Imagen: kjpargeter/Freepik
Un estudio realizado en la Universidad de São Paulo, en Brasil, ayuda a entender por qué las personas de la tercera edad son más susceptibles a contraer la infección provocada por el SARS-CoV-2 y el motivo por el cual la forma grave de la enfermedad aparece asociada a trastornos de la coagulación
Un estudio realizado en la Universidad de São Paulo, en Brasil, ayuda a entender por qué las personas de la tercera edad son más susceptibles a contraer la infección provocada por el SARS-CoV-2 y el motivo por el cual la forma grave de la enfermedad aparece asociada a trastornos de la coagulación
Imagen: kjpargeter/Freepik
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – Un estudio publicado en la revista NPJ Aging, perteneciente al grupo Nature, revela que la infección causada por el virus SARS-CoV-2 puede disparar la producción de autoanticuerpos, moléculas relacionadas entre otros factores con las enfermedades autoinmunes. Este hallazgo explica por qué las personas de la tercera edad tienden a ser más susceptibles a contraer el COVID-19 y el motivo por el cual la forma grave de la afección está relacionada con trastornos de la coagulación sanguínea como las trombosis.
“Este descubrimiento allana el camino para entender una serie de eventos patológicos derivados del COVID-19, que van desde la pérdida de memoria hasta la muerte súbita por trombosis de una mayor dimensión. La hiperinflamación característica del COVID-19 grave y el incremento de los autoanticuerpos generan los trombos y, como consecuencia de ello, la necesidad de reconstruir tejidos y de reclutar una cascada de coagulación. La trombosis y la inflamación constituyen dos eventos inmunológicos íntimamente relacionados y nuestro estudio se erige como uno más que confirma esta importante relación”, afirma Otávio Cabral-Marques, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), en Brasil, y coordinador del estudio, que contó con el apoyo de la FAPESP (proyectos 18/18886-9, 20/01688-0, 20/07069-0, 20/16246-2 y 20/09146-1) y con la colaboración de grupos de investigación alemanes y estadounidenses.
Otro aspecto interesante de este estudio, según Cabral-Marques, reside en que la elevación de los niveles de autoanticuerpos (anticuerpos que reconocen a una o más proteínas del propio individuo y que pueden causarle daños al organismo) que se observa en los pacientes con COVID-19 grave puede eventualmente valer para otras patologías.
“No se trata de una exclusividad del SARS-CoV-2. Otros patógenos también pueden elevar los niveles de autoanticuerpos. Esto hace que esas moléculas se conviertan en marcadores o blancos terapéuticos relevantes para salvar vidas de pacientes que estén con sepsis, por ejemplo, en un estadio cuasi terminal”, le dice el investigador a Agência FAPESP.
Para arribar a estas conclusiones, los investigadores analizaron datos referentes a autoanticuerpos de 159 pacientes con COVID-19 y distintos grados de gravedad: 71 padecían la enfermedad leve, 61 moderada y 27 grave. También se analizaron muestras de 73 personas sanas que conformaron el grupo de control.
“Al cruzar los datos mediante la aplicación de técnicas de inteligencia artificial, descubrimos dos autoanticuerpos principales que aparecían exacerbados en los pacientes con síntomas graves. Se trata precisamente de los autoanticuerpos asociados a la formación de trombos y trombocitopenia [una cantidad en mengua de plaquetas en la sangre, lo que eleva el riesgo de padecer hemorragias]”, comenta Dennyson Leandro M. Fonseca, coautor del artículo.
Fonseca explica que los altos niveles de estos autoanticuerpos pueden llevar a que el propio organismo genere daños tisulares a causa de trombos y netosis (un mecanismo inmunológico que consiste en la salida del material genético existente en el núcleo de los neutrófilos, un tipo de leucocitos, en forma de redes, que las células de defensa arrojan hacia el medio extracelular en un intento por aprisionar y matar a los patógenos).
“Dividimos los datos entre jóvenes y ancianos y así fue como observamos que, si bien ese mecanismo también puede dispararse entre personas con menos de 50 años, vuelve más susceptibles al agravamiento de la enfermedad a las personas mayores. Esto justifica el hecho de que la edad sea uno de los principales factores de riesgo para el COVID-19”, dice el investigador.
Cabe destacar que un sutil incremento de autoanticuerpos forma parte del proceso natural de envejecimiento. No obstante, los científicos observaron que, ante la infección provocada por el SARS-CoV-2, se produce una exacerbación de los niveles de estas moléculas en el organismo, sobre todo en los pacientes graves.
Estudios anteriores ya habían demostrado que los autoanticuerpos neutralizantes de proteínas que integran la primera línea de defensa antiviral (interferones) estaban presentes en la población en general y aumentaban dramáticamente en los pacientes ancianos con COVID-19. El estudio ahora publicado en la revista NPJ Aging expande la variedad de autoanticuerpos asociados al envejecimiento. Asimismo, el mismo confirma que el impacto de los autoanticuerpos varía de acuerdo con la edad y con la gravedad del COVID-19.
El grupo de científicos descubrió que los pacientes con COVID-19 exhiben un aumento significativo y asociado a la edad de los niveles de autoanticuerpos contra 16 blancos, tales como el péptido β-amiloide, β-catenina, cardiolipina, claudinas, nervio entérico, fibulina, receptor de insulina A y glucoproteína plaquetaria, por ejemplo.
“Esto abre el camino hacia la validación de los mecanismos de acción de los autoanticuerpos y amplia el conjunto de blancos, al suministrar una imagen más abarcadora de la fisiopatología y de la progresión del COVID-19 con relación al envejecimiento avanzado. Y permite orientar mejor las intervenciones necesarias”, sostiene Cabral-Marques.
Un problema sistémico
Se sabe que los pacientes con COVID-19 grave desarrollan daños profundos en sus órganos debido a una combinación de varias respuestas autoinflamatorias y autoinmunes. Este proceso puede resultar en miopatía (músculos), vasculitis (vasos sanguíneos), artritis (articulaciones), síndrome antifosfolipídico asociado a trombosis venosa profunda, embolia pulmonar y accidentes cerebrovasculares, como así también en lesiones en los riñones y en el sistema neurológico.
Asimismo, la desregulación inmunológica es una característica del síndrome pos-COVID, y puede causar síntomas heterogéneos tales como fatiga, disfunción vascular, síndromes de dolor, manifestaciones neurológicas y síndromes neuropsiquiátricos.
La más conocida de las respuestas inflamatorias asociadas al COVID-19 es la llamada “tormenta de citoquinas”, que consiste básicamente en la liberación incrementada de citoquinas, las moléculas responsables de avisarle al sistema inmunitario que es necesario enviar más células de defensa al sitio de la infección, lo que desencadena una respuesta inflamatoria exacerbada y la desregulación de otros sistemas de señalización. Además de la tormenta de citoquinas, existe también una hiperactivación de macrófagos, células que promueven la producción de autoanticuerpos.
¿Qué aparece primero?
Los autores del artículo aún no están seguros acerca de qué se produce en primer lugar: si es el agravamiento del COVID-19 o el aumento de los niveles de autoanticuerpos. “Analizamos estos dos sentidos en términos estadísticos y creemos que ambos eventos transcurren en forma mutua y bidireccional. Los autoanticuerpos, junto a otras moléculas inmunitarias, pueden interactuar en una red altamente compleja subyacente a procesos inmunopatológicos en pacientes con COVID-19 grave o pueden verse potenciados por condiciones de salud asociadas al envejecimiento y derivar en el desarrollo de la enfermedad grave”, explica Fonseca.
El investigador remarca que la forma grave de la infección promueve en el organismo un ambiente con lesiones tisulares (síndrome de dificultad respiratoria aguda), tormenta de citoquinas e hiperactivación de macrófagos que hace posible la producción de autoanticuerpos. Por otra parte, el contexto de la enfermedad puede permitir que los autoanticuerpos actúen sinérgicamente con múltiples metabolitos, citoquinas y quimioquinas –naturalmente desregulados en pacientes ancianos–, lo que sumado al progresivo declive de la función inmunológica causada por la edad redunda en el aumento de la susceptibilidad a las infecciones y las enfermedades autoinmunes.
Puede leerse el estudio intitulado Severe COVID-19 patients exhibit elevated levels of autoantibodies targeting cardiolipin and platelet glycoprotein with age: a systems biology approach en el siguiente enlace: www.nature.com/articles/s41514-023-00118-0.
Imagen de kjpargeter en Freepik
The Agency FAPESP licenses news via Creative Commons (CC-BY-NC-ND) so that they can be republished free of charge and in a simple way by other digital or printed vehicles. Agência FAPESP must be credited as the source of the content being republished and the name of the reporter (if any) must be attributed. Using the HMTL button below allows compliance with these rules, detailed in Digital Republishing Policy FAPESP.