La araucaria es un árbol autóctono en América del Sur (foto: Mariana Mira Vasconcellos/IB-USP)

Biodiversidad
El paleoclima y la actividad humana moldearon los bosques de araucarias en Brasil
30-01-2025
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Para investigar la historia de estas formaciones forestales, se emplearon en un estudio técnicas avanzadas de secuenciación de ADN, aprendizaje automático y análisis de registros de polen fósil

Biodiversidad
El paleoclima y la actividad humana moldearon los bosques de araucarias en Brasil

Para investigar la historia de estas formaciones forestales, se emplearon en un estudio técnicas avanzadas de secuenciación de ADN, aprendizaje automático y análisis de registros de polen fósil

30-01-2025
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La araucaria es un árbol autóctono en América del Sur (foto: Mariana Mira Vasconcellos/IB-USP)

 

Por José Tadeu Arantes  |  Agência FAPESP – Los bosques de araucarias del sur y del sudeste de Brasil tienen una historia compleja, bajo el influjo de factores climáticos y humanos. La Araucaria angustifolia, el árbol dominante en estas formaciones forestales, suministra alimento y refugio a diversas especies, los humanos inclusive. En el marco de un estudio realizado mediante una colaboración internacional de científicos, se utilizaron técnicas avanzadas de secuenciación de ADN, aprendizaje automático y análisis de registros de polen fósil para investigar las expansiones y las retracciones pasadas de los montes de araucarias brasileñas e identificar los impactos del clima en el pasado y de la actividad de grupos humanos ancestrales en este proceso. Los resultados del mismo se publicaron en el periódico científico Ecography.

“Tanto los factores climáticos como los factores humanos cumplieron roles importantes en la dinámica de los bosques de las araucarias brasileñas. Pero existen diferencias significativas entre el proceso que ocurrió en la meseta del sur del territorio brasileño y el que se produjo en Serra da Mantiqueira, zona serrana que se extiende por los estados de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais. Y esto puede estar asociado a la ocupación humana más intensa en el sur de Brasil”, dice Mariana Mira Vasconcellos, investigadora posdoctoral en el Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP) y autora principal del estudio.

La estudiosa lo detalla así: “La expansión de la población de araucarias del núcleo sur empezó durante el último período glacial, hace alrededor de 70.000 años, mucho antes de la fecha presumida de la llegada de los humanos a América del Sur, lo cual contradice la idea de una expansión de origen antrópica. En lugar de ello, interpretamos esa expansión inicial como una respuesta a los cambios climáticos del Pleistoceno superior. El clima más húmedo y frío de ese período habría provocado también la expansión de otras especies de araucarias en Australia y en Nueva Caledonia. En tanto, la población aislada de Serra da Mantiqueira se expandió muchísimo más recientemente, hace alrededor de 3.000 años. Si bien esto puede haber sucedido como una respuesta a un corto evento de enfriamiento climático durante el Holoceno y al aumento de las precipitaciones monzónicas de verano en América del Sur hace entre 4.000 y 3.300 años atrás, no se puede dejar de lado un posible impacto de los asentamientos humanos en el sudeste de Brasil”.

Pero Vasconcellos hace la salvedad de que no se debe tomar esto como un hecho demostrado, debido a que las evidencias arqueológicas existentes de asentamientos humanos en la zona de Mantiqueira son escasas hasta este momento si se las compara con las de la meseta sur de Brasil.

En el caso del sur del país, los análisis genéticos indican que, si bien la expansión inicial de las araucarias no fue producto de la acción humana, su desarrollo posterior tuvo un impacto significativo de la actividad antrópica. Esta influencia redundó en la existencia de una menor diversidad genética, una mayor endogamia y mayor flujo génico a través de largas distancias, lo cual sugiere que los humanos facilitaron la dispersión y la germinación de semillas debido al consumo de piñones.

“Si se toman en cuenta dos árboles, dos ejemplares de una misma especie, cuanto más alejados se encuentran, mayor es la diferenciación genética existente entre ellos. Esto es lo que se espera de un proceso natural. Pero no fue esto lo que observamos en la población de araucarias del sur de Brasil. Los árboles separados por largas distancias son genéticamente muy simulares. Esto sugiere que alguien recorrió esas distancias llevando las semillas de un lugar al otro. Podrían ser animales que se alimentan de piñones. Pero también, y con mayores probabilidades, podrían ser humanos”, argumenta la investigadora.

Y prosigue: “Existen actualmente diversos estudios que muestran evidencias de manejo humano en la selva amazónica. Pero no así en el sur de Brasil. No ha vestigios en el suelo que muestren tal manejo. Así y todo, la araucaria es una especie que no requiere de manejo. La araucaria germina muy fácilmente. Los piñones caen al suelo y basta con que caiga un poquitito de lluvia para que germinen. El solo hecho de que los humanos coman piñones y transporten esas semillas en sus expediciones ya habría sido suficiente como para concretar la dispersión de la especie. El almacenamiento y el transporte de semillas constituyen hasta los días actuales prácticas comunes entre los pueblos indígenas de la región”.

Hay además otra evidencia. En el sur de Brasil y en Uruguay existe una gran cantidad de yacimientos arqueológicos denominados “casas subterráneas”. Se estima que esas estructuras, construidas por poblaciones del tronco lingüístico proto-ye, habrían servido de refugio para sus residentes, a ejemplo de lo que sucede con las actuales viviendas en las aldeas indígenas. En el estudio, se verificó que las áreas en donde están ubicadas las casas subterráneas coinciden con la actual distribución de los bosques de araucarias, lo cual sugiere que los humanos pueden haber elegido esos sitios debido a la abundancia de recursos que esta especie vegetal proporcionaba. “Las araucarias tienen una gran importancia cultural en el sur de Brasil. Estudios arqueológicos, que incluyen pinturas rupestres y análisis de restos de comida y sarros hallados en denticiones de cráneos humanos indican que estos árboles constituían una fuente crucial de alimento y pueden haber sido dispersados por los pueblos indígenas”, remarca Vasconcellos.

La araucaria es un árbol autóctono en América del Sur. Pero en el continente existen tan solo dos especies: la Araucaria angustifolia, llamada también curí, en el sur de Brasil, y la Araucaria araucana, llamada también pehuén en Chile. Hay otras especies en Australia, Nueva Zelanda, Nueva Caledonia, etc. En Brasil, las dos poblaciones de Araucaria angustifolia, la del sur y la de Serra da Mantiqueira, divergieron aproximadamente durante el penúltimo máximo glacial, hace alrededor de 149.000 años, época en la cual una parte del globo estuvo cubierta por una extensa capa de hielo, con un fuerte impacto en el área que corresponde actualmente a la zona sudeste del territorio brasileño. Luego de ello, hace alrededor de 70.000 años, la población del sur de Brasil empezó a expandirse, y hace unos 16.000 años los bosques de araucarias alcanzaron su mayor extensión, impulsados por el denominado suceso Heinrich 1, que provocó el desprendimiento de icebergs en el Atlántico Norte y generó en picos de humedad durante períodos fríos en Brasil.

“Los datos recabados en el estudio sugieren que las poblaciones remanentes de araucarias, especialmente en Serra da Mantiqueira, que respondieron bien al largo período de estabilidad climática del Holoceno, enfrentan ahora serias amenazas debido a su menguado tamaño poblacional, a la fragmentación forestal provocada por la reciente actividad antrópica y a la crisis climática global, que genera temperaturas más elevadas en el sudeste de Brasil. Por eso requieren la implementación de políticas efectivas de preservación”, culmina diciendo Vasconcellos.

La investigación estuvo coordinada por Ana Carolina Queiroz Carnaval, de la City University of New York (Cuny), y por Fabián Michelangeli, del New York Botanical Garden (NYBG), ambas instituciones con sede en Nueva York, Estados Unidos. Y contó con el apoyo de la FAPESP en el ámbito del Proyecto Temático intitulado “Dimensions US-BIOTA São Paulo. Integración de áreas para la predicción de la biodiversidad del Bosque Atlántico en Brasil”.

Puede accederse a la lectura del artículo intitulado Evaluating the impact of historical climate and early human groups in the Araucaria Forest of eastern South America en el siguiente enlace: nsojournals.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/ecog.06756.

 

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