Entre los contaminantes emergentes se encuentran pesticidas agrícolas, aditivos de combustibles, materiales plastificantes o antiadherentes, medicamentos, productos de higiene y cosméticos (foto: Freepik*)
Además de la escasez y la distribución desigual del agua, la calidad está siendo fuertemente afectada por pesticidas de uso agrícola, residuos industriales y el desecho de medicamentos y productos de higiene
Además de la escasez y la distribución desigual del agua, la calidad está siendo fuertemente afectada por pesticidas de uso agrícola, residuos industriales y el desecho de medicamentos y productos de higiene
Entre los contaminantes emergentes se encuentran pesticidas agrícolas, aditivos de combustibles, materiales plastificantes o antiadherentes, medicamentos, productos de higiene y cosméticos (foto: Freepik*)
Por José Tadeu Arantes | Agência FAPESP – Con el crecimiento de la población, la urbanización y la actividad agroindustrial, el uso mundial de agua dulce aumentará un 55% hasta 2050. Según los expertos, este aumento de la demanda impactará fuertemente un escenario ya caracterizado por la escasez y la distribución desigual de los recursos hídricos, por la privatización de un bien esencial que debería ser de dominio público, y por el deterioro de la calidad del agua, especialmente en los países en desarrollo.
Las migraciones forzadas, tensiones sociales y conflictos militares derivados del déficit hídrico agravan este sombrío panorama. Y no se trata de un posible futuro, sino de algo que ya está ocurriendo. Entre 1970 y 2000, hubo un aumento del 10 % en la migración global relacionada con la escasez de agua. Y según un informe publicado en 2024 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), 2.2 billones de personas vivían en aquel momento sin acceso a agua potable gestionada de forma segura. Y, desde 2022, aproximadamente la mitad de la población mundial ha experimentado escasez grave de agua al menos durante parte del año, y una cuarta parte ha enfrentado niveles de estrés hídrico “extremadamente alto”.
En este contexto, la revista Frontiers in Water publicó un dossier que reúne cinco artículos sobre el tema, titulado Emerging Water Contaminants in Developing Countries: Detection, Monitoring, and Impact of Xenobiotics (Contaminantes emergentes del agua en países en desarrollo: detección, monitoreo e impacto de los xenobióticos).
Geonildo Rodrigo Disner, investigador del Instituto Butantan en São Paulo, Brasil, e integrante del Centro de Toxinas, Respuesta Inmune y Señalización Celular (CeTICS) –un Centro de Investigación, Innovación y Difusión (CEPID, por sus siglas en portugués) de la FAPESP–, fue coeditor y autor principal del editorial de presentación del dossier.
“Además de contaminantes convencionales como los coliformes fecales, cuya presencia está relacionada con el bajo nivel de tratamiento de aguas residuales, el agua dulce de los países en desarrollo está siendo cada vez más impactada por una nueva categoría de contaminantes: los contaminantes emergentes. Estos incluyen pesticidas agrícolas, aditivos de combustibles, materiales plastificantes o antiadherentes, medicamentos [como antibióticos, analgésicos y hormonas], productos de higiene y cosméticos”, explica Disner.
Aunque no sean necesariamente nuevos, estos compuestos se han empezado a detectar en concentraciones y ambientes anteriormente no registrados, lo cual genera creciente preocupación. Es el caso de los herbicidas diuron, usado principalmente en los cultivos de caña de azúcar y algodón; glifosato usado principalmente en cultivos de soja y maíz; atrazina usado principalmente en cultivos de maíz y sorgo y 2,4-D usado en el control de maleza de hoja ancha en pasturas y cultivos.
“Dado que no son eliminados por los métodos convencionales de tratamiento de agua, estos contaminantes se acumulan en los ecosistemas acuáticos y pueden causar efectos tóxicos incluso en concentraciones extremamente bajas. Muchos actúan como disruptores endocrinos, afectando la reproducción y el desarrollo de organismos, con impactos que pueden extenderse a la salud humana. La exposición suele ser crónica, continua y silenciosa. Además, muchos de estos compuestos se bioacumulan a lo largo de la cadena alimentaria, lo que aumenta aún más los riesgos para la salud”, añade Disner.
El investigador recuerda que todo termina en el agua. Este es el destino final de la mayoría de los contaminantes, incluso aquellos liberados en el suelo o el aire. Además de eso, el agua es un vehículo de transporte que puede llevar contaminantes a regiones donde nunca se usaron.
“A pesar de los riesgos, la mayoría de los contaminantes emergentes aún no se monitorean regularmente ni están regulados por leyes específicas. En general, los sistemas de tratamiento solo eliminan materiales gruesos como partículas en suspensión, parte de la materia orgánica y microorganismos. Incluso en la ciudad de São Paulo, donde tenemos una infraestructura relativamente más desarrollada, todos los 27 pesticidas analizados fueron detectados por el Sistema de Información de Vigilancia de la Calidad del Agua para Consumo Humano (Sisagua) en las aguas monitoreadas. Vivimos en una región con una enorme presión sobre los recursos hídricos y el tratamiento disponible aún es limitado”, subraya Disner.
Ante esta situación, los artículos del dossier exploran los desafíos y avances recientes en la identificación, monitoreo y evaluación del impacto de los contaminantes emergentes en países de ingresos bajos y medios. Uno de los artículos, escrito por investigadores de Sri Lanka, investiga la presencia de metales pesados en el agua subterránea y en el arroz cultivado localmente, asociando la exposición con alta incidencia de enfermedad renal crónica. Otro estudio, de Bangladesh, analiza la calidad del agua embotellada vendida comercialmente, revelando contaminación por arsénico y microorganismos patógenos. En Brasil, un trabajo realizado por investigadores de la Universidad Estatal Paulista (Unesp) evalúa los efectos tóxicos del diuron y sus metabolitos en peces cebra, un modelo animal en estudios ecotoxicológicos.
Además de los contaminantes, el investigador llama la atención sobre un problema estructural más amplio: la desigualdad en el acceso al agua y los efectos ya visibles del cambio climático. “Las grandes inundaciones, como las que vimos recientemente en el estado de Río Grande do Sul, comprometen toda la infraestructura de captación y distribución de agua potable. Por otro lado, hay regiones enfrentando sequías severas. Entre 2002 y 2021, las sequías afectaron a más de 1.4 billones de personas”, dice.
La disputa por el agua ya es una realidad en varias partes del mundo y tiende a intensificarse en las próximas décadas. El informe de la UNESCO destaca que, aunque aproximadamente el 40 % de la población mundial vive en cuencas hidrográficas o lacustres transfronterizas, solo una quinta parte de los países cuenta con acuerdos transfronterizos de gestión compartida sobre estos recursos de forma equitativa. Muchas de estas cuencas transfronterizas se encuentran en regiones marcadas por tensiones internacionales actuales o pasadas.
“El agua se está convirtiendo en un recurso geoestratégico. Y la privatización de las fuentes hídricas puede transformar este bien en una moneda de control y poder. Estamos acostumbrados a hablar de la disputa por el petróleo, pero la disputa por el agua podría ser aún más feroz. El agua debe ser tratada como un derecho humano. Y no se trata solo del acceso, sino también de la calidad. Garantizar agua potable de calidad para la población es un deber del Estado”, enfatiza Disner.
Los autores del dossier destacan que la prevención en el origen, el principio de precaución y la remediación de áreas contaminadas son estrategias esenciales para frenar la entrada de contaminantes en los ecosistemas acuáticos. También defienden la creación de marcos regulatorios y programas de monitoreo específicamente dirigidos a los contaminantes emergentes, con el fin de proteger la salud humana y ambiental, y contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ONU).
La participación de Disner fue apoyada por FAPESP mediante una beca de posdoctorado concedida al investigador.
El editorial sobre el tema de investigación Emerging Water Contaminants in Developing Countries: Detection, Monitoring, and Impact of Xenobiotics puede ser accesado en: www.frontiersin.org/journals/water/articles/10.3389/frwa.2025.1584752/full.
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