Más de 40 expertos de 13 nacionalidades debatieron la situación del país bajo el anonimato de las “reglas de Chatham” (foto: Wikipedia)

Brasil es objeto de un seminario de la Fundación Ditchley
19-06-2014

Más de 40 expertos de 13 nacionalidades debatieron la situación del país bajo el anonimato de las “reglas de Chatham”

Brasil es objeto de un seminario de la Fundación Ditchley

Más de 40 expertos de 13 nacionalidades debatieron la situación del país bajo el anonimato de las “reglas de Chatham”

19-06-2014

Más de 40 expertos de 13 nacionalidades debatieron la situación del país bajo el anonimato de las “reglas de Chatham” (foto: Wikipedia)

 

Por Carlos Eduardo Lins da Silva

Agência FAPESP ‒ El presidente de la FAPESP, Celso Lafer, coordinó en abril pasado una reunión que se extendió durante tres días en la sede de la Fundación Ditchley, en la cual participaron 42 expertos de 13 nacionalidades distintas con el objetivo de discutir el rol de Brasil en el mundo.

Dicha fundación es una entidad no gubernamental británica, establecida en 1958 y con sede en las cercanías de Oxford, que se dedica al estudio de temas internacionales de relevancia desde una perspectiva académica y política. Está instalada en una casa que, durante la Segunda Guerra Mundial, fue diversas veces utilizada como residencia de fin de semana por el entonces primer ministro británico Winston Churchill.

Los encuentros organizados por la Fundación Ditchley reúnen a académicos, diplomáticos, empresarios, líderes de organizaciones no gubernamentales, políticos y personas con conocimiento probado referente a los temas discutidos, y que siguen las denominadas “reglas de Chatham”, según las cuales los participantes pueden usar la información y las opiniones expresadas durante los encuentros, pero no pueden atribuirlas ni identificar a quienes las emitieron, ni tampoco revelar su identidad. Esto permite que los debates transcurran en un clima de extrema franqueza.

En 2006, Brasil ya había sido tema de un seminario similar organizado por la misma institución. En la apertura de los trabajos de 2014, se observó que muchos de los problemas señalados ocho años atrás siguen en pauta.

Hubo poca concordancia entre los participantes, especialmente entre los brasileños y los extranjeros, acerca de cuál es el rol de Brasil en el mundo y cuál ha sido su desempeño en el escenario internacional, lo cual permite arribar a una conclusión inicial importante: existe un foso entre la percepción que Brasil tiene de sí mismo y la que los otros tienen del país.

Todos aceptan que Brasil ha hecho enormes progresos durante los últimos 20 años, como resultado de un amplio consenso nacional que se estableció alrededor de principios básicos en política y macroeconomía, y que esta situación nueva llevó naturalmente a que se ampliase su proyección en el mundo.

Y que, pese a ello, persisten los enormes desafíos por vencerse en todos los campos, especialmente en los de infraestructura, productividad, sistema fiscal y tributario, competitividad, educación, eficiencia del sistema político-partidario vigente y seguridad pública.

No obstante, aunque esos obstáculos sean satisfactoriamente superados, quedarán temas esenciales en cuanto a qué pretende ser Brasil en el mundo y hasta dónde está dispuesto a pagar para llegar al lugar que anhela ocupar.

Imagen incierta

Incluso regionalmente, en América del Sur, ¿Brasil pretende ser líder o sólo un gran poder benigno, una condición que su tamaño geográfico y la tradición diplomática de respeto a la paz y a la autodeterminación ya le aseguran?

La autoimagen de potencia que no se inmiscuye en los problemas de sus vecinos fue contrastada por observadores que calificaron a Brasil como negligente ante situaciones críticas como las de Argentina y Venezuela.

La debilidad del Mercosur y la amenaza que la Alianza del Pacífico significa para el comercio exterior brasileño fueron objeto de muchas discusiones: algunos afirmaban que Brasil ya estaría marginado debido a su opción por el Mercosur, que lo excluye de los grandes acuerdos transpacífico y transatlántico, en tanto que otros decían que esos tratados multinacionales, incluso la Alianza del Pacífico, aún no pasan de un espejismo, y que la apuesta brasileña en la Organización Mundial del Comercio (OMC) es la correcta.

Pese a que no se arribó a conclusiones consensuales, quedó claro que el proceso de integración de Sudamérica atraviesa un período particularmente complicado, en el cual ni siquiera está claro qué se entiende por integración, aunque se haya hecho hincapié en que, a pesar de todo, aún existen áreas en las cuales es posible avanzar, aun con las divisiones ideológicas actuales, tales como la de cooperación educacional-científica-cultural y el combate contra el narcotráfico y el crimen organizado.

Nadie duda de que Brasil es un actor global relevante y lo seguirá siendo. Pero la dimensión de su importancia depende en parte de la solución que pueda hallarle a los obstáculos internos que constriñen su progreso, y en parte de la definición a la que se logre arribar acerca de su rol en el mundo.

Por ejemplo, si prefiere ser y ser visto como una nación de Occidente, en el cual se encaja desde el punto de vista de la cultura y de los valores, o del Sur, en donde se inserta por su condición de economía emergente.

Esta contradicción, de acuerdo con los críticos, resulta en aquello que ven como una constante inclinación brasileña a dejar de posicionarse claramente en situaciones tales como las crisis de Siria y de Libia.

Pero a tal visión se le contraponía el argumento de que Brasil históricamente le otorga preferencia a acciones más eficaces porque se concretan por detrás de la escena, y se opone a las condenaciones diferenciadas políticamente por violaciones a los derechos humanos en distintas naciones.

La disposición brasileña para tener más influencia y responsabilidad en el panorama mundial se vuelve evidente, de acuerdo con varios participantes, dada su consistente participación en misiones de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más recientemente en Haití y en el Congo, y sólo no es más prominente porque en algunas situaciones específicas en que intentó serlo (como en el acuerdo con Turquía e Irán, en 2010, para intentar resolver el impasse del programa nuclear iraní) fue boicoteado por las grandes potencias occidentales.

El dilema conceptual sobre el rol de Brasil en el mundo quedó así resumido en el documento final: “... si Brasil es esencialmente un poder pasivo que no quiere participar en la mayor parte de los problemas del mundo o si es sencillamente una forma poco común de poder, que trabaja activamente para promover la paz internacional y una gobernanza mundial mejor, pero no de la manera prescriptiva e intervencionista que Occidente suele emplear”.

Se coincidió en que Brasil, por fortuna o por virtud (o por ambas cosas), es un país sin enemigos reales, sin grandes problemas de seguridad, sin sectarismos de índole étnica, religiosa o cultural, y con enormes recursos naturales y humanos disponibles como ninguna otra nación similar (China, la India, Rusia, Nigeria o Indonesia, por mencionar tan sólo algunos casos).

Esta peculiaridad afortunada le brinda la oportunidad de desarrollar un “soft power” poderoso y ejercer influencia real en los destinos del mundo, especialmente porque el mundo ahora está multipolarizado como nunca, y donde incluso las aparentes contradicciones brasileñas (Occidente/ Sur) pueden calificarse más bien como activos y no como pasivos del país.

No obstante, ese “soft power” debe expresarse de manera más clara, cosa que todavía no ha sucedido, y podrá correr serios riesgos inmediatos si el país no se muestra capaz de afrontar de buena forma las protestas callejeras durante la realización del Mundial de Fútbol, por ejemplo o si los programas de inclusión social admirados internacionalmente no se muestran sostenibles, o si la gestión de cuestiones ambientales no aparece como probadamente eficiente.

En síntesis, el papel de Brasil en el mundo depende esencialmente de hasta dónde será capaz ‒o no‒ de resolver sus dificultades internas y de cómo definirá, con claridad, qué desea ser con relación al subcontinente y con relación a todo el planeta.

El informe final del encuentro de abril, elaborado por el director de la Fundación Ditchley, Sir John Holmes, salió publicado el 8 de mayo en el sitio web de la institución, y puede leerse en la siguiente dirección electrónica: www.ditchley.co.uk/conferences/past-programme/2010-2019/2014/brazil.

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