Aparte de los niveles constantes de inflamación, la obesidad también puede desencadenar alteraciones metabólicas asociadas fundamentalmente con las moléculas de grasas (imagem: Moondance/Pixabay*)

Salud
La actividad física revierte factores de envejecimiento precoz y disfunción metabólica en personas obesas
23-01-2025
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Estudios realizados en la Universidad de Campinas, en Brasil, demostraron que los entrenamientos combinando musculación y ejercicios aeróbicos por sí solos mejoran el metabolismo lipídico, disminuyen la inflamación y operan una reversión de la inmunosenescencia precoz también en diabéticos

Salud
La actividad física revierte factores de envejecimiento precoz y disfunción metabólica en personas obesas

Estudios realizados en la Universidad de Campinas, en Brasil, demostraron que los entrenamientos combinando musculación y ejercicios aeróbicos por sí solos mejoran el metabolismo lipídico, disminuyen la inflamación y operan una reversión de la inmunosenescencia precoz también en diabéticos

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Aparte de los niveles constantes de inflamación, la obesidad también puede desencadenar alteraciones metabólicas asociadas fundamentalmente con las moléculas de grasas (imagem: Moondance/Pixabay*)

 

Por Maria Fernanda Ziegler  |  Agência FAPESP – La obesidad produce una inflamación crónica y de bajo grado que deja al sistema inmunitario en constante alerta: genera una sucesión de falsas alarmas en el sistema de defensas del organismo y, por consiguiente, un envejecimiento prematuro de las células inmunitarias. Este fenómeno, al que los científicos denominan inmunosenescencia precoz, hace su aporte a la mayor incidencia de enfermedades infecciosas o incluso crónico-degenerativas tales como la diabetes, la aterosclerosis y otras afecciones cardiovasculares.

Aparte de los niveles constantes de inflamación, la obesidad también puede desencadenar alteraciones metabólicas, asociadas fundamentalmente con las moléculas de grasas (lípidos), otro mecanismo probadamente implicado en el desarrollo de la diabetes tipo 2 y de otras enfermedades crónicas no transmisibles.

Estudios a cargo de investigadores de la Universidad de Campinas (Unicamp), en Brasil, con el apoyo de la FAPESP, demostraron que un protocolo de entrenamiento físico de 16 semanas –combinando musculación y ejercicios aeróbicos– fue capaz de revertir ambos problemas relacionados con la obesidad.

“Aparte de disminuir la circunferencia abdominal e incrementar la fuerza y la masa magra, este protocolo de entrenamiento por sí solo, es decir, sin contar con el control de la alimentación o las dietas, operó en la reversión del proceso de envejecimiento precoz de las células inmunitarias y de las alteraciones de metabolismo lipídico; por ende, sirve como un tratamiento no farmacológico contra dos factores sumamente asociados con el desarrollo de enfermedades crónicas. Son resultados importantes, que muestran una vez más el rol clave de los músculos como órganos endócrinos”, afirma Claudia Cavaglieri, coordinadora del Laboratorio de Fisiología del Ejercicio (Fisex) de la Facultad de Educación Física de la Unicamp.

Tal como lo explica la investigadora, esta reversión solamente es posible porque el tejido muscular en actividad libera sustancias conocidas como mioquinas o ejerquinas, que actúan en diferentes mecanismos por todo el organismo. “Los músculos tienen un papel endócrino importante. El entrenamiento combinado altera la composición corporal, y genera una pérdida de grasa visceral y un aumento de masa magra, mejorando el metabolismo lipídico y la función mitocondrial [la de los orgánulos que producen energía para las células], como así también disminuyen la inflamación y por consiguiente mejoran los marcadores de salud”, comenta.

En los casos de obesidad, las mitocondrias no logran transformar grasas en moléculas de energía (una reacción química conocida como fosforilación). “Con el entrenamiento, las mitocondrias pasan a fosforilar grasas. Por eso la persona termina gastando grasas para generar energía y esto mejora la condición metabólica lipídica del organismo en general, y contribuye a la pérdida de peso”, explica.

En los estudios del grupo, los investigadores evaluaron también marcadores asociados con la inmunosenescencia y con el metabolismo lipídico en una misma cohorte, conformada por 167 personas divididas en tres grupos: obesas, obesas con diabetes tipo 2 e individuos sanos, sin comorbilidades. Los participantes en los estudios tenían entre 40 y 60 años.

En un trabajo realizado durante el posdoctorado de Diego Trevisan Brunelli, los investigadores verificaron en las células del sistema inmunológico (linfocitos T) la expresión de marcadores de expresión génica de inflamación que están implicados en el proceso de envejecimiento precoz, como así también marcadores de envejecimiento celular.

En otro estudio, fruto del proyecto doctoral de Renata Garbellini Duft, bajo la dirección de Julian Griffin, del Imperial College London, en el Reino Unido, se aplicaron en la sangre y en muestras de tejido adiposo de los voluntarios (lipidoma) técnicas de lipidómica, que identifican y cuantifican el conjunto de lípidos (moléculas de grasas).

Cabe destacar que los lípidos cumplen roles vitales en las membranas celulares, al actuar como reservas de energía, suministrando soporte estructural como precursores de hormonas, transportando vitaminas y haciendo posible la señalización celular. Pero en la obesidad se produce una desregulación del metabolismo lipídico que lleva a la acumulación de grasa corporal y también a un depósito anormal de lípidos en el hígado.

“Al medir los marcadores de expresión génica relacionados con la inmunosenescencia, verificamos que, aunque existía una gran similitud entre los índices que exhibían los participantes obesos y obesos con diabetes, el resultado era a su vez completamente distinto al de los individuos delgados y sin comorbilidades. Esta similitud entre obesos y obesos diabéticos ocurrió probablemente debido a que todos los participantes diabéticos estaban bajo tratamiento medicamentoso”, explica Cavaglieri.

Pero los marcadores de inmunosenescencia volvieron parcialmente a los niveles ideales al cabo de las 16 semanas de entrenamiento. Durante dicho período de tiempo, los participantes realizaron tres sesiones semanales de una hora de entrenamiento, que comprendía media hora de musculación y media hora de correr, caminar o pedalear en la bicicleta fija.

La investigadora remarca que la relación entre la obesidad y los dos factores estudiados forma un círculo vicioso. “Cuanto mayor es la obesidad, mayor es la liberación de grasas en la sangre, mayor es la inflamación y, por ende, mayor es el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles”, sostiene en diálogo con Agência FAPESP.

“Pero los ejercicios físicos logran revertir esta situación. Se trata de un protocolo sencillo, que ha sido puesto a prueba en distintas poblaciones y que es recomendado por las principales sociedades médicas. Asimismo, demostramos que además de las mejorías estéticas, el entrenamiento revierte dos procesos de gran relevancia para la salud y que están relacionados con la obesidad”, subraya.

Puede leerse el artículo intitulado Moderate-intensity Combined Training Induces Lipidomic Changes in Individuals With Obesity and Type 2 Diabetes en el siguiente enlace: academic.oup.com/jcem/article/109/9/2182/7629543.

Y el artículo Combined Training Improves Gene Expression Related to Immunosenescence in Obese Type 2 Diabetic Individuals aparece en este vínculo: www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/02701367.2023.2299716.

* Imagen de Moondance por Pixabay

 

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