La cartilla presenta fotografías producidas por las adolescentes (imagen: reproducción)
Publicación fruto de un proyecto desarrollado en la Universidad Federal de São Carlos está disponible en portugués e inglés, y tiene potencial para ser una importante herramienta terapéutica y educativa de bajo costo
Publicación fruto de un proyecto desarrollado en la Universidad Federal de São Carlos está disponible en portugués e inglés, y tiene potencial para ser una importante herramienta terapéutica y educativa de bajo costo
La cartilla presenta fotografías producidas por las adolescentes (imagen: reproducción)
Por Fernanda Bassette | Agência FAPESP – La adolescencia es una etapa de profundas transformaciones emocionales y sociales, en la que muchos jóvenes enfrentan desafíos psicológicos significativos, entre ellos el aislamiento social y la autolesión, una práctica que consiste en hacerse daño a sí mismos sin intención suicida. Se estima que uno de cada siete adolescentes presenta sufrimiento mental, y que aproximadamente la mitad de esos casos comienza antes de los 14 años. Además, se calcula que el 14 % de los adolescentes se ha autolesionado al menos una vez en la vida, utilizando esta conducta como un intento de lidiar con angustias internas, como la depresión, la ansiedad o traumas.
Este tipo de comportamiento no es solo un síntoma aislado, sino un reflejo de un sufrimiento profundo que impacta directamente la calidad de vida del joven. La autolesión puede afectar la autoestima, las relaciones interpersonales y el rendimiento escolar, además de aumentar el riesgo de suicidio. No es casualidad que la salud mental de los adolescentes se haya convertido en una preocupación global en los últimos años, especialmente tras la pandemia de COVID-19. Estudios indican que, durante la crisis sanitaria, los síntomas de depresión aumentaron un 26 % y los de ansiedad un 10 % entre jóvenes de hasta 19 años. En Brasil, el número de casos de autolesión entre jóvenes creció un 21 % entre 2011 y 2022.
En 2018, antes de la pandemia, la psicóloga Luiza Cesar Riani Costa, entonces estudiante de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), en el estado de São Paulo, Brasil, realizó un proyecto de iniciación científica financiado por la FAPESP con el objetivo de comprender las cuestiones relacionadas con la autolesión no suicida entre jóvenes, es decir, cómo conceptualizaban este fenómeno los adolescentes que lo vivían y por qué ocurría. Los resultados revelaron que los adolescentes veían la autolesión como una forma de aliviar el sufrimiento emocional, destacando la importancia de un entorno de acogida para lidiar con el dolor psíquico.
“En aquella época, el fenómeno de la autolesión era relativamente nuevo en Brasil, pero ganó visibilidad luego de que algunos desafíos en redes sociales alentaran a muchos adolescentes a cortarse. Una escuela pública de São Carlos, donde teníamos proyectos en marcha, notó un aumento de los casos y nos incentivó a investigar el tema”, relata la profesora Diene Monique Carlos, quien actualmente trabaja en la Universidad de São Paulo (USP), en el campus de Ribeirão Preto.
Tras el trabajo de iniciación científica, Costa dio continuidad a sus estudios sobre autolesión en adolescentes durante su maestría en la misma universidad. También financiado por la FAPESP, el estudio profundizó en el significado de la práctica de autolesión no suicida.
Los hallazgos de la investigación se transformaron en la cartilla Lo que alivia mi dolor: fotos y experiencias de adolescentes, que fue publicada digitalmente para escuelas, servicios de salud y profesionales que trabajan con adolescentes. Además, la experiencia fue presentada en el 15º Congreso Iberoamericano de Investigación Cualitativa (CIAIQ2025), en España, y publicada en la revista New Trends in Qualitative Research.
El origen de la cartilla
Para desarrollar la cartilla, Costa inició una investigación de enfoque cualitativo, es decir, que no requiere una gran cantidad de personas participantes, ya que el objetivo era profundizar en la comprensión de lo que estaba ocurriendo. En total, se evaluó a nueve adolescentes de entre 12 y 17 años que se encontraban en sufrimiento psíquico, tenían antecedentes de autolesión y se ofrecieron espontáneamente a participar en el proyecto.
Uno de los puntos destacados es que todas las adolescentes eran de género femenino – una coincidencia, ya que también se invitó a chicos a participar, pero no mostraron interés. “Percibimos una fuerte cuestión de género presente, así que pensamos en otro proyecto para enfocarnos especialmente en los chicos. ¿Por qué no buscan ayuda?”, detalló la profesora Diene Carlos, directora del proyecto.
Costa partió de la siguiente pregunta: “¿Qué alivia tu dolor?”, y pidió a las adolescentes que respondieran a esa cuestión mediante fotografías tomadas por ellas mismas, mostrando otras estrategias que usaban para atravesar situaciones difíciles y que les causan dolor, siempre que no fueran autolesivas. Para ello, la investigación utilizó la metodología Photovoice, una técnica ampliamente aplicada en contextos de vulnerabilidad, en la cual se utilizan imágenes como forma de expresión para abordar temas delicados. “Es una metodología muy utilizada por investigadores para tratar situaciones en las que es difícil hablar de ciertos temas”, explica Carlos.
Las participantes tuvieron dos semanas para fotografiar escenas que respondieran a la pregunta; al final del plazo, Costa recibió 50 imágenes. La idea inicial era discutir las fotos en grupo con las adolescentes, pero, debido a la pandemia, no fue posible (las entrevistas se realizaron entre marzo y julio de 2021). Por eso, el análisis del material se hizo de forma individual. Las fotos sirvieron como punto de partida para reflexiones más profundas, guiadas por preguntas como: “¿Qué ves en esta fotografía?”, “¿Qué te motivó a tomar esta foto?”, “¿Qué te transmite esta imagen?” y “¿Cómo se relaciona esto con la autolesión?”
Las imágenes retrataban escenas en la naturaleza, con mascotas, la realización de actividades físicas (como andar en patineta o en bicicleta), momentos de cocina, artes (con dibujos, música, películas), afecto y espiritualidad. Tras realizar un análisis reflexivo, fueron las propias adolescentes quienes propusieron la idea de crear conjuntamente una cartilla en la que pudieran compartir las fotos y su significado como una forma de llamar la atención sobre el tema y ayudar a otros adolescentes que también pudieran estar sufriendo.
“El contacto con las chicas mostró que lo que estaban haciendo era más complejo y profundo que simplemente crear estrategias de afrontamiento. Ellas estaban mostrando de forma totalmente creativa aquello que las sostenía”, escribió la autora del estudio en una carta al lector que acompañó la defensa pública de su maestría.
Según Carlos, al analizar las fotografías producidas por las adolescentes fue posible identificar elementos comunes entre ellas, a pesar de las particularidades individuales: el contacto con la naturaleza, la importancia de las relaciones afectivas, la presencia de la familia, el cariño por los animales, la música, el cine y otras formas de expresión artística. “Encontramos muchas similitudes entre las imágenes y, por eso, concluimos que esto también podría tener sentido para otros adolescentes. Para nosotras, ese fue el momento más bonito de la investigación, ya que la idea original no era crear una cartilla”, cuenta la directora del estudio.
La publicación está disponible en portugués e inglés y tiene el potencial de convertirse en una importante herramienta terapéutica y educativa de bajo costo, especialmente por utilizar un lenguaje accesible y coherente con el universo adolescente. “La autolesión sigue estando muy presente en la vida de estos jóvenes como una forma de aliviar el dolor y el sufrimiento. Por eso, este instrumento puede ayudarnos a pensar en otras formas posibles de aliviar ese dolor”, evalúa Carlos.
El artículo “What Relieves My Pain”: Research Experiences Through Photovoice With Adolescents With Mental Disorders está disponible en: publi.ludomedia.org/index.php/ntqr/article/view/1207/1188.
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