Una ranita amarilla común (Dendropsophus minutus) en el Parque Estadual de Serra do Mar, Núcleo Santa Virgínia, en el municipio de São Luis do Paraitinga (estado de São Paulo): los anfibios anuros son bastante sensibles a la pérdida de agua (foto: Rafael Bovo)
Un estudio publicado en la revista Nature Climate Change consigna que los territorios del mundo que constituyen los hábitats de sapos y ranas verdaderas y arborícolas pueden estar amenazados hasta en un 36 % de su extensión por la confluencia de la elevación de las temperaturas y la disminución de la disponibilidad de agua. En Brasil, donde existe la mayor diversidad mundial de estos animales, se encuentran algunos de los ambientes más vulnerables
Un estudio publicado en la revista Nature Climate Change consigna que los territorios del mundo que constituyen los hábitats de sapos y ranas verdaderas y arborícolas pueden estar amenazados hasta en un 36 % de su extensión por la confluencia de la elevación de las temperaturas y la disminución de la disponibilidad de agua. En Brasil, donde existe la mayor diversidad mundial de estos animales, se encuentran algunos de los ambientes más vulnerables
Una ranita amarilla común (Dendropsophus minutus) en el Parque Estadual de Serra do Mar, Núcleo Santa Virgínia, en el municipio de São Luis do Paraitinga (estado de São Paulo): los anfibios anuros son bastante sensibles a la pérdida de agua (foto: Rafael Bovo)
Por André Julião | Agência FAPESP – Un equipo internacional de científicos ha concretado el más completo estudio de los efectos previstos sobre los anfibios anuros (sapos y ranas verdaderas y arborícolas) de la combinación entre el aumento de las sequías y el calentamiento del planeta. El referido trabajo ha salido publicado en la revista Nature Climate Change.
“La Amazonia y el Bosque Atlántico son las áreas que poseen la mayor cantidad de especies y las mayores probabilidades de que los eventos de sequía aumenten, tanto con relación a su frecuencia como en su intensidad o su duración. Esto perjudicará la fisiología y la conducta de innumerables especies. Estos biomas se ubican entre las regiones del planeta con la mayor diversidad de anfibios del mundo, con muchas especies que solamente existen allí”, comenta Rafael Bovo, investigador de la Universidad de California en Riverside, Estados Unidos, y uno de los autores del estudio.
La mayor parte de los datos, inéditos para la ciencia hasta ahora, Bovo la recolectó durante investigaciones que realizó en Brasil con una beca de la FAPESP, más precisamente durante su doctorado en el Instituto de Biociencias de la Universidade Estadual Paulista (IB-Unesp) en la localidad de Rio Claro, y en su posdoctorado en el Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP).
Este trabajo integra a su vez el proyecto intitulado “Los impactos de los cambios climáticos y ambientales sobre la fauna: un enfoque integrador”, apoyado por la FAPESP y coordinado por Carlos Navas, docente del IB-USP, quien también firma el estudio.
Los pronósticos indican que una extensión de entre un 6,6 % y un 33,6 % de los hábitats de los anuros se volverá más árida entre 2080 y 2100, dependiendo de las emisiones de gases de efecto invernadero que se generen hasta ese entonces. En un escenario moderado de emisiones, en el cual las temperaturas aumentarían 2 °C, un 15,4 % de esos territorios quedaría expuesto a una cantidad mayor de sequías.
En caso de que las emisiones al final del siglo lleguen a un nivel alto, con un calentamiento de hasta 4 °C, una extensión equivalente a más de una tercera parte (un 36 %) de esos hábitats quedará sometida a sequías que pueden ser devastadoras para los anfibios anuros, un grupo particularmente sensible a la pérdida de agua debido a su delgada piel, altamente permeable.
En la práctica, en un futuro 4 °C más cálido, los anfibios de la Amazonia, América Central, Chile, el norte de Estados Unidos y el Mediterráneo europeo experimentarán vivir con un aumento de más de cuatro meses por año en la frecuencia de sequías.
No obstante, incluso un calentamiento de 2 °C incrementaría la duración de las sequías entre uno y cuatro meses consecutivos anualmente en la mayor parte del continente americano y de Europa, el sur y el centro de África y el sur de Australia.
Una combinación
Los investigadores constatan que en algunas áreas áridas pueden incluso duplicarse los índices de pérdida de agua de los sapos y ranas. Y la combinación de las sequías y el calentamiento puede duplicar también el acortamiento del tiempo de actividad de esos animales en comparación con lo que se espera con el impacto del calentamiento por sí solo.
“En un ambiente más cálido y seco que aquel en el que se adaptaron evolutivamente para vivir, los anfibios disminuirán el tiempo que pasan fuera de sus refugios para evitar el calor y el incremento de la aridez, ambos aceleradores de la pérdida de agua por evaporación. De este modo, disminuyen también el tiempo de alimentación y de búsqueda de pares reproductivos, lo que afecta directamente la viabilidad de las poblaciones”, añade Bovo.
Simulaciones biofísicas a cargo de los investigadores indicaron que, en la parte tropical del planeta, que incluye a la Amazonia y un sector del Bosque Atlántico, el tiempo de actividad disminuye en todos los escenarios climáticos a lo largo del año, por ejemplo. Mientras que el calentamiento por sí solo acortaría ese tiempo un 3,4 % y la sequía haría lo propio en un 21,7 %, la combinación de ambos factores haría que los animales pasasen un 26 % menos de tiempo en actividad.
Aparte de la información recabada en campo y en el laboratorio por Bovo, otra parte de los datos se reunió y se estandarizó con base en la literatura científica existente. Dicho proceso se extendió durante alrededor de tres años.
El banco de datos resultante reúne tanto proyecciones climáticas previstas para el final del siglo en todo el planeta como información referente a la historia natural de un conjunto de especies. Entre otras variables pueden mencionarse la distribución geográfica, el uso de microhábitats y la existencia de estrategias conductuales y fisiológicas para evitar la pérdida de agua, tales como la postura o la utilización de refugios para no exponer parte del cuerpo al ambiente, o la secreción y dispersión de fluidos a través de la piel para disminuir la evaporación.
En el marco de un trabajo anterior, Bovo y sus colaboradores demostraron de qué manera la amplitud térmica de los anfibios anuros puede variar incluso en una misma especie y cómo esto puede influir sobre los pronósticos de impactos de los cambios climáticos basados únicamente en la tolerancia térmica.
Los investigadores se encuentran trabajando ahora con miras a entender si algunas especies poseen la suficiente plasticidad como para ajustarse a los ambientes más áridos en un corto lapso de tiempo, o incluso si son capaces de adaptarse a escala evolutiva, en el transcurso de miles de años.
Con estos datos, será posible perfeccionar los modelos de pronósticos de extinciones locales o regionales de especies, que podrán servir de referencia para otros grupos sensibles a la elevación de la temperatura y a la disponibilidad de agua.
“Existen solamente tres soluciones posibles para estas especies: migrar, adaptarse o extinguirse. Pretendemos entender mejor cuáles de ellas tendrían aún la capacidad como para ajustar su fisiología y su conducta durante su vida o en el transcurso de las generaciones para sobrevivir a estos cambios tan profundos y prever qué nos quedará de biodiversidad al final del siglo”, culmina diciendo el investigador.
Puede leerse el artículo intitulado Global exposure risk of frogs to increasing environmental dryness en el siguiente enlace: www.nature.com/articles/s41558-024-02167-z.
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