Una mujer lava ropa en el río Parnaíba, en el municipio de Nazária, estado de Piauí, Brasil (foto: Wilson Dias/Agência Brasil)
Se trata de un abordaje innovador que señala las áreas con mayores fragilidades. Sus resultados podrán emplearse en el diseño de políticas públicas de desarrollo sostenible
Se trata de un abordaje innovador que señala las áreas con mayores fragilidades. Sus resultados podrán emplearse en el diseño de políticas públicas de desarrollo sostenible
Una mujer lava ropa en el río Parnaíba, en el municipio de Nazária, estado de Piauí, Brasil (foto: Wilson Dias/Agência Brasil)
Por Luciana Constantino | Agência FAPESP – Científicos brasileños combinaron indicadores ambientales, físicos y socioeconómicos para crear un índice cuyo objetivo es exponer distintos niveles de vulnerabilidades socioambientales de acuerdo con las características de una determinada área. Con este abordaje innovador, aplicaron el Índice de Vulnerabilidad Socioambiental (Sevi) a las cuencas de los ríos Parnaíba y São Francisco, en la región nordeste del país.
Dichas cuencas, a las que se considera cruciales tanto para la expansión del agronegocio como para la conservación de la biodiversidad, se extienden a través de más de 780 municipios brasileños y abarcan parte de los biomas de Caatinga (semiárido) y del Cerrado (sabana tropical), que enfrentan no solamente la deforestación, sino que también se encuentran amenazados por los efectos de los cambios climáticos.
El resultado de este estudio apuntó que, para la zona del Parnaíba, la segunda cuenca del nordeste de Brasil, la principal limitación con miras a disminuir las fragilidades socioambientales reside en su capacidad adaptativa: se detectan allí déficits de infraestructura, de ingresos y de condiciones necesarias para el desarrollo humano. En tanto, en el caso del São Francisco, los factores más significativos de vulnerabilidad están relacionados con la densidad poblacional, la degradación del suelo, el uso de la tierra e indicadores climáticos tales como la temperatura y las precipitaciones.
Estas conclusiones aparecen en un artículo publicado en la revista Sustainability por científicos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) y del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (Cemaden). El trabajo contó con el apoyo de la FAPESP y del proyecto Forests 2020, que forma parte del International Academic Partnership Program (IAPP), de la Agencia Espacial del Reino Unido, y que congrega a expertos en monitoreo forestal de distintos países.
“Esta investigación demostró que el abordaje de los problemas relacionados con el desarrollo sostenible debe tener en cuenta características específicas de cada región analizada, y apuntó las deficiencias de algunas políticas públicas. Planteamos un problema que afecta a muchas áreas agrícolas de diversos países, fundamentalmente de los países en desarrollo”, le explica a la Agência FAPESP la bióloga Rita Marcia da Silva Pinto Vieira, autora principal del trabajo.
Para la investigadora, quien trabajaba en el Inpe cuando desarrolló el estudio, la incorporación de indicadores socioeconómicos permitió consolidar la idea de que la sostenibilidad no se relaciona únicamente con el clima, los factores ambientales y la degradación del suelo, sino que se refiere también a un componente humano y de biodiversidad.
“Normalmente estos indicadores trabajan con la cuestión de la vulnerabilidad enfocándose en un aspecto y en forma independiente. Logramos plasmar una integración de los datos ambientales y socioeconómicos y demostrar que la vulnerabilidad está muy supeditada tanto a la exposición como a la capacidad adaptativa del sistema en general. Este índice revela las áreas en donde ya existe efectivamente una alta vulnerabilidad”, añade el climatólogo del Inpe Lincoln Muniz Alves, uno de los autores del artículo.
También suscribe el trabajo el investigador sénior Jean Pierre Ometto, de la División de Impactos, Adaptación y Vulnerabilidades (DIIAV) de la Coordinación General de Ciencias de la Tierra (CGCT) del Inpe.
Paso por paso
Para componer el Sevi, los investigadores combinaron indicadores relacionados con la adaptación (desarrollo humano, infraestructura e ingresos), con la sensibilidad (la cantidad de días sin lluvia, el uso y la cobertura de la tierra, la temperatura y el tipo de suelo) y con la exposición (densidad poblacional, degradación y desertificación del suelo).
El índice propuesto se basa en el proyecto Medalus (las siglas en inglés de Mediterranean Desertification and Land Use), desarrollado a finales de la década de 1990 para estudiar la desertificación en la zona mediterránea de Europa provocada por el uso de la tierra, que permitió efectuar una clasificación con pesos por indicador.
Los valores obtenidos en la investigación se clasificaron como muy alto, alto, moderado, bajo y muy bajo.
El área analizada es de algo más de 962 mil kilómetros cuadrados (km²), con una población de alrededor de 20 millones de habitantes, predominantemente en las zonas urbanas. De ese total, 16 millones de personas viven en la cuenca del São Francisco –un río que atraviesa seis estados brasileños, desde Minas Gerais hasta el límite entre Alagoas y Sergipe– y 4 millones en la cuenca del Parnaíba.
De acuerdo con el Sevi, el 53 % de la cuenca del São Francisco exhibió un indicador de vulnerabilidad “alto” y “muy alto”, totalizando un área de 337.569 km² con fragilidades socioambientales. Parte de la misma coincidió con los focos de desertificación oficialmente reconocidos por el Ministerio de Medio Ambiente de Brasil. En el río Parnaíba, esa proporción fue del 37 % (121.990 km²).
Con respecto a la capacidad adaptativa, el 57 % (549.830 km²) del área comprendida en el estudio se ubicó en los niveles “bajo” y “muy bajo”.
La cuenca del río São Francisco exhibió una mayor área de exposición “alta” y “muy alta” con relación a la del Parnaíba –del 62,8 % y del 30,7 %– y también de sensibilidad. Contribuyeron con estos resultados la densidad poblacional, la degradación y la desertificación de los suelos y la cantidad de días sin lluvia, lo que influye directamente sobre el riesgo de que ocurran incendios forestales durante la estación seca.
El cuadro actual se vería agravado durante las próximas décadas como consecuencia de los cambios climáticos. Investigaciones anteriores con modelos globales mostraron que el caudal de ambos ríos disminuiría un 46 % y un 26 % respectivamente a causa del calentamiento global. Y existe también un pronóstico de incremento de la frecuencia de eventos climáticos extremos, que afectarán especialmente a la población que vive en situación de pobreza en esas áreas.
Asimismo, la tasa de deforestación en el Cerrado en 2022 fue la más alta desde el año 2015, de acuerdo con datos del Prodes, el programa de monitoreo del Inpe. Se devastaron 10.689 km² de este bioma: hace siete años, dicho índice fue de 11.129 km². En la Caatinga, el aumento fue del 25 % con relación al año anterior.
En 2023, las alertas de desmonte del sistema Deter (Inpe) para el Cerrado aumentaron un 35 % durante los primeros cinco meses con respecto a idéntico período de 2022.
Áreas protegidas
En la investigación se analizaron las unidades de conservación (UC) situadas a lo largo de ambas cuencas. Y se arribó a la conclusión de que las áreas de protección integral son menos vulnerables en la cuenca del Parnaíba que en la del São Francisco, en donde se encontraron puntos de “alta” vulnerabilidad en un 32 % de la extensión dentro de un entorno de hasta 5 km. Estos sitios constituyen focos frecuentes de presiones humanas como el desmonte y los incendios.
Por otra parte, el Parque Estadual de Lapa Grande, en el estado de Minas Gerais, que goza de protección integral, es la unidad de conservación mejor preservada de la región, con un 84,6 % con bajo grado de vulnerabilidad.
“El estudio corroboró qué áreas exhiben una alta vulnerabilidad y puso de relieve la importancia de las unidades de conservación. En tal sentido, demostramos en las recomendaciones que las prácticas sostenibles dentro de esas unidades pueden implementarse también en el entorno”, afirma Muniz Alves.
Por este motivo, los investigadores recomiendan expandir las áreas de las UC mediante la implementación de prácticas sostenibles de manejo de la tierra y el desarrollo de estrategias tendientes a mantener los servicios ecosistémicos de la vegetación local.
De acuerdo con el trabajo, estas prácticas de manejo y su modernización deberían incluso compartirse con los pequeños propietarios rurales. A menudo instalados en áreas de alta vulnerabilidad socioambiental, estos afrontan la carencia de recursos de financiación y terminan por hacer un uso inadecuado del suelo, lo que deriva en el agotamiento de los recursos naturales y el agravamiento de la pobreza.
Los aportes
Los científicos sostienen que el Sevi, al registrar indicadores de vulnerabilidad socioambiental con características regionales, hace su aporte a programas como el Plan Nacional de Adaptación al Cambio del Clima (PNA) y a otras políticas públicas orientadas hacia la recuperación de áreas degradadas.
“Utilizamos variables específicas para la Caatinga y el Cerrado. Pero el método, el andamiaje que se desarrolló para el Sevi seguramente puede aplicarse a otras regiones y otros biomas teniendo en cuenta sus peculiaridades”, culmina diciendo Da Silva Pinto Vieira.
Puede leerse el artículo intitulado Socio-Environmental Vulnerability to Drought Conditions and Land Degradation: An Assessment in Two Northeastern Brazilian River Basins en el siguiente enlace: www.mdpi.com/2071-1050/15/10/8029.
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