De izquierda a derecha: Paulo Artaxo, Karen Silverwood-Cope, Thelma Krug y Luiz Aragão (imagen: reproducción)

Cambios climáticos
COP30: una ventana de oportunidades para enfrentar la crisis climática, con Brasil en la presidencia
20-02-2025
PT EN

Los expertos señalan el retraso en el cumplimiento de las metas del Acuerdo de París y advierten que sin medidas urgentes el mundo puede volverse hasta 4,3 °C más caluroso

Cambios climáticos
COP30: una ventana de oportunidades para enfrentar la crisis climática, con Brasil en la presidencia

Los expertos señalan el retraso en el cumplimiento de las metas del Acuerdo de París y advierten que sin medidas urgentes el mundo puede volverse hasta 4,3 °C más caluroso

20-02-2025
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De izquierda a derecha: Paulo Artaxo, Karen Silverwood-Cope, Thelma Krug y Luiz Aragão (imagen: reproducción)

 

Por José Tadeu Arantes  |  Agência FAPESP – Han transcurrido 34 años desde que salió el primer informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado en 1990, y después de 29 Conferencias de las Partes (COP), las reuniones anuales organizadas por las Naciones Unidas (ONU) para definir e implementar acciones globales de enfrentamiento de la crisis climática, el mundo sigue arrojando cantidades crecientes de carbono a la atmósfera: en el año 2023 se registró un nuevo récord, de 57,1 gigatoneladas de CO2 equivalente (CO2e), con un aumento de un 1,3 % con relación al año anterior.

La meta del Acuerdo de París (2015), de limitar hasta el final de este siglo (2100) el aumento de la temperatura media global debajo de los 2 °C con relación a los niveles preindustriales, con esfuerzos para restringir ese aumento a 1,5 °C, parece actualmente un objetivo utópico. Más todavía ahora que Estados Unidos, el segundo mayor emisor de carbono mundial, se ha retirado de dicho acuerdo por segunda vez.

A finales de 2024, tuvo lugar en Bakú, Azerbaiyán, la COP29. Y los protagonistas se preparan para la COP30, que se espera con especial interés debido al hecho altamente simbólico de que se concretará en la ciudad de Belém, en plena Amazonia brasileña. Aparte de los aproximadamente 7.000 integrantes de los equipos de la ONU y de las delegaciones de los países miembros, dicho encuentro en noviembre de este año reunirá a una gran cantidad de militantes del clima y observadores. La Fundación Getulio Vargas (FGV) estima que la capital del estado de Pará recibirá un total de más de 40.000 visitantes.

La COP29 terminó con el compromiso de los gobiernos de los países desarrollados de “asumir el liderazgo” de un aporte anual de al menos 300.000 millones de dólares destinados a los países en desarrollo en el trascurso de la próxima década para apoyar acciones de disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y de adaptación a los cambios climáticos. Y que ese monto llegue en 2035 a un nivel de 1,3 billones de dólares. Según estudios mencionados por el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio del Clima (MMA) de Brasil, “las necesidades de los países en desarrollo en el enfrentamiento de la crisis climática superan los billones de dólares anuales.”

La agenda de la COP incluye la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero, la adaptación a los cambios climáticos, la financiación climática destinada a los países en desarrollo, las tecnologías de energía renovable y las soluciones de bajo carbono, la preservación de los bosques y la biodiversidad, la justicia climática y los impactos sociales de los cambios climáticos.

Según el físico Paulo Artaxo, la disminución de las emisiones debe ser el principal objetivo en este momento, y no puede quedar opacado por otros temas, también importantes, pero secundarios, ni pasado por alto con evasivas. Para decirlo de una manera breve y clara: es necesario frenar drásticamente la cantidad de carbono que se arroja a la atmósfera, y para ello hay que parar de quemar combustible fósil.

“El IPCC efectuó proyecciones de la temperatura futura. Con la trayectoria actual, tendremos un aumento de 4,3 °C. En un escenario en el cual el Acuerdo de París siga implementado como está implementándose ahora, es decir, más o menos, el aumento será de 3,7 °C. La implementación rigurosa redundará en un aumento del orden de los 2,8 °C”, afirmó Artaxo. Y enfatizó que la mayor parte de la descarga anual (57,1 gigatoneladas de CO2e) en la atmósfera es producto y lejos de la quema de combustibles fósiles.

Artaxo es profesor titular del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (IF-USP), miembro del IPCC e integrante del comité científico del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG). Y formuló esta advertencia durante la conferencia intitulada “Los Caminos para el Brasil pos-COP29”, organizada por el PFPMCG en diciembre pasado en el Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la USP (IAG-USP).

Participaron en la conferencia además Thelma Krug, científica del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) y ex vicepresidente del IPCC, y Karen Silverwood-Cope, exdirectora del Plan Nacional de Adaptación al Cambio del Clima y actual directora de clima del WRI Brasil, un instituto de investigación que participa de la red World Resources Institute (WRI).

Krug, quien representó a Brasil en las negociaciones de la COP durante aproximadamente 13 años, se quejó de la lentitud del proceso. “Somos 196 países miembros. Las decisiones en el ámbito de las Naciones Unidas se toman por consenso. ¿Cómo podemos hacer para que las cosas marchen más rápido? Sabemos que no estamos en una trayectoria de limitar el calentamiento a 1,5 °C. Los bosques entraron en la agenda en 2005 y la última regla al respecto salió en 2015. Es decir que fueron necesarios diez años para regular el tema del pago por los resultados de la reducción de las emisiones ocasionadas por el desmonte y la degradación forestal, por la conservación y el manejo sostenible de los bosques, por el enriquecimiento de los sumideros. Era para que los países desarrollados pagaran el esfuerzo de disminución de las emisiones de los países en desarrollo. Fueron diez años de negociaciones y eso nunca ocurrió. Entró en el mercado de carbono como está ahora”, afirmó.

Tal como lo señaló Artaxo, en una disertación respaldada en indicadores cuantitativos, esta morosidad es especialmente inquietante para Brasil, porque el calentamiento no se distribuirá de manera uniforme por todos los territorios. Las regiones tropicales enfrentarán efectos mucho más severos. “En un planeta 3 °C más caluroso, Brasil podrá experimentar un aumento promedio de la temperatura del orden de entre 4 °C y 4,5 °C. Esto tendrá un impacto enorme, especialmente en los recursos hídricos, en las alternaciones concernientes a la disponibilidad de agua. La Amazonia y el Brasil Central perderán cantidades sumamente significativas de agua, así como el sur de África y la Europa Mediterránea”, informó.

De allí la gran expectativa con relación a la COP30, que, al realizarse en la Amazonia y ser presidida por Brasil, puede configurar una ventana de oportunidades para concretar un enfrentamiento más sustancial de la crisis climática.

Silverwood-Cope efectuó un balance positivo de las realizaciones de Brasil en la esfera climática. Al mismo tiempo, dejó en el aire una pregunta en carácter de desafío. “Este año celebramos los 15 años de la Política Nacional sobre el Cambio del Clima [PNMC]. Y efectivamente, la misma generó resultados. En 2009, nuestra meta para 2020 consistía en emitir hasta 2 gigatoneladas. Según el sistema oficial del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación [MCTI], llegamos en 2020 con un techo, redondeado arriba, de 1,7 gigatoneladas. Así alcanzamos la primera meta, la de 2020. Deberemos alcanzar también la segunda, para 2025, de 1,3 gigatoneladas, porque registramos en 2024 una reducción récord del desmonte en la Amazonia. Cabe esperar que sigamos bajando el techo: 1,2 giga en 2030; de 0,8 a 1 giga en 2035. Pero yo quiero plantear acá una cosa: en la actualidad, Brasil emite fundamentalmente debido a las alteraciones en el uso de la tierra, la deforestación y la agricultura. Si todo sale bien, y logramos controlar el desmonte y promover la restauración, que en las metas oficiales es de 12 millones de hectáreas para 2030, dejaremos de ser un país que emite debido a alteraciones en el uso de la tierra, y nuestra principal fuente de emisiones será el consumo energético: en la industria, en los transportes. ¿Alguien en este país, ya sea en el gobierno federal, en las gobernaciones de los estados o en las agencias de investigación científica ha empezado a preparar a Brasil para un perfil de emisiones pos-2030?”, cuestionó.

La COP30, tal como lo enfatizaron los tres investigadores, puede erigirse en un punto de viraje para Brasil, tanto por la mayor concientización con relación a la responsabilidad climática en el ámbito interno como por el protagonismo en el escenario internacional, con el país asumiendo posición de vanguardia en el esfuerzo en pos del cambio del sistema de gobernanza global, indispensable para que haya alguna chance de éxito con miras a limitar al menos al nivel de los 2 °C o un poco más el aumento de la temperatura a lo largo de este siglo.

La conferencia contó con la participación en carácter de moderador de Luiz Aragão, investigador del Inpe e integrante del PFPMCG, quien remarcó que las acciones de mitigación únicamente no serán capaces de mantener la sostenibilidad social y económica de los países. Y que las iniciativas de adaptación serán también necesarias.

En la apertura de la conferencia participaron también el profesor Ricardo Trindade, director del IAG-USP, y el profesor Sylvio Canuto, asesor de la Dirección Científica de la FAPESP, quien representó al director científico, Marcio de Castro.

Puede accederse a la conferencia intitulada “Los caminos para Brasil pos-COP29” en: www.youtube.com/watch?v=_uhn6mEF02c.

 

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