia de vectores: el primero por Plasmodium vivax, Nyssorhynchus darlingi y vectores locales, registrado entre 10 y 12 años después del inicio de los asentamientos. En el segundo, entre 36 y 38 años más tarde, los vectores locales no aparecieron, con prevalencia de los otros dos tipos.

Además, en otra investigación se demostró que los cambios en los paisajes de la Amazonia disminuyeron la diversidad general de mosquitos, permitiendo que Nyssorhynchus darlingi se volviera dominante.

Combate constante

Además de la deforestación, entre las principales causas del avance de la malaria en países endémicos, como Brasil, se encuentran los cambios en los tipos de mosquitos predominantes, la pérdida de biodiversidad y el avance de grandes proyectos de infraestructura que modifican los paisajes naturales, como represas hidroeléctricas, actividades mineras y urbanización.

El cambio climático ha agravado la situación, ya que el aumento de las temperaturas, junto con lluvias y sequías intensas, crea condiciones más favorables para la proliferación de mosquitos. Los sistemas de vigilancia en salud, la atención a las poblaciones más vulnerables y las respuestas rápidas a desastres naturales se encuentran entre las medidas que pueden adoptarse para enfrentar estos casos.

Reconociendo que la crisis climática impacta directamente la salud de las poblaciones y la necesidad de integrar ambas agendas, la presidencia de la COP30, que se celebrará en noviembre en Belém, capital del estado de Pará, incluyó la salud entre los temas de sus días temáticos.

“Las cuestiones ambientales y de salud pública parecen distantes, pero están muy conectadas. Una de las formas de intervención en áreas como las que estudiamos sería promover iniciativas sostenibles que generen ingresos para los residentes. El bosque conservado ofrece productos con valor, pero tienden a ser menos rentables que abrir tierras para pastos o uso agrícola. El pago por servicios ecosistémicos, a través del mercado de carbono, por ejemplo, puede ser una alternativa. Una conferencia como la COP30, que reúne a gobernantes y responsables de la toma de decisiones, puede ser una oportunidad para discutir cómo sustituiremos el modus operandi actual”, comenta Laporta.

Considerada un problema de salud pública global, la malaria es endémica en los nueve estados de la Amazonia Legal, que concentraron 138 mil de los 142 mil casos registrados en el país en 2024, según el Ministerio de Salud.

Brasil, mediante el Plan Nacional de Eliminación de la Malaria, se comprometió a llegar al año 2030 con menos de 14 mil casos y alcanzar el objetivo final para 2035.

En el estudio, los investigadores advierten que la eliminación de la malaria requiere no solo tratamientos eficaces, sino también estrategias integrales de control de vectores. Señalan que una solución potencial consiste en hacer que el ambiente sea menos favorable a los vectores anofelinos, manteniendo la biodiversidad en áreas forestales conservadas. “La combinación de estos factores ecológicos con protocolos de tratamiento mejorados puede potenciar los esfuerzos para eliminar la malaria”, escriben en el artículo.

En el mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hubo 263 millones de casos y 597 mil muertes por la enfermedad en 2023, de las cuales alrededor del 95 % ocurrieron en países del continente africano, donde aún hay poco acceso a servicios de prevención, detección y tratamiento.

La prevención individual se realiza mediante el uso de mosquiteros y mallas que protegen de los mosquitos, además de repelentes. Las medidas colectivas incluyen obras de saneamiento y el relleno de criaderos del vector, junto con la mejora de las condiciones de vivienda de las poblaciones vulnerables.

La enfermedad provoca fiebre, escalofríos, temblores, sudoración y dolor de cabeza, y en los casos graves puede causar convulsiones, hemorragias y alteración de la conciencia. En Brasil, normalmente el paciente recibe tratamiento de forma ambulatoria, provisto por el SUS (sigla de “Sistema Único de Saúde”), la red nacional de salud pública.

El artículo Intermediate forest cover and malaria risk in an Amazon deforestation frontier puede leerse en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0001706X25002281.

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