En el estudio realizado en la Universidad de São Paulo (Brasil), las dificultades cognitivas se observaron en un 11,7 % de los participantes que tuvieron COVID-19 leve (foto: Freepik*)
En el marco de un estudio realizado con 302 voluntarios, se demostró que, si bien la intensidad del daño es mayor entre los individuos que padecieron la forma grave de la enfermedad, hay personas que ni siquiera tuvieron síntomas suficientes como para ser internadas que exhiben déficits de atención y memoria más de 18 meses después de contraer la infección
En el marco de un estudio realizado con 302 voluntarios, se demostró que, si bien la intensidad del daño es mayor entre los individuos que padecieron la forma grave de la enfermedad, hay personas que ni siquiera tuvieron síntomas suficientes como para ser internadas que exhiben déficits de atención y memoria más de 18 meses después de contraer la infección
En el estudio realizado en la Universidad de São Paulo (Brasil), las dificultades cognitivas se observaron en un 11,7 % de los participantes que tuvieron COVID-19 leve (foto: Freepik*)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – La pérdida de memoria y de atención constituye un fenómeno que a menudo informan los sobrevivientes del COVID-19 grave. Con todo, este tipo de secuelas también se ha observado más de 18 meses después de la infección entre personas que padecieron la forma leve de la enfermedad, según sostienen investigadores de la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, en un estudio publicado en la revista BMC Psychology. Según sus autores, este descubrimiento advierte sobre la necesidad de implementar programas de rehabilitación más amplios, que tengan en cuenta los impactos cognitivos del COVID largo o COVID persistente.
En el referido estudio, realizado con 302 individuos, las dificultades cognitivas se hicieron presentes en un 11,7 % de los participantes que tuvieron COVID-19 leve, en un 39,2 % de los que padecieron cuadros moderados y en un 48,9 % de los que sobrevivieron a la forma grave.
“Observamos que, cuanto más grave es la enfermad, mayor es la intensidad de los perjuicios relacionados con el déficit de atención, la pérdida de memoria y la disminución de la velocidad de procesamiento. Y aun así, no es desdeñable la cantidad de personas –una cifra que llegó a 100 en nuestro estudio– que presentaron cuadros leves y moderados de la enfermedad y se encuentran sufriendo idénticas secuelas”, comenta Antônio de Pádua Serafim, investigador del Instituto de Psicología (IP) de la USP y primer autor del artículo.
Los resultados de esta investigación, financiada por la FAPESP, ponen en evidencia los potenciales impactos de la neuroinflamación derivada de la infección que causa el SARS-CoV-2.
“Es sabido que la pérdida de memoria y de atención puede estar asociada a los perjuicios ocasionados por los procedimientos anestésicos y por la propia intubación. En esos casos, se produce lo que denominamos síndrome poscuidados intensivos. Sin embargo, en este estudio tenemos personas que no requirieron internación en UTI [unidad de terapia intensiva] o que ni siguiera manifestaron síntomas suficientes como para ser hospitalizadas, y aun así padecen pérdidas de atención y de memoria. Por ende, estos resultados nos hacen dirigir la mirada hacia el tema de la neuroinflamación que produce el COVID-19”, dice De Pádua Serafim.
La atención y la memoria son dos funciones cognoscitivas importantes, que tienen impacto en la funcionalidad del día a día. Por eso mismo, entre los participantes en el estudio que no obtuvieron buenas puntuaciones en las pruebas de memoria y atención, fueron comunes los relatos de problemas para recordar palabras o para llevar a cabo actividades cotidianas: se olvidaban ollas en las hornallas encendidas o de ir a buscar a sus hijos a la escuela.
“Si pensamos en una jerarquía, la atención sería la función primaria de toda la actividad mental, de allí el impacto tan grande de esta secuela en el cotidiano de las personas. Se necesita una determinada calidad de atención para lograr pensar y actuar en varias cosas al mismo tiempo. El impacto sobre la atención tiene repercusiones sobre la capacidad de memoria del individuo. En algunos casos, la actividad de atención se encuentra tan dispersa que cada nuevo estímulo [la actividad que ha de realizarse] se desvanece a punto tal que la persona no logra recordar qué estaba haciendo. Esto también afecta la velocidad de procesamiento, que comprende la toma de decisiones rápida con base en una información”, explica el investigador.
Rehabilitación cognoscitiva
Según De Pádua Serafim, ya está claro que, además de afectar a los pulmones, los riñones, el corazón y los músculos, el SARS-CoV-2 puede tener impactos sobre el sistema nervioso central. La pregunta que persiste abierta se refiere a la extensión de estos daños. “Aún no sabemos si los perjuicios cognoscitivos del COVID-19 son permanentes o no. Y estamos en este momento analizando maneras de intervenir en este proceso”, comenta.
En colaboración con otros investigadores de la USP, De Pádua Serafim está desarrollando programas con miras a intentar mitigar las pérdidas cognitivas ocasionadas por el COVID-19. La propuesta consiste en verificar si técnicas conocidas como la neuroestimulación y el neurofeedback podrían atenuar o revertir los problemas de atención y memoria.
“Estas dos técnicas no invasivas tienen por objeto mejorar el funcionamiento cerebral mediante la neuromodulación, que puede promover una mayor conexión entre las neuronas del cerebro [sinapsis]. Por ahora contamos solamente con estudios de caso. El de un médico que permaneció 34 días internado en la UTI, por ejemplo. Le aplicamos un protocolo de neurofeedback, muy utilizado en casos de pacientes con trastorno de déficit de atención, y se recuperó muy bien. Pero es un caso aislado”, dice.
“Estimo que, con base en el conocimiento que tenemos referente a las técnicas de estimulación cognitiva y rehabilitación cognoscitiva, sería posible obtener una mejoría de la conectividad neuronal mediante ejercicios que estimulen la habilidad cognitiva. La fase grave de la pandemia pasó, pero las secuelas perduran. Por ende, no es algo que se ha terminado. Fueron muchas personas infectadas y muchas que están padeciendo secuelas de esta índole. Pero aún no contamos con un programa efectivo para intervenir no solamente sobre los aspectos emocionales, sino también en lo que concierne a las dificultades cognitivas ocasionadas por el COVID-19”, pondera.
Puede leerse el artículo intitulado Cognitive performance of post-covid patients in mild, moderate, and severe clinical situations en el siguiente enlace: bmcpsychology.biomedcentral.com/articles/10.1186/s40359-024-01740-7.
* Imagen de rawpixel.com en Freepik
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