El lodo tóxico liberado con la ruptura de la represa hizo que contaminantes presentes en el lecho fluvial —acumulados allí a lo largo de siglos de explotación minera— quedaran en suspensión; esta contaminación cruzada transformó las aguas del río Doce en una “bomba de contaminantes”, en palabras de la autora del estudio (foto: Fred Loureiro/SECOM-ES)

Toxicología
Cuatro años después del desastre minero de Mariana (Brasil), los peces del río seguían contaminados
18-12-2025
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Un análisis exhaustivo realizado en 2019 detectó la acumulación de 13 metales pesados y otras sustancias tóxicas, desaconsejando su consumo por los riesgos para la salud humana

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Cuatro años después del desastre minero de Mariana (Brasil), los peces del río seguían contaminados

Un análisis exhaustivo realizado en 2019 detectó la acumulación de 13 metales pesados y otras sustancias tóxicas, desaconsejando su consumo por los riesgos para la salud humana

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El lodo tóxico liberado con la ruptura de la represa hizo que contaminantes presentes en el lecho fluvial —acumulados allí a lo largo de siglos de explotación minera— quedaran en suspensión; esta contaminación cruzada transformó las aguas del río Doce en una “bomba de contaminantes”, en palabras de la autora del estudio (foto: Fred Loureiro/SECOM-ES)

 

Por Maria Fernanda Ziegler  |  Agência FAPESP – Cuatro años después de la ruptura de la represa de Fundão —el mayor desastre minero del mundo, ocurrido en 2015 en la ciudad de Mariana, en el estado de Minas Gerais (Brasil)—, un estudio identificó que los peces del río Doce aún presentaban altos niveles de contaminación por metales y otras sustancias tóxicas. Al analizar 503 peces como lambaris, cascudos, jundiás y mandis, los investigadores concluyeron que, en 2019, el consumo de estos animales era desaconsejable debido a los riesgos para la salud humana. Los resultados fueron publicados en la revista Total Environment Advances.

En el estudio, apoyado por la FAPESP, investigadores brasileños afiliados a la Universidad Estatal Paulista (Unesp) y a la Universidad Federal de Paraná (UFPR) mostraron que la contaminación en la cuenca del río Doce persistía, con acumulación de 13 metales, entre ellos aluminio, bario, cadmio, cobalto, cromo, hierro, litio, manganeso, níquel, plomo y zinc.

El cadmio, el cromo y el plomo superaron los límites legales y representaban riesgos para la salud. Los dos primeros son cancerígenos, mientras que el plomo puede causar problemas de memoria y disminución del coeficiente intelectual (CI). El hierro y el manganeso fueron los metales más prevalentes detectados en los peces.

“La represa se rompió en 2015 y, aunque estudios señalaron una reducción de la contaminación en el río Doce ya al año siguiente, los peces seguían presentando altos niveles de metales y otras sustancias tóxicas cinco años después del desastre”, afirma Flávia Yamamoto, profesora visitante de la Universidad Federal de Ceará (UFC) y autora del estudio. La investigadora defiende que este tipo de estudios, independientes, se realicen con mayor regularidad.

La ruptura de la represa de Fundão, de la minera Samarco —controlada por la brasileña Vale y la anglo-australiana BHP—, causó la muerte de 19 personas y dejó a más de 600 sin hogar. El lodo con relaves provenientes de la extracción de mineral de hierro (alrededor de 34 millones de m³) llegó al río Doce, cuya cuenca hidrográfica abarca 230 municipios de los estados de Minas Gerais y Espírito Santo, con impactos también en el mar.

Doble efecto

El estudio sobre la contaminación de peces en la cuenca del río Doce es considerado uno de los más exhaustivos, no solo por la gran cantidad de peces analizados, sino también por haber realizado muestreos en distintos tramos a lo largo del río Doce, tanto en la estación lluviosa (verano) como en invierno.

Yamamoto explica que, además de introducir nuevos contaminantes, el lodo liberado con la ruptura de la represa volvió a poner en suspensión contaminantes que ya estaban depositados previamente en el lecho del río. “Esta dinámica, intensificada durante el período lluvioso, transforma el río en una bomba de contaminantes, perpetuando la contaminación de la cadena alimentaria”, afirma la investigadora.

La científica señala que la región del Alto Río Doce, ubicada en el cuadrilátero ferrífero de Minas Gerais, está históricamente marcada por la explotación minera, iniciada hace más de 300 años con la minería aurífera. Esta actividad introdujo elevados niveles de metales tóxicos como arsénico y mercurio en el ambiente, incluso antes de la ruptura de la represa de Fundão. Actualmente, la zona continúa siendo explotada para la extracción de hierro y manganeso, lo que contribuye a una compleja mezcla de contaminantes.

Además de la minería, la cuenca hidrográfica alberga el mayor complejo siderúrgico de América Latina (conocido como Vale do Aço [valle de acero]), recibiendo vertidos de efluentes industriales y también de aguas residuales domésticas sin tratar de diversas ciudades, como Governador Valadares. La agricultura intensiva también contribuye a la carga de contaminantes en el río.

Efectos crónicos de la contaminación

“El principal problema ambiental en la cuenca del río Doce está relacionado con los efectos crónicos de la contaminación. Se trata de la exposición prolongada a contaminantes a lo largo del tiempo. Estos impactos acumulativos tienden a manifestarse en concentraciones que, inicialmente, pueden parecer inofensivas. Sin embargo, pocos estudios abordan esta perspectiva de largo plazo”, afirma Yamamoto.

La investigación evaluó la bioacumulación de estos contaminantes en peces, además de realizar análisis químicos del agua y de los sedimentos. También se llevó a cabo una evaluación de riesgo para estimar los posibles efectos sobre la salud humana derivados del consumo de estos peces, incluidos riesgos cancerígenos y no cancerígenos. El trabajo contó con la colaboración de la investigadora Larissa Ajala Batista, de la Universidad Federal de Paraná.

“A pesar de todos los estudios independientes realizados en el río Doce, aún no se sabe si el objetivo de la recuperación de la cuenca será volver a los niveles de contaminación anteriores al desastre, que ya eran elevados, o buscar estándares realmente seguros para la salud y el medio ambiente”, afirma Denis Abessa, profesor de la Unesp y supervisor del estudio de posdoctorado de Yamamoto.

Abessa subraya que la situación es especialmente crítica para las poblaciones que dependen del pescado como principal fuente de alimento e ingresos. “¿Quién consume más pescado? Las poblaciones ribereñas y tradicionales que viven de la pesca. Y la recomendación de no consumir pescado coloca a estas comunidades en un dilema bastante cruel: arriesgar la salud a largo plazo o enfrentar el hambre y la inseguridad alimentaria”, señala.

En este escenario, los investigadores apuntan a la necesidad de acciones continuas por parte de las autoridades y de los gestores ambientales. “Es importante que las agencias ambientales realicen y divulguen monitoreos regulares de la contaminación en los peces, incluso porque la población no sabe si puede confiar en la información y en el monitoreo de la empresa. También es de extrema importancia que los resultados de estos estudios independientes se comuniquen a la población afectada, para permitir que las personas tomen decisiones informadas”, destaca Yamamoto, quien además de la investigación realizó un trabajo de comunicación con investigadores y líderes comunitarios de la región afectada.

El artículo A pretty kettle of fish: Contamination of fish from the Doce River basin after the world’s largest mining disaster and associated human health risks puede leerse en: www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S2950395725000177?via%3Dihub.

 

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