Augusto Sorrigotti, alumno de la carrera de grado de ingeniería agronómica, emplea un sensor para medir el tenor de clorofila y los índices vegetativos de los viñedos de Casa Verrone, en la localidad de Itobi. Atrás, el investigador Luís Henrique Bassoi, de Embrapa Instrumentación y coordinador del proyecto (foto: Guilherme Lima/Embrapa Instrumentación)

Innovación en el campo
La agricultura de precisión permite obtener diferentes vinos de invierno en un mismo cultivo
17-08-2023
PT EN

En un trabajo de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria, el cruzamiento de datos de sensores hizo posible conocer la variabilidad del suelo y del clima de un mismo viñedo para la elaboración de productos diferenciados, con una mejor gestión del agua y de los fertilizantes. Empresas vitivinícolas del interior de São Paulo ya se están beneficiando con estos resultados

Innovación en el campo
La agricultura de precisión permite obtener diferentes vinos de invierno en un mismo cultivo

En un trabajo de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria, el cruzamiento de datos de sensores hizo posible conocer la variabilidad del suelo y del clima de un mismo viñedo para la elaboración de productos diferenciados, con una mejor gestión del agua y de los fertilizantes. Empresas vitivinícolas del interior de São Paulo ya se están beneficiando con estos resultados

17-08-2023
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Augusto Sorrigotti, alumno de la carrera de grado de ingeniería agronómica, emplea un sensor para medir el tenor de clorofila y los índices vegetativos de los viñedos de Casa Verrone, en la localidad de Itobi. Atrás, el investigador Luís Henrique Bassoi, de Embrapa Instrumentación y coordinador del proyecto (foto: Guilherme Lima/Embrapa Instrumentación)

 

Por André Julião, de Itobi  |  Agência FAPESP – Quien observa las hileras uniformes de vides en un viñedo no logra hallar diferencias entre las plantas. Sin embargo, aun en un pequeño cultivo, el suelo y los parrales poseen una serie de características variables que producen a su vez uvas con características distintas y que, por ende, dan origen a vinos distintos. Con todo, estas variaciones se vuelven evidentes únicamente mediante el empleo de instrumentos que detectan incluso las más sutiles diferencias en el suelo y en las hojas de las parras.

En el marco de un proyecto que cuenta con el apoyo de la FAPESP y con la coordinación de científicos de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), se están mapeando esas áreas en dos productoras vitivinícolas del interior del estado de São Paulo: Casa Verrone, en la localidad de Itobi, y Terras Altas, en Ribeirão Preto.

Las vendimias separadas dentro de un mismo cultivo han proporcionado vinos experimentales distintos entre sí en las dos vinícolas. Sucede que, dependiendo de las condiciones del suelo y de las plantas, las uvas pueden tener más o menos azúcares, ácidos o compuestos fenólicos. E incluso la graduación alcohólica del vino resultante puede variar.

Este estudio abre el camino hacia el desarrollo de productos diferenciados, con un mayor valor agregado y características deseables, sin que sea necesario abrir nuevas áreas de cultivo. Y permite también realizar una mejor gestión del agua y de los fertilizantes.

El proyecto ayuda también a darles impulso a los llamados vinos de invierno, que han venido ganando mercado en Brasil durante la última década y que se producen en zonas del país donde históricamente no se elaboraban estas bebidas finas, como el Brasil Central (los estados de Mato Grosso y Tocantins), el estado de Bahía y los estados que componen la región sudeste (São Paulo, Minas Gerais, Río de Janeiro y Espírito Santo).

Mediante la técnica de doble poda, desarrollada por la Empresa de Investigación Agropecuaria de Minas Gerais (Epamig), en lugar de cosechar las uvas al final del verano (entre enero y marzo), cuando llueve más y se registran más enfermedades, los productores realizan la vendimia entre junio y agosto. Durante ese lapso, la pluviosidad es menor y hay una mayor amplitud térmica, con días calurosos y noches frías, ideal para las uvas viníferas.

“Usamos diversas mediciones para evaluar la variabilidad que los viñedos exhiben en forma natural para que, con base en ello, el enólogo pueda sacar ventaja de alguna característica en particular del vino producido en una determinada parte del viñedo. Es lo que llamamos vitivinicultura de precisión”, explica el coordinador del proyecto, Luís Henrique Bassoi, investigador de la unidad descentralizada Embrapa Instrumentación, con sede en São Carlos, São Paulo.

Aparte de las dos vitivinícolas paulistas, son socias del proyecto la unidad Uva y Vino de Epamig en la localidad de Caldas, que desarrolló la técnica de la doble poda a comienzos de la década de 2000, y la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidade Estadual Paulista (FCA-Unesp), con sede en Botucatu, donde Bassoi es docente del Programa de Posgrado en Ingeniería Agrícola.

“En el manejo tradicional, la elevada pluviosidad puede obligar a realizar una vendimia precoz en verano, sin que las uvas culminen todo su proceso de maduración. Con la doble poda, desplazamos el período de maduración al otoño y el invierno, cuando en la región sudeste existen condiciones de baja humedad atmosférica y una elevada amplitud térmica, que hace posible el avance de la maduración”, explica Renata Vieira da Mota, coordinadora del Programa Estadual de Investigación en Vitivinicultura de Epamig e investigadora asociada del proyecto.

Según Vieira da Mota, las bajas temperaturas nocturnas hacen su aporte al equilibrio en el tenor de ácidos y la formación de los compuestos fenólicos, responsables del color y la estructura del vino. “De esta forma, logramos extraer todo el potencial cualitativo de las uvas en el proceso de elaboración del vino de invierno”, añade.

Las diferencias en la copa

En Casa Verrone, una propiedad de 35 hectáreas que se encuentra hace 40 años en manos de la familia de ese nombre, el vitivinicultor Márcio Verrone cultiva 15 hectáreas de uvas viníferas y para jugo desde el año 2008. Con el proyecto puesto en marcha en 2019, y desde 2021 apoyado por la FAPESP, las perspectivas son las mejores posibles.

“Dentro de una misma área fue posible dividir una parte de alta calidad y otra de menor calidad. Podemos usar las uvas de la primera para producir un vino especial, por ejemplo, incluso con un sello de agricultura de precisión o algo de esa índole. Ese vino puede también emplearse en un corte [una mezcla], para elevar el nivel del vino de la otra área. Las posibilidades son muchas”, proyecta Verrone.

Ricardo Baldo, director de la empresa vitivinícola Terras Altas, con sede en la localidad paulista de Ribeirão Preto, afirma que ya utiliza el vino de las mejores áreas para efectuar cortes con los de las otras. Con el mapeo de toda la propiedad, espera pronto poder elaborar productos exclusivos con base en los frutos de las mejores áreas de sus viñedos.

“Gracias a la vitivinicultura de precisión, también podemos gestionar mejor el uso del agua y de los fertilizantes. Sabemos qué áreas requieren más, menos o incluso ninguno de estos recursos, y con ello hacer un uso inteligente de los mismos”, informa.

En Casa Verrone, las dos partes de la misma área de la variedad syrah, de alrededor de 1,1 hectáreas, se identificaron con base en el cruzamiento de información referente a la humedad y la conductividad eléctrica existente en el suelo, aparte de mediciones realizadas en las plantas mediante porometría (que indica la cantidad de transpiración de las hojas), el tenor de clorofila e índices vegetativos (medidos mediante sensores que cargan los propios investigadores, embarcados en un dron o incluso vía satélite).

Con estos resultados, el área quedó dividida entre la que suministraba un alto vigor vegetativo y la que suministraba un bajo vigor vegetativo, que es la cantidad de biomasa que producen las plantas, entre otras características bioquímicas.

La enóloga Isabella Magalhães, de Casa Verrone, le presentó a Agência FAPESP los dos vinos experimentales obtenidos de las áreas de alto y bajo vigor vegetativo. La llamada microvinificación, a una escala menor que la industrial, se concretó en el Núcleo Tecnológico Uva y Vino de Epamig en Caldas.

“Ambos poseen una coloración rubí, pero la misma es más delicada en el vino del área de alto vigor vegetativo y más intensa en la de bajo vigor. Mientras que en el primero consigo sentir en la nariz frutas frescas, lo que puede llevar a ese vino a envejecer en barricas, en el otro tengo un vino que debe tomarse más joven, en todo su vigor”, compara Magalhães, mientras cata los dos productos.

Este proyecto cuenta con la participación de los estudiantes doctorales Larissa Farinassi y Anderson Pereira, de la FCA-Unesp, y los pasantes Victor Nogueira, Gabriel Ferreira, Victor Gambardella y Augusto Sorrigotti, estudiantes de la carrera de grado de ingeniería agronómica en el Centro Universitário Central Paulista (Unicep), en São Carlos.

Para Bassoi, aparte de la capacitación de mano de obra, este proyecto le aporta innovación al sector al llevar la agricultura de precisión, bastante presente en los cultivos de café, soja y caña de azúcar, a la vitivinicultura, en la que aún es incipiente en Brasil.

“Nuestra idea es llevarles un nuevo parámetro a los productores para que puedan darles impulso a sus productos en el mercado, que aún tiene muchos prejuicios con los vinos nacionales. Tenemos productos de alta calidad”, culmina diciendo el investigador.

 

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