El jarabe de maíz es rico en fructosa y se emplea en la producción de galletas rellenas, productos dulces, refrescos y otros diversos productos (foto: FotoosVanRobin/Wikimedia Commons)

Salud
Alto consumo de fructosa en los padres, riesgo aumentado de enfermedades cardiometabólicas en los hijos
15-02-2024
PT EN

Una investigación con ratas mostró una elevación de la presión arterial y un compromiso de la regulación fisiológica del sistema cardiovascular en la prole. Aparte de estar presente en las frutas, este hidrato de carbono simple forma parte del jarabe de maíz, un ingrediente muy utilizado en las industrias alimenticias y de bebidas

Salud
Alto consumo de fructosa en los padres, riesgo aumentado de enfermedades cardiometabólicas en los hijos

Una investigación con ratas mostró una elevación de la presión arterial y un compromiso de la regulación fisiológica del sistema cardiovascular en la prole. Aparte de estar presente en las frutas, este hidrato de carbono simple forma parte del jarabe de maíz, un ingrediente muy utilizado en las industrias alimenticias y de bebidas

15-02-2024
PT EN

El jarabe de maíz es rico en fructosa y se emplea en la producción de galletas rellenas, productos dulces, refrescos y otros diversos productos (foto: FotoosVanRobin/Wikimedia Commons)

 

Por Luciana Constantino  |  Agência FAPESP – Los hijos de padres que consumen fructosa en exceso padecen tempranamente trastornos en el sistema nervioso autónomo, en el sistema cardiovascular y en el sistema metabólico, lo que eleva el riesgo de que desarrollen enfermedades crónicas tales como diabetes y obesidad en la fase adulta. Esta conclusión surge de una investigación realizada con ratas por científicos brasileños y publicada en el International Journal of Obesity.

Los referidos resultados confirman datos de la literatura científica relacionados con el surgimiento de trastornos metabólicos –tales como niveles elevados de triglicéridos (a partir de 150 mg/dL) y resistencia a la insulina– en los descendientes de padres con consumo excesivo de fructosa. Asimismo, la prole exhibió un aumento de la presión arterial y un compromiso de la sensibilidad del barorreflejo, un mecanismo de regulación fisiológica del sistema cardiovascular que ayuda a mantener la presión arterial dentro de los límites considerados normales.

A pesar de que a la fructosa se la conoce como “el azúcar natural de las frutas”, este hidrato de carbono simple (monosacárido) compone también el jarabe de maíz, ampliamente utilizado en las industrias alimenticias y de bebidas en la producción de galletas rellenas, productos dulces y refrescos. Endulza entre un 20 % y un 80 % más que la glucosa pura. Y su consumo excesivo ha venido siendo asociado a las altas tasas de sobrepeso y obesidad en la población mundial, en los niños inclusive.

“La medicina ha trabajado durante muchos años solamente apagando incendios, al intervenir cuando la enfermedad ya estaba instalada. Hoy en día contamos con elementos y estudios científicos que aportan a una medicina preventiva. Será una bomba de tiempo para las próximas generaciones si no avanzamos en este tipo de prevención”, sostiene la fisióloga Kátia De Angelis, docente de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), en Brasil, y autora corresponsal del artículo.

Según la investigadora, este estudio refuerza la importancia del sistema nervioso autónomo (SNA) en la regulación de diversas funciones corporales; y el mismo puede erigirse como un señalizador para detectar tempranamente la propensión de los niños a desarrollar estos tipos de enfermedades durante la fase adulta. El SNA es el encargado de regular automáticamente las funciones corporales involuntarias, tales como la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la respiración, la digestión y la regulación de la temperatura.

Una pandemia de obesidad

Se estima que más de la mitad de la población global –lo que representa alrededor de 4.000 millones de personas– padecerá sobrepeso u obesidad en 2035 en caso de que no se adopten acciones significativas para contener el problema. El Atlas Mundial de la Obesidad 2023 revela que el aumento anual es del 2,8 % entre adultos y de un 4,4 % en la infancia.

En Brasil se calcula que entre los adultos un 41 % padecerá obesidad en los próximos 12 años. Este porcentaje es actualmente del 17,1 %, según el estudio Covitel 2023 (Cuestionario Telefónico de Factores de Riesgo para Enfermedades Crónicas no Transmisibles en Tiempos de Pandemia), del Ministerio de Salud nacional. Los datos de la Sociedad Brasileña de Diabetes (SBD) indican que entre el 60 % y el 90 % de los portadores de la enfermedad también están con obesidad: la incidencia es mayor después de los 40 años.

“Por supuesto que no es el único factor determinante de la obesidad, pero ese excesivo consumo de fructosa vino acompañado de tendencias al aumento de acumulación de sobrepeso y obesidad en la población”, complementa De Angelis, quien dirigió en su doctorado a la primera autora del estudio, Camila Paixão dos Santos, en el Programa de Medicina Traslacional de la Unifesp.

Este trabajo contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de dos proyectos (22/04050-1 y 18/17183-4).

Al ser metabolizada en el hígado, la fructosa ingerida en grandes cantidades puede elevar la producción de ácidos grasos promoviendo una acumulación de triglicéridos y un aumento de peso corporal, que está asociado al incremento de moléculas inflamatorias implicadas en el desarrollo de otras enfermedades.

La Asociación Estadounidense del Corazón (AHA) recomienda limitar la ingestión de azúcar a 100 calorías por día en el caso de las mujeres (equivalente a 26 gramos) y 150 calorías entre los hombres (39 gramos) para mantener una dieta sana. Alrededor de 350 ml de refresco, por ejemplo, llegan a tener 38 gramos de azúcar. En tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) preconiza un consumo máximo equivalente al 10 % de las calorías diarias: para 2.000 calorías, serían 50 gramos de azúcar por día o alrededor de diez cucharaditas de té.

Acumular conocimiento

De Angelis es presidenta de la Sociedad Brasileña de Hipertensión, y docente de posgrado de la Unifesp y de la Universidade Nove de Julho (Uninove). Y estudia desde hace más de 20 años temas relacionados con las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y la obesidad. En 2012, una investigación publicada por un grupo coordinado por ella demostró que ratones sometidos al consumo crónico de fructosa exhibieron resistencia a la insulina, además de disfunciones hemodinámicas y autónomas asociadas a un perfil inflamatorio. En aquel momento, 15 días después de que los animales adultos empezaron a alimentarse con una dieta con fructosa, ya presentaban un aumento de la presión sistólica.

“Fuimos sorprendidos por una asociación entre un pequeño aumento de la presión arterial junto a una significativa elevación de la modulación simpática sobre el sistema cardiovascular en esos animales. Lo que nos sorprendió fue que el aumento simpático aparecía antes que cualquier alteración metabólica, es decir: no había alteraciones en los niveles de glucosa y triglicéridos, por ejemplo, de acuerdo con las mediciones clásicas que el médico realizaría en el consultorio. La presión casi no se alteraba, pero la hiperactividad simpática ya se hacía muy presente. Esto encendió una alarma al respecto de la disfunción del sistema nervioso autónomo que controla las vísceras”, le comenta la investigadora a Agência FAPESP.

En el estudio publicado ahora, los científicos sometieron a los animales a una ingesta de un 10 % de fructosa en el agua durante 60 días antes de aparearse. La prole fue evaluada 30 días después del destete y no se le administró fructosa en su dieta.

Se observó un menor peso al nacer, niveles elevados de triglicéridos sanguíneos y resistencia a la insulina en el grupo descendiente de padres que ingirieron fructosa en comparación con el grupo de control. Asimismo, el primer grupo exhibió un aumento de la presión arterial media y un compromiso de la sensibilidad del barorreflejo, caracterizado por respuestas bradicárdicas (desaceleración de los latidos cardíacos) y taquicárdicas (aceleración de los latidos) a la mengua.

El perjuicio en el barorreflejo apareció asociado a una menor tolerancia a la insulina y una presión arterial sistólica más elevada.

“Lo que demostramos es el mecanismo mediante el cual es posible detectar la disfunción tempranamente. Estamos intentando advertir que quizá sea necesario evaluar en los niños, antes incluso de que padezcan un aumento de la presión o una disfunción metabólica, los señalizadores anteriores, como aquellos relacionados con el sistema nervioso autónomo. Si los niños o sus padres están expuestos a un alto consumo de fructosa, probablemente esos hijos desarrollarán una disfunción en la vida adulta. De lograr detectar esto tempranamente, quizá sea posible atenuar o retrasar la aparición de enfermedades.”

Ahora los investigadores están evaluando alternativas terapéuticas y también cuál puede ser el impacto del entrenamiento físico en esos casos. En investigaciones anteriormente publicadas, el grupo de científicos demostró los beneficios del entrenamiento físico en animales que ingirieron fructosa durante sus vidas o ya de adultos.

Puede leerse el artículo intitulado Parental fructose consumption induces early baroreflex dysfunction in offspring: impact on arterial pressure and on insulin resistance en el siguiente enlace: www.nature.com/articles/s41366-023-01409-y.

 

  Republicar
 

Republicar

The Agency FAPESP licenses news via Creative Commons (CC-BY-NC-ND) so that they can be republished free of charge and in a simple way by other digital or printed vehicles. Agência FAPESP must be credited as the source of the content being republished and the name of the reporter (if any) must be attributed. Using the HMTL button below allows compliance with these rules, detailed in Digital Republishing Policy FAPESP.