En un editorial publicado en el British Journal of Sports Medicine, Bruno Gualano, docente de la Universidad de São Paulo (Brasil), describe aquello que la ciencia sabe actualmente sobre la relación entre la práctica regular de ejercicios y la enfermedad causada por el SARS-CoV-2 (foto: Pixabay)

Las evidencias sustentan la promoción de las actividades físicas contra las complicaciones del COVID-19
31-03-2022
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En un editorial publicado en el British Journal of Sports Medicine, Bruno Gualano, docente de la Universidad de São Paulo (Brasil), describe aquello que la ciencia sabe actualmente sobre la relación entre la práctica regular de ejercicios y la enfermedad causada por el SARS-CoV-2

Las evidencias sustentan la promoción de las actividades físicas contra las complicaciones del COVID-19

En un editorial publicado en el British Journal of Sports Medicine, Bruno Gualano, docente de la Universidad de São Paulo (Brasil), describe aquello que la ciencia sabe actualmente sobre la relación entre la práctica regular de ejercicios y la enfermedad causada por el SARS-CoV-2

31-03-2022
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En un editorial publicado en el British Journal of Sports Medicine, Bruno Gualano, docente de la Universidad de São Paulo (Brasil), describe aquello que la ciencia sabe actualmente sobre la relación entre la práctica regular de ejercicios y la enfermedad causada por el SARS-CoV-2 (foto: Pixabay)

 

Por Karina Toledo  |  Agência FAPESP – ¿Qué sabe la ciencia actualmente sobre la relación entre la actividad física y el COVID-19 y qué debe investigarse aún? El profesor Bruno Gualano, de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), en Brasil, procuró dar respuesta a estas dos cuestiones en un editorial publicado recientemente en el British Journal of Sports Medicine.

“Algo al respecto de lo que se especuló al comienzo de la pandemia y que actualmente ha quedado demostrado de manera bastante fehaciente es que las personas físicamente activas tienden a padecer una enfermedad más blanda cuando se infectan con el SARS-CoV-2. El conjunto de investigaciones sobre el tema sugiere que, en promedio, estas personas corren entre un 30 % y un 40 % menos riesgos de hospitalización”, le comenta Gualano a Agência FAPESP.

Con todo, el investigador efectúa una salvedad: los estudios se realizaron en países distintos (con poblaciones genética y demográficamente distintas) y se investigaron desenlaces variados: algunos se enfocaron en la entrada hospitalaria y otros en las internaciones, por ejemplo. También existe una variación en lo referente a la definición de COVID-19 grave.

En general, los trabajos publicados hasta ahora consideran como físicamente activos a los individuos que realizan al menos 150 minutos de actividad física moderada por semana o 75 minutos de ejercicios de alta intensidad, tal como lo preconiza la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Generalmente, quienes siguen esta recomendación tienden a ser más jóvenes, menos obesos y a padecer menos enfermedades crónicas. Sin embargo, aun cuando se la controla en lo que concierne a esos factores de confusión [mediante análisis estadísticos], la práctica de la actividad física aparece asociada a un mejor pronóstico, es decir, a menores chances de hospitalización y de muerte”, dice el profesor de la FM-USP.

Un artículo publicado por Gualano y colaboradores también en el British Journal of Sports Medicine, en julio de 2021, mostró que los atletas profesionales generalmente desarrollan la enfermedad leve cuando se infectan. “En ese estudio planteamos la hipótesis de que la protección puede ser aún mayor en los casos de personas con un alto nivel de actividad física, como cuando se trata de atletas profesionales. Pero esto es algo que aún debe confirmarse”, comenta.

Por otra parte, existen evidencias que indican que el rendimiento de los atletas puede verse afectado por los síntomas persistentes de la infección (COVID largo), entre ellos la fatiga. “Se especula también que los atletas corren más riesgos de desarrollar una inflamación en el corazón [miocarditis o pericarditis] tras contraer la enfermedad, pero los estudios sobre el tema aún son controvertidos”, comenta.

Algo que tampoco está claro es si entre los hospitalizados a causa del COVID-19 el historial atlético puede prefigurar un mejor pronóstico. Una investigación con 209 pacientes internados en el Hospital de Clínicas de la FM-USP coordinada por Gualano sugiere que no (lea más en: agencia.fapesp.br/35168/). 

Así y todo, en el marco de un estudio español con 552 pacientes, realizado en forma retrospectiva y publicado en la revista Infectious Diseases and Therapy, se arribó a la conclusión de que los pacientes graves con historial de actividad física presentaban seis veces menos riesgos de morir. “No puede descartarse el sesgo de la memoria [en el caso de ese estudio español], toda vez que los cuestionarios se contestaron hasta 120 días después del alta y, en los casos de los pacientes que fallecieron, sus parientes aportaron los datos”, destaca Gualano en el editorial.

La capacidad que tiene la actividad física de potenciar la respuesta vacunal contra el COVID-19, incluso en pacientes inmunosuprimidos, es algo que ha quedado demostrado en el caso del inmunógeno CoronaVac en el marco de un estudio coordinado por la profesora de la USP Eloisa Bonfá, del cual Gualano es coautor (lea más en: agencia.fapesp.br/36678/). 

“Nuestros hallazgos son prometedores, pues abren un frente de investigación interesante y muy actual. Ya se sabe que los inmunizantes pierden eficacia con el correr del tiempo y la actividad física puede erigirse en una herramienta capaz de prolongar la protección. Esto ya está claro en la literatura científica en el contexto de vacunas contra otras enfermedades, como la gripe”, dice el investigador.

Lagunas

Los datos hasta ahora publicados sobre el tema se refieren en buena medida a estudios retrospectivos (basados en el análisis del historial de actividad física, del historial clínico y de los desenlaces después de que los pacientes ya se curaron o fallecieron) o transversales (cuando se observa la relación entre la actividad física y la enfermedad en un momento específico, tal como el período de internación).

A juicio de Gualano, son necesarias ahora investigaciones que efectúen seguimientos de los voluntarios físicamente activos durante un largo período, desde antes de la infección hasta el desenlace del cuadro, y que comparen los resultados con los de voluntarios que no practican actividades físicas (el grupo de control).

“Los ensayos controlados y aleatorizados a gran escala podrán validar los datos obtenidos mediante estudios observacionales y recabar conocimiento sobre la recomendación ideal de actividad física para prevenir el COVID-19 grave. Y este mismo principio vale para validar el efecto de la actividad física sobre la respuesta vacunal”, afirma.

El investigador también hace hincapié en la importancia de realizar estudios con modelos experimentales con miras a recabar información sobre los mecanismos moleculares y celulares que subyacen a los efectos de la actividad física en el COVID-19.

“Es importante evaluar también si la actividad física puede mitigar la transmisión y la reinfección provocadas por el SARS-CoV-2, como así también prevenir y/o tratar los síntomas persistentes de la enfermedad. Pero, para todo eso, se necesita contar con financiación”, comenta.

Para Gualano, las lecciones que se aprendieron durante casi dos años de investigación intensiva sobre el COVID-19, junto con el conocimiento afianzado sobre la inmunología del ejercicio y la fisiología clínica del ejercicio, “conforman la base de una llamada global a la acción: hay que promover la actividad física durante esta y en futuras pandemias”, fundamentalmente entre las personas que tienen el sistema inmunitario comprometido y los portadores de enfermedades crónicas.

“Los gestores deben pensar en la promoción de la actividad física como una estrategia tendiente a prevenir complicaciones relacionadas tanto con la forma aguda del COVID-19 como con el COVID largo. Los estudios muestran que, durante los meses posteriores la infección, aumenta el riesgo de padecer enfermedades graves, fundamentalmente cardiovasculares. La promoción de un estilo de vida sano, aparte de proteger a la población, aligera el peso sobre el sistema de salud”, asevera.

Puede leerse el editorial intitulado Evidence-based physical activity for COVID-19: what do we know and what do we need to know? en el siguiente enlace: bjsm.bmj.com/content/early/2022/02/18/bjsports-2022-105426
 

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