Según los científicos, existe una confusión conceptual entre términos tales como “bioplástico”, “bio-based”, “biodegradable” y “compostable” (foto: Freepik*)

Sostenibilidad
Bioplásticos: la carencia de estandarización y de reglas claras dificulta su consumo sostenible
06-02-2025
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En un artículo de revisión, investigadores brasileños ponen de relieve la importancia de los institutos de metrología en la definición de las normas para caracterizar a los biopolímeros y evitar el greenwashing o ecoimpostura, una práctica de marketing que promueve engañosamente productos como si fueran ecológicos

Sostenibilidad
Bioplásticos: la carencia de estandarización y de reglas claras dificulta su consumo sostenible

En un artículo de revisión, investigadores brasileños ponen de relieve la importancia de los institutos de metrología en la definición de las normas para caracterizar a los biopolímeros y evitar el greenwashing o ecoimpostura, una práctica de marketing que promueve engañosamente productos como si fueran ecológicos

06-02-2025
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Según los científicos, existe una confusión conceptual entre términos tales como “bioplástico”, “bio-based”, “biodegradable” y “compostable” (foto: Freepik*)

 

Por José Tadeu Arantes  |  Agência FAPESP – Una revisión de la literatura sobre los bioplásticos elaborada por investigadores brasileños, aliada al análisis de las legislaciones en vigencia en Europa y en el país latinoamericano, revela que la falta de estandarización global ha venido dificultando la adopción de soluciones sostenibles y ha contribuido al llamado greenwashing o ecoimpostura, una práctica de marketing que promueve engañosamente productos como si fueran ecológicos. En un artículo publicado en el periódico científico Sustainability, se argumenta que las instituciones intermediarias −tales como la Asociación Brasileña de Normas Técnicas (ABNT) y el Instituto Nacional de Metrología, Calidad y Tecnología (Inmetro), en Brasil, o la International Organization for Standardization (ISO), en el ámbito internacional– deberían tener un rol central en la normalización de ese mercado.

El referido trabajo, elaborado por un grupo interdisciplinario compuesto por docentes e investigadores de la Universidad de São Paulo (USP) y de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) de las áreas de ingeniería de alimentos, ingeniería química, economía y derecho, miembros de la red All4Food, contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de dos proyectos (21/11967-6 y 20/13307-0).

“Investigamos de qué manera las instituciones intermediarias pueden crear definiciones globales claras con relación a los bioplásticos, para proteger a los consumidores contra el greenwashing y contribuyendo a la transición hacia una economía circular, en la cual los residuos se transformen en recursos. Nuestro estudio pone de relieve el rol de estas instituciones en lo que hace a traducir las reglas macroinstitucionales, estipular normas técnicas y monitorear su cumplimiento”, dice Vivian Lara Silva, docente de la Facultad de Zootecnia e Ingeniería de Alimentos de la Universidad de São Paulo (FZEA-USP), en su campus de la localidad de Pirassununga, y autora principal del artículo.

Según Maria Teresa Freire, también docente de la FZEA-USP y coautora del artículo, existe actualmente una confusión conceptual entre términos tales como “bioplástico”, “bio-based” (a base de biomasa, según la International Union of Pure and Applied Chemistry – Iupac), “biodegradable” y “compostable”. Un plástico puede ser de origen biológico o tener una base biológica, pero no necesariamente es por ello biodegradable y/o compostable. Y menciona como ejemplos materiales no biodegradables de origen biológico o de base biológica que son químicamente idénticos a productos de origen fósil, tales como el polietileno (PE) elaborado a partir del etanol de caña de azúcar y el tereftalato de polietileno de base biológica (PET), producido con base en almidón de maíz.

“Al asociar el prefijo ‘bio’ a un material, los consumidores pueden creer que están comprando algo que se degrada rápidamente en condiciones naturales y que no causa impactos al medio ambiente. Pueden estimar que el comportamiento de ese material es distinto al del que transcurre en los lentos procesos de degradación de los materiales provenientes de derivados de petróleo, que tardan décadas, y que generan reconocidamente microplásticos. Pero un material obtenido a partir de una fuente renovable también puede requerir condiciones específicas para su degradación”, afirma.

Un ejemplo que la investigadora menciona es el ácido poliláctico (PLA), elaborado a partir de almidón de maíz o de caña de azúcar. Se considera que este material es biodegradable, por ser compostable según las normas ISO. Pero no se degrada bien en el ámbito natural, mediante la acción de microorganismos y a temperatura ambiente. En condiciones industriales, se degrada al cabo de entre seis y nueve semanas, y en el océano puede tardar un año y medio. Se lo emplea fundamentalmente en la industria de alimentos para la fabricación de artículos descartables tales como vasos, cubiertos, platos, bandejas y recipientes para alimentos.

“Hay materiales de origen biológico o de fuentes renovables que requieren altas temperaturas para degradarse, o que deben pasar para ello por tratamientos específicos en composteras o digestores municipales, o incluso en rellenos sanitarios específicos, en condiciones definidas y probadas. Por otra parte, existen también materiales de origen fósil que son biodegradables, a ejemplo del tereftalato de adipato de polibutileno [PBAT]. Diversos productos basados en PBAT encuentran aplicación en sacos, bolsas de residuos, cubiertos y películas de cobertura, entre otras posibilidades”, informa Freire.

La investigadora añade que es necesario considerar también que los estudios científicos traen a la luz cuestionamientos referentes a la producción de microplásticos en los procesos de degradación de materiales biodegradables. Y que se debe tener en cuenta también que, más allá de la formación de microplásticos, la descomposición en el compostaje produce gas metano, que contribuye al calentamiento global.

A medida que el conocimiento tecnológico avanza, se vuelve más evidente la gran diversidad de productos finales que se obtienen mediante la combinación de distintos biopolímeros que, asociados a otros polímeros de base biológica o no y a otras sustancias (aditivos), hacen posible una gama variada de aplicaciones industriales. Desde esta perspectiva, avanzan igualmente los estudios científicos que apuntan a entender y analizar los mecanismos de degradación de estas composiciones teniendo en cuenta que diferentes combinaciones de materiales pueden arrojar comportamientos distintos en lo que concierne a la descomposición, ya sea en un ambiente controlado o en uno natural.

“Asimismo, es necesario conocer los impactos ambientales que provoca el conjunto de las sustancias que corresponden a los residuos que se forman en el proceso de degradación. Estos desafíos constituyen las piezas de un gran rompecabezas que aún no forman una imagen definida nítidamente. Las instituciones intermediarias pueden brindar un importante aporte al encastre de estas piezas y hacer las veces de puente entre las macroinstituciones y las microinstituciones implicadas en el universo de los bioplásticos”, comenta Silva.

Frente a la vastedad y la complejidad del tema, aparte de entender los impactos reales sobre el medio ambiente, hay que apuntar a la unificación del lenguaje y de la comprensión entre expertos e investigadores: son pasos esenciales para llevar a cabo acciones más concretas relacionadas con la salud del planeta, con la atención a las exigencias climáticas y con la disminución de la extinción de especies, problemas ambientales perentorios en la actualidad. La falta de definiciones precisas y claras genera una comprensión errónea y grandes dificultades para quienes producen, comercializan y utilizan estos materiales. Y esta situación se agrava debido a la falta de armonía en las regulaciones, lo que impide la adopción a escala global de soluciones verdaderamente sostenibles.

“Uno de los mayores problemas reside en que no existe un consenso acerca de qué caracteriza a un bioplástico. En la Unión Europea, por ejemplo, no hay una definición oficial. Sin esa definición, a las empresas se les hace difícil obrar con transparencia”, informa Vitor de Batista, magíster por la Facultad de Derecho de Ribeirão Preto de la USP (FDRP-USP) y coautor del artículo. De Batista subraya que la ausencia de normas claras no solamente genera confusión en el mercado, sino que también impide que las innovaciones sostenibles cuenten con el apoyo de la necesaria regulación para prosperar.

De acuerdo con los investigadores, les compete a las instituciones intermediarias la responsabilidad de establecer esas normas, con estándares y parámetros acordados nacional e internacionalmente. “El papel de esas instituciones consiste en traducir la legislación macroinstitucional en normas técnicas aplicables. Y monitorear su cumplimiento”, puntualiza Freire.

En el artículo también se sugiere que las soluciones tecnológicas para el desarrollo de nuevos materiales deben estar alineadas con los esfuerzos de concientización pública. “La educación ambiental es crucial en este proceso. Es una falacia creer que podemos contar con un sistema alimentario completamente libre de plásticos. Pero podemos y debemos disminuir el consumo excesivo de plásticos, muchos de los cuales se popularizaron sin una necesidad real”, subraya Silva.

Para plasmar un efectivo proceso de comunicación entre la ciencia y la sociedad, resulta crucial lograr la armonización de las definiciones a los efectos de que se elabore un lenguaje único y sin ambigüedades, que permita que el mercado y los educadores puedan difundir el conocimiento al unísono.

Algunos de los integrantes del grupo de investigadores que tomó parte en la revisión de la literatura sobre los bioplásticos actualmente están colaborando en otro frente de trabajo: el Centro de Ciencia para el Desarrollo de Soluciones para los Residuos Posconsumo − Envases y Productos (CCD Circula). Dicho centro, apoyado por la FAPESP, está liderado por el Instituto de Tecnología de Alimentos (Ital) de São Paulo y se basa en el modelo de “triple hélice”, en el que el gobierno, los institutos de investigación y las universidades y las empresas colaboran en la búsqueda de soluciones relevantes socialmente.

Puede accederse a la lectura del artículo intitulado Bioplastics and the Role of Institutions in the Design of Sustainable Post-Consumer Solutions en el siguiente enlace: www.mdpi.com/2071-1050/16/12/5029.

* Imagen de freepik

 

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