“Espero que, al sobrevolar la región rumbo a Belém, los delegados observen atentamente ese verdadero océano verde. Que esa experiencia sirva para sensibilizar y movilizar el apoyo internacional a los fondos que estarán en debate durante la Conferencia” (Daniel Antônio/Agência FAPESP)
Brasil tiene la oportunidad de consolidarse como un actor central en las negociaciones climáticas globales, evalúa Thelma Krug, coordinadora del Consejo Científico del evento previsto para noviembre en Belém
Brasil tiene la oportunidad de consolidarse como un actor central en las negociaciones climáticas globales, evalúa Thelma Krug, coordinadora del Consejo Científico del evento previsto para noviembre en Belém
“Espero que, al sobrevolar la región rumbo a Belém, los delegados observen atentamente ese verdadero océano verde. Que esa experiencia sirva para sensibilizar y movilizar el apoyo internacional a los fondos que estarán en debate durante la Conferencia” (Daniel Antônio/Agência FAPESP)
Por Heitor Shimizu e Elton Alisson | Agência FAPESP – La 30ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP30) puede pasar del plano de las negociaciones formales a acciones efectivas, con protagonismo de los países en desarrollo, evalúa Thelma Krug, coordinadora del Consejo Científico del evento previsto para noviembre en Belém, estado de Pará, Brasil.
La investigadora jubilada del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), vicepresidenta del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de 2015 a 2022, ve en la realización del evento en Belém una oportunidad para mostrar al mundo la importancia de la Amazonia.
A pesar de los desafíos, Krug mantiene el optimismo: “Aunque superemos el límite de calentamiento global de 1.5 °C, todavía será posible revertir ese escenario hasta finales de siglo, siempre que adoptemos medidas ambiciosas y rápidas. Claro que, cuanto mayor sea ese exceso, más difícil será revertirlo”. Para la científica, si el multilateralismo se amplía, especialmente con el liderazgo de los países en desarrollo, será posible reforzar la cooperación internacional incluso en ausencia de los Estados Unidos en las negociaciones. “Ausencia del gobierno federal, conviene destacar, pues muchos estados norteamericanos siguen activos en la agenda climática y estarán en la COP30”
Agência FAPESP – En noviembre, Brasil albergará por primera vez una COP que, además, se celebrará en la Amazonia. ¿Qué tan significativo es esto, no solo para el país, sino para el mundo?
Thelma Krug – La COP30 representa una serie de oportunidades estratégicas para Brasil. En primer lugar, es una oportunidad concreta de consolidar al país como un actor central en las negociaciones climáticas globales. La diplomacia brasileña es ampliamente reconocida por su competencia, y eso marca una diferencia significativa en los foros multilaterales. Con la COP30 tendremos la posibilidad de pasar del plano de las negociaciones formales a acciones efectivas. Brasil también tiene experiencias relevantes que presentar, como su liderazgo en energía limpia y los esfuerzos orientados a la deforestación cero en la Amazonia. Además, el país posee una de las legislaciones ambientales más robustas del mundo, lo que puede representar una ventaja competitiva en el mercado internacional de bienes y servicios sostenibles. Es evidente que existen puntos de preocupación, como el proyecto de ley que reduce las exigencias para el licenciamiento ambiental. Esto debilita en exceso la cuestión ambiental, justamente cuando el país está a punto de ser sede de la COP, lo que traerá aún más visibilidad al tema. Así, al mismo tiempo que Brasil tiene muchos aspectos positivos para mostrar, hoy atraviesa un momento difícil de fragilidad ambiental que no debería aflorar ahora. La COP30 es una oportunidad única para reducir el desconocimiento global sobre la importancia —y la propia dimensión— de la Amazonia. Espero que, al sobrevolar la región rumbo a Belém, los delegados observen atentamente ese verdadero océano verde. A pesar de la deforestación y la degradación, una enorme parte del bosque sigue preservada. Que esa experiencia sirva para sensibilizar y movilizar el apoyo internacional a los fondos que estarán en debate durante la COP, no solo para la conservación de la Amazonia, sino también de los demás bosques tropicales del mundo. Podremos mostrarle al planeta un ambiente impresionante desde el punto de vista ecológico, que es nuestro mayor recurso forestal, pero también la realidad social y estructural de la Amazonia y de Belém. Pasaremos del escenario de COPs grandiosas y lujosas, como las realizadas en Dubái [Emiratos Árabes Unidos] o Bakú [Azerbaiyán], para adentrarnos en una realidad que refleja lo que de hecho debería ser el foco de la conferencia: la vulnerabilidad de los países en desarrollo y de las comunidades locales, y la necesidad de valorar el conocimiento tradicional. Además de los servicios ambientales que el bosque presta, es esencial reconocer que la base del saber amazónico también reside en la sabiduría de los pueblos indígenas y de las comunidades tradicionales.
Agência FAPESP – ¿Podría explicar qué son y cuál es la importancia de la Agenda de Acción Climática y del Balance Global?
Krug – Hasta hace algún tiempo era común que las COPs atribuyeran exclusivamente a los gobiernos la responsabilidad de resolver la crisis climática. La llamada Agenda de Acción Climática surgió como una innovación importante en este escenario. A diferencia de las negociaciones formales de la COP, que exigen consenso entre los 196 países signatarios, la Agenda de Acción tiene una naturaleza más flexible y permite avances prácticos incluso sin el compromiso total de todos los países. En la COP30, la Agenda amplía el alcance de la responsabilidad más allá de los gobiernos, involucrando a toda la sociedad civil: sector privado, tercer sector y comunidades locales. En este contexto, es importante reconocer el papel del embajador André Corrêa do Lago, presidente designado de la COP30, quien propuso el “mutirão da agenda” (Trabajo colectivo de agenda), una construcción colectiva e inclusiva para que nadie quede fuera. El resultado es la Agenda de Acción de la COP30, estructurada en seis ejes temáticos: Transición de Energía, Industria y Transporte; Preservación de Bosques, Océanos y Biodiversidad; Transformación de la Agricultura y de los Sistemas Alimentarios; Construcción de Resiliencia para Ciudades, Infraestructura y Agua; Promoción del Desarrollo Humano y Social; y Facilitadores y Aceleradores Transversales. Dentro de estos ejes se identificaron 30 acciones prioritarias -- como triplicar la generación de energías renovables, abandonar progresivamente los combustibles fósiles, combatir la deforestación, promover la agricultura sostenible y viabilizar mecanismos de financiamiento climático. Estas iniciativas dialogan directamente con el llamado Balance Global (Global Stocktake), uno de los pilares del Acuerdo de París. Este mecanismo, cuya primera edición se publicó en 2023 y se actualizará cada cinco años, evalúa lo que los países están haciendo en términos de mitigación, adaptación y resiliencia climática. Se trata de un diagnóstico colectivo de la acción climática mundial. El primer Balance Global reveló un dato preocupante: aunque hay avances, estos aún son insuficientes para colocar al mundo en una trayectoria compatible con las metas del Acuerdo de París. En otras palabras, no estamos logrando limitar el calentamiento global a niveles que reduzcan de forma significativa los riesgos de eventos extremos —como sequías severas, inundaciones y olas de calor—, que tienden a volverse cada vez más frecuentes e intensos debido al calentamiento global provocado por actividades humanas. Estos impactos están directamente ligados a las emisiones de gases de efecto invernadero, provenientes de sectores como energía, procesos industriales, agropecuaria y uso del suelo —con destaque para la deforestación, que contribuye fuertemente a las emisiones de dióxido de carbono—, y también al sector de residuos, por ejemplo, los basurales, que liberan grandes cantidades de metano. Todos estos factores componen un panorama que exige una respuesta amplia e integrada. El Balance Global también analiza el cumplimiento de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas [NDCs (por sus siglas en inglés)] – los compromisos voluntarios de cada país para reducir emisiones en plazos como 2025, 2030 y 2035. Estos compromisos deben ser progresivamente más ambiciosos, como prevé el propio Acuerdo de París, que exige elevar de forma constante el nivel de ambición climática. El Balance de 2023 dejó claro que, aun con los esfuerzos en marcha, las emisiones globales todavía no se están reduciendo con la velocidad y la escala necesarias para mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 °C en relación con los niveles preindustriales – y mucho menos para alcanzar la meta de limitar el aumento a 1.5 °C. Además de las metas de temperatura, el Balance Global también considera otros elementos esenciales del Acuerdo de París: adaptación, justicia climática, financiamiento internacional y la promoción de una transición justa.
Agência FAPESP – A diferencia de otros científicos, usted mantiene la esperanza de que el mundo logrará limitar el aumento de la temperatura media global a 1.5 °C. ¿Por qué ese optimismo?
Krug – Primero, creo que hubo un cierto malentendido en 2024, un año muy atípico. Por primera vez, superamos la marca de 1.5 °C de aumento en la temperatura media global, llegando a 1.6 °C, lo que generó preocupaciones e incluso la impresión equivocada de que la meta de 1.5 °C ya estaría irremediablemente comprometida. Pero no es así. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático [IPCC (por sus siglas en inglés)], principal autoridad científica en el tema, basa sus conclusiones en datos observacionales. Estos datos se recopilan a partir de múltiples fuentes confiables y permiten evaluar las tendencias con solidez. El IPCC trabaja con series históricas de 20 a 30 años y hace estimaciones basadas en la evolución de la tendencia de la temperatura media global: si realmente está cambiando y de qué manera. En una serie de 20 años, un año atípico —como fue 2024— se diluye en el promedio a largo plazo. El problema es que estamos observando décadas consecutivamente más cálidas. El informe más reciente del IPCC, publicado en 2022, mostró que las cuatro décadas anteriores fueron sucesivamente más calientes, y todo indica que la próxima también seguirá esa tendencia. Es decir, los años atípicos pueden volverse normales. Incluso antes de un nuevo informe del IPCC, agencias como la Organización Meteorológica Mundial estiman que hoy estamos alrededor de 1.3 °C por encima del promedio preindustrial. Esto refuerza la preocupación de que la ventana para limitar el calentamiento a 1.5 °C se está cerrando muy rápidamente. A pesar de ello, mantengo el optimismo —que no comparten algunos colegas científicos— de que, incluso si superamos el límite, aún será posible revertir este escenario hacia finales de siglo, siempre que adoptemos medidas ambiciosas y rápidas. Claro que, cuanto mayor sea ese exceso, más difícil será revertirlo. El optimismo también se sustenta cuando observo la COP30 como una oportunidad concreta para acelerar la acción climática global. Veo un compromiso creciente de países y actores diversos, y eso me ayuda a mantener la esperanza.
Agência FAPESP – Pasados diez años de la firma del Acuerdo de París, los acuerdos multilaterales sobre temas cruciales —por ejemplo, limitar las emisiones de gases de efecto invernadero— se han vuelto cada vez más difíciles de implementar. En ese sentido, ¿qué podemos esperar de las negociaciones climáticas en la COP30?
Krug – Creo que la COP30 será la COP del cambio. La COP de la acción. Esa es la expectativa que llevo conmigo: que finalmente logremos avanzar de forma concreta. Por supuesto, hay desafíos profundos. Empezando por los países en desarrollo, que son los menos responsables de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero. Han contribuido muy poco al calentamiento global y, como están en proceso de desarrollo, tienen la oportunidad de elegir tecnologías más limpias y de construir sus matrices energéticas de forma sostenible desde el inicio, algo que los países industrializados no hicieron en el pasado. Estas oportunidades ahora son más accesibles. Fuentes como la energía solar y eólica se han vuelto más baratas y viables. Muchas veces, incluso sin una motivación ambiental directa, las personas adoptan estas alternativas por razones económicas. Un ejemplo: tengo un familiar que instaló recientemente paneles solares. Cuando le pregunté si era por preocupación con el cambio climático, respondió: “No, es por la factura de luz”. Eso demuestra que las decisiones prácticas también pueden contribuir a enfrentar el problema, aun sin una conciencia climática plena. Esto evidencia otro punto: la dificultad de comunicación. El cambio climático, para muchos, sigue siendo una abstracción. Las personas no son negacionistas, pero simplemente no ven el problema de manera concreta en su vida cotidiana. Por eso, es fundamental mejorar la forma en que comunicamos la ciencia, ampliando la red de actores que ayudan a difundir información de manera clara, correcta y accesible. Esa comunicación no debe provenir solo de los gobiernos: los científicos también tienen un papel crucial en esta tarea. Otro ejemplo es el diálogo con el sector agropecuario. Cuando hablamos de alteraciones en los patrones de lluvia o de aumento de temperatura, con base en modelos científicos, muchas veces la reacción es de escepticismo porque los impactos no se sienten de inmediato. Muchas de las acciones climáticas son preventivas, y eso dificulta su aceptación. El agricultor quizá nunca perciba el impacto que evitó al adoptar medidas de resiliencia, precisamente porque la acción anticipatoria funcionó. El mismo razonamiento vale para los países desarrollados. Muchos tienen matrices energéticas basadas en combustibles fósiles, como carbón y gas natural. Para esos países, la transición hacia energías renovables no es sencilla, especialmente si consideramos la necesidad de justicia climática. Hemos visto señales positivas. Hoy, por ejemplo, los costos de las fuentes renovables ya son, en muchos casos, menores que los de los combustibles fósiles. Esto puede acelerar la transición energética. Pero debemos garantizar que ese cambio sea justo y equitativo. Y ese es uno de los grandes desafíos de la COP30: fortalecer el compromiso con una transición más rápida, pero que también tenga en cuenta las desigualdades para que nadie quede atrás.
Agência FAPESP – En este escenario de transición, ¿cuál es el impacto de la ausencia o de la falta de apoyo en la COP30 de Estados Unidos, que no solo es el mayor emisor histórico de gases de efecto invernadero, sino también el mayor productor de información científica y sobre ciencia?
Krug – Esa pregunta nos lleva directamente a la cuestión del multilateralismo. Mucha gente me pregunta qué se consideraría un “éxito” en la COP30. Soy bastante cauta al respecto, porque creo que es difícil medir el éxito. En cambio, el fracaso es más fácil de identificar, como vimos en la COP anterior, en la que había una gran expectativa en torno al financiamiento climático, pero los recursos puestos sobre la mesa quedaron muy por debajo de lo esperado. Cuando se crea una expectativa alta y no se concreta, el sentimiento de fracaso es inevitable. Por eso, es importante tener expectativas realistas. Así, cualquier avance puede entenderse como una victoria. Las COP funcionan un poco como dosis homeopáticas: los progresos llegan poco a poco, aunque ahora estemos avanzando hacia una dinámica un poco más acelerada. Volviendo a la cuestión del multilateralismo: si logramos no solo preservarlo, sino también ampliarlo, especialmente con el liderazgo de los países en desarrollo, podremos reforzar la cooperación internacional incluso en ausencia de Estados Unidos en las negociaciones. Ausencia del gobierno federal, conviene destacar, pues muchos estados norteamericanos siguen activos en la agenda climática y estarán en la COP30. Tenemos la esperanza de que los gobiernos estatales contribuyan a la acción climática global y que eso ayude a equilibrar la balanza. Incluso el gobierno federal estadounidense puede verse presionado, ya que corre el riesgo de perder competitividad internacional. Ya hemos visto esto antes, como cuando Estados Unidos se retiró del Protocolo de Kioto. Esas actitudes, a veces impulsivas, resultan en grandes pérdidas de oportunidad, especialmente en el contexto actual, en el que la globalización enfrenta sus propios desafíos. Pero no creo que la ausencia de Estados Unidos, por sí sola, amenace el proceso multilateral. El mayor riesgo sería que esto provocara un efecto dominó en otros países. Para mí, el éxito de la COP30 será precisamente evitar ese efecto y, más aún, fortalecer el multilateralismo con un nuevo liderazgo, sobre todo proveniente de los países en desarrollo. Tengo confianza, por ejemplo, en que China continuará desempeñando un papel de liderazgo. A pesar de ser hoy el mayor emisor global, el país invierte fuertemente en la transición y se destaca como líder en fuentes renovables, como la solar, y en movilidad eléctrica. Ellos tienen un enfoque cauteloso: prefieren anunciar metas modestas, pero alcanzables, antes que prometer demasiado y no cumplir. Las culturas son diversas, y eso debe ser respetado.
Agência FAPESP – Usted destacó la desigualdad climática entre países. Pero también existen desigualdades internas, dentro de los propios países. ¿Cómo conciliar, en este contexto multilateral, esas diferentes realidades y conflictos?
Krug – En las negociaciones de la COP se observa que los más vulnerables siguen siendo los más afectados, pero eso muchas veces queda solo en el discurso. En las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC), los países expresan tanto sus ambiciones como los obstáculos que enfrentan para implementarlas. Esas barreras no son exclusivas de los países en desarrollo. Incluso los desarrollados sufren presiones internas para mantener su dependencia de los combustibles fósiles, debido a la fuerza de ciertos sectores industriales. Pero, para los países en desarrollo, los obstáculos van más allá del financiamiento: incluyen también la capacitación técnica y la transferencia de tecnología, aspectos de los que todavía carecemos en gran medida. Tal vez veamos avances más concretos en los acuerdos bilaterales y en la agenda de acción, que dependen menos de grandes consensos y están más orientados a asociaciones entre actores con espíritu de colaboración. En esos acuerdos, quienes participan ya llegan con la disposición de contribuir, cooperar y de hacer. Por eso veo prometedoras las 30 acciones que se debatirán en esta COP. Son iniciativas todavía amplias, pero que se alinean con el Balance Global. Este tipo de acción es crucial para promover el desarrollo social y humano, especialmente al reconocer las enormes desigualdades regionales dentro de países como Brasil. No se trata solo de decretar deforestación ilegal cero, como Brasil se ha comprometido. Eso exige reconstruir políticas públicas, enfrentar intereses diversos y recordar que hay 26 millones de personas viviendo en la Amazonia, muchas de ellas dependientes del bosque para sobrevivir. La alternativa debe surgir del conocimiento regional, de la ciencia producida allí, que comprenda las especificidades culturales, sociales y ambientales de la región. Afortunadamente, hemos visto el fortalecimiento de una ciencia brasileña diversa, con científicos brillantes en todo el país, muchos de ellos ya participando en el IPCC y en otros organismos internacionales. Hoy contamos con una presencia femenina creciente y altamente calificada, lo cual también es un avance. No se trata de una cuestión meramente simbólica: hombres y mujeres piensan de maneras diferentes, tienen trayectorias distintas, y esa diversidad de perspectivas enriquece el debate y fortalece las soluciones.
Agência FAPESP – ¿Cuáles son las responsabilidades del Consejo Científico de la COP30, que usted lidera, y cómo será la participación de la FAPESP en la conferencia?
Krug – El embajador André Corrêa do Lago, presidente designado de la COP30, y la secretaria ejecutiva Ana Toni tienen una visión muy clara de la importancia de la ciencia en el proceso climático. Ambos están extremadamente bien preparados, con sólida experiencia técnica, y son accesibles y constructivos, cualidades que me hacen creer que los encaminamientos de la COP30 serán muy positivos. Ellos comprenden que la ciencia, la tecnología, la innovación y el financiamiento son pilares fundamentales para enfrentar la crisis climática. Por eso se crearon tres consejos ad hoc: uno dedicado a la ciencia del clima, otro a la tecnología e innovación y un tercero enfocado en el financiamiento. El objetivo del Consejo Científico es ofrecer apoyo técnico y analítico durante la conferencia, tanto en las negociaciones oficiales como en la agenda de acción climática. Este consejo, aunque pequeño, está compuesto por científicos de renombre, tanto de Brasil como del exterior. Al ser ad hoc, puede incorporar nuevas áreas de experiencia según la necesidad, con el fin de responder rápidamente a las demandas que surjan durante el evento. Ya comenzamos a trabajar en algunos temas prioritarios señalados por el embajador André y por Ana Toni, como el desafío de mantener el calentamiento global dentro del límite de 1.5 °C, un punto que exigirá un profundo análisis técnico y proyecciones basadas en las mejores evidencias científicas disponibles. En paralelo, participo en la coordinación de la participación de la FAPESP en la COP30, a invitación del presidente Marco Antonio Zago. Se trata de una responsabilidad significativa, considerando el papel estratégico de la Fundación en la producción científica sobre el clima. La FAPESP cuenta con un programa de cambio climático, que apoya investigaciones sólidas sobre riesgos climáticos, mitigación y adaptación, temas que ganan relevancia en cada ciclo de la COP. También impulsa iniciativas en transición energética y bioeconomía, entre otras áreas relacionadas. En las conversaciones con los coordinadores de programas y asesores de la FAPESP, llegamos al consenso de que la participación en la COP no debe limitarse a presentar los resultados científicos. La idea es construir un espacio dinámico de diálogo, con paneles que integren ciencia, sector privado, sociedad civil y comunidades locales. Queremos mostrar que la ciencia puede ser un puente entre conocimiento y acción, y que los programas de la FAPESP están abiertos a incorporar nuevos elementos y perspectivas aportados por otros sectores. Esa es la articulación que pretendemos llevar a Belém.
The Agency FAPESP licenses news via Creative Commons (CC-BY-NC-ND) so that they can be republished free of charge and in a simple way by other digital or printed vehicles. Agência FAPESP must be credited as the source of the content being republished and the name of the reporter (if any) must be attributed. Using the HMTL button below allows compliance with these rules, detailed in Digital Republishing Policy FAPESP.