Esta fue la reflexión que formuló Jean Ometto, uno de los autores líderes del nuevo informe difundido por el IPCC e investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, en el marco de un webinario organizado por la FAPESP. El evento contó con la presencia también de otras cuatro científicas brasileñas que participaron en la redacción del documento (imagen: captura de pantalla durante realización del seminario online)
Esta fue la reflexión que formuló Jean Ometto, uno de los autores líderes del nuevo informe difundido por el IPCC e investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, en el marco de un webinario organizado por la FAPESP. El evento contó con la presencia también de otras cuatro científicas brasileñas que participaron en la redacción del documento
Esta fue la reflexión que formuló Jean Ometto, uno de los autores líderes del nuevo informe difundido por el IPCC e investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, en el marco de un webinario organizado por la FAPESP. El evento contó con la presencia también de otras cuatro científicas brasileñas que participaron en la redacción del documento
Esta fue la reflexión que formuló Jean Ometto, uno de los autores líderes del nuevo informe difundido por el IPCC e investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, en el marco de un webinario organizado por la FAPESP. El evento contó con la presencia también de otras cuatro científicas brasileñas que participaron en la redacción del documento (imagen: captura de pantalla durante realización del seminario online)
Por José Tadeu Arantes | Agência FAPESP – Casi la mitad de la población mundial –entre el 42 % y el 46 % de los habitantes humanos del planeta– se encuentra en una situación de alta vulnerabilidad a los cambios climáticos. Y la mayor o menor vulnerabilidad está asociada a variables tales como el género, la raza y los ingresos. En América del Sur y en América Central, esta vulnerabilidad se ve amplificada por factores tales como las desigualdades sociales, la pobreza y las alteraciones en el uso de la tierra, fundamentalmente vinculadas con la deforestación. Muchos eventos extremos −las inundaciones o sequías, la elevación del nivel del mar, la erosión costera y la acidificación de los océanos y los lagos, por ejemplo− están haciendo impacto en la región, y se intensificarán.
Estas fueron las afirmaciones de Jean Ometto, quien integra el equipo del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) de Brasil y también forma parte de la coordinación del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG), durante el webinario realizado el pasado 3 de marzo para debatir el sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) referente a los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad (WGII/AR6), dado a conocer el 28 de febrero.
El IPCC, creado en 1988 por iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (ONU Medio Ambiente) y de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), posee actualmente 195 países inscritos, Brasil inclusive. Científicos de todo el mundo participan en este organismo voluntariamente: son autores, colaboradores y revisores. Y están organizados en tres grupos de trabajo independientes: el Grupo I, que aborda las bases físicas de los cambios climáticos y que presentó su informe en agosto pasado; el Grupo II, que trabaja los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad a los cambios climáticos, cuyo informe está lanzándose ahora y que fue el tema del webinario, y el Grupo III, que trata la mitigación de los cambios climáticos y publicará el suyo en mayo próximo.
Se estima que las actividades humanas habrían provocado hasta ahora un aumento de aproximadamente 1 °C en la temperatura media del planeta, en comparación con los niveles preindustriales. “Si la temperatura global sobrepasa 1,5 °C la temperatura del período preindustrial, aunque lo haga durante algunas décadas nomás, para posteriormente volver a niveles más bajos, los daños a diversos sistemas naturales y sociales serán irreversibles”, dijo Ometto, quien a su vez puso de relieve que la ventana de oportunidad para la implementación de acciones consistentes se está cerrando.
El investigador del Inpe fue el autor líder del capítulo 12 (América del Sur y Central) y el coordinador del capítulo especial “Bosques tropicales” del sexto informe. Participaron también en el webinario otras cuatro autoras, que integran la nómina de científicos brasileños del Grupo II.
Mariana Vale, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), autora del capítulo 12 (América del Sul y Central) y coordinadora del capítulo especial “Hotspots de biodiversidad”, prosiguió con su conferencia.
Un aspecto importante del informe, que Vale puso de relieve, reside en que en él se entiende al sistema global como una integración del sistema climático propiamente dicho con los sistemas naturales y humanos.
“Los sistemas naturales –terrestres, marinos y de agua dulce– reciben el impacto del clima y también interfieren en él, y pueden atenuar los cambios climáticos mediante el secuestro de carbono de la atmósfera. Al mismo tiempo, son blancos del impacto de los sistemas humanos, fundamentalmente a través de la degradación ambiental, pero también les ofrecen a los sistemas humanos una importante vía de adaptación, a la que denominamos adaptación basada en ecosistemas”, dijo.
Con base en un estudio mucho más vasto de datos, el nuevo informe muestra que la extensión y la magnitud de los impactos de los cambios climáticos son mayores que los estimados en evaluaciones anteriores. Ya existen alteraciones irreversibles en ecosistemas terrestres, de agua dulce, costeros y marinos.
Un dato importante que Vale destacó hace referencia al cambio en la distribución de las especies naturales, que se han desplazado desde las áreas más afectadas por el calentamiento rumbo a regiones más frías. “Alrededor de la mitad de las especies analizadas alteraron su distribución en dirección hacia los polos o a alturas más elevadas. Y centenas de especies han perdido poblaciones locales debido a los extremos de calor”, sostuvo.
“Existen evidencias crecientes que indican que la degradación o la destrucción de los ecosistemas incrementa también la vulnerabilidad de las personas, especialmente cuando se trata de pueblos indígenas y comunidades tradicionales”, añadió.
La investigadora enfatizó que, “además de la merma de las emisiones de gases de efecto invernadero, los riesgos se reducirán más si se incrementa la capacidad que poseen los ecosistemas naturales de almacenar carbono. Esto se concreta mediante la disminución del desmonte y la restauración de los ecosistemas degradados para que vuelven a ser sumideros naturales de carbono”, puntualizó.
La siguiente conferencia, a cargo de Patrícia Pinho, del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (Ipam), se enfocó en las dimensiones humanas y sociales de la crisis climática. Pinho fue autora del capítulo 8 (Pobreza, modos de vida y desarrollo sostenible).
“Un aspecto nuevo que se plantea en el informe se refiere a la justicia climática. Históricamente, la contribución a la crisis climática proviene fundamentalmente de los países del norte global. Sin embargo, los impactos más significativos y más negativos se han sentido en los países del sur global, en donde Brasil se inserta. Y han incidido sobre poblaciones más pobres y más marginadas. Entre ellas, los pueblos originarios y las poblaciones tradicionales”, afirmó.
El informe destaca que los impactos del cambio climático y de las desigualdades sociales se exacerban recíprocamente. “Es imposible pensar en limitar los cambios climáticos o proponer formas efectivas de adaptación sin modificar el formato del desarrollo socioeconómico”, argumentó la investigadora.
“Cuando pensamos en estrategias de resiliencia o adaptación, debemos tener en cuenta los distintos puntos de partida de cada población. No existe una solución homogénea que sirva para todos. La mortalidad causada por tormentas, inundaciones o sequías es 15 veces mayor en países de alta vulnerabilidad en comparación con los países de vulnerabilidad menor”, prosiguió.
Sin fuertes medidas de adaptación al cambio climático, la proyección indica que la cantidad de gente viviendo en condiciones de extrema pobreza aumentará 122 millones para 2030.
Esta conferencia abrió el camino hacia la siguiente, en la que se abordó la adaptación en las ciudades. Se trata de un tema clave, toda vez que el proceso acelerado de urbanización constituye una tendencia global, con variaciones regionales.
Maria Fernanda Lemos, de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-RJ), autora del capítulo 12 (América del Sul y América Central), fue la encargada de abordar el tema. “En el continente africano se está registrando un crecimiento sumamente significativo de la población urbana, fundamentalmente en las pequeñas y medianas ciudades, mientras que en el continente asiático se produce un crecimiento de las megaciudades. En pocos años, las mayores megaciudades del mundo estarán en Asia”, dijo.
La investigadora recordó que las ciudades son sistemas. Y que se deben tener en cuenta sus múltiples variables para promover sistemas de adaptación realmente efectivos. “Una de las principales barreras es el aumento de la pobreza y de las desigualdades. Y esto asociado al déficit de infraestructura y de servicios básicos, a los asentamientos en áreas de riesgo, a la precariedad de las viviendas y a la informalidad laboral. Todo lo cual requiere atención y la implementación de acciones urgentes. Hay iniciativas sumamente importantes con miras a reducir el déficit habitacional en América del Sur y en América Central, pero las mismas se enfocan únicamente en la disminución de riesgos y no en la transformación, con miras a construir un ambiente más adaptado al futuro”, ponderó Lemos.
Y prosiguió: “Existe muchas inversiones en grandes estructuras de ingeniería tradicional y pocas tendientes a reducir la precariedad y la informalidad. Si se entiende que las ciudades son sistemas, es necesario que haya planificaciones inclusivas y a largo plazo, sistemas de gobernanza más eficientes, un marco regulatorio que oriente las acciones públicas y las acciones privadas en el sentido de la adaptación y también sistemas de seguimiento y monitoreo”.
Otro aspecto importante que se plantea en el informe y que la investigadora puso de relieve durante su conferencia se refiere a la expansión de las experiencias que apuntan a utilizar las soluciones basadas en ecosistemas también en el contexto urbano, fundamentalmente en lo concierne al manejo del agua. “Hay una expectativa que apunta a que las iniciativas que combinen obras de ingeniería tradicional con soluciones basadas en la naturaleza pueden erigirse en soluciones más eficientes para la gestión del agua”, afirmó.
Lemos destacó que la movilidad y los transportes constituyen un sector crítico. “En situaciones de anegamiento, cuando el sistema de transportes entra en colapso, la gente queda paralizada en donde está. Por eso la adaptación de los sistemas de transportes para que puedan resistir a las situaciones extremas es de vital importancia. Y prácticamente no tenemos registros de actuaciones en tan sentido. Es un bache muy grande”, subrayó.
La construcción del futuro, desde una perspectiva realista, pero que también puede ser optimista, constituyó el hilo conductor de la última conferencia del webinario, a cargo Maria Silvia Muylaert Araújo, de la Compañía Habitacional del Estado de Río de Janeiro (Cehab-RJ), autora del capítulo 18 (Los caminos hacia el desarrollo resiliente a los cambios climáticos) y del Atlas Regional del Informe.
“La definición de resiliencia, adoptada por el Grupo II del IPCC, indica la capacidad de los sistemas sociales, económicos y ecológicos interconectados de hacer frente a eventos peligrosos, tendencias o trastornos, respondiendo o reorganizando de manera tal de mantener su función, su identidad y estructura esencial. La resiliencia constituye un atributo positivo cuando mantiene la capacidad de adaptación, de aprendizaje y/o de transformación”, explicó.
Esto supone la unión de las agendas de mitigación y de adaptación. “En busca de evidencias de resiliencia en los grandes y en los pequeños proyectos, trabajamos con cinco sistemas – energético; urbano y de infraestructura; terrestres, oceánicos y ecosistémicos; industrial, y social–, investigando los caminos posibles de desarrollo económico más o menos sostenibles”, informó Muylaert Araújo.
Y a su vez destacó que la sostenibilidad está asociada a una profunda transformación social, que reduce drásticamente las emisiones con miras a limitar el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C y llegar a futuros deseables y factibles de bienestar para todos.
“La ventana es estrecha”, dijo la investigadora. Pero apuntó como un gran avance del informe el énfasis en las medidas de adaptación basadas en ecosistemas y en el reconocimiento de los saberes tradicionales como formas efectivas de enfrentamiento de los cambios climáticos. “Fue un gran logro del informe la inclusión de la idea de aprender con la naturaleza y con el conocimiento local de las comunidades indígenas, reconociendo esa ciencia, a menudo oral, como un sistema que integra prácticas culturales, tradiciones, sabiduría y formas de conocer el mundo que suministran información, observaciones y soluciones precisas y útiles sobre el cambio climático.”
Muylaert Araújo describió también algunos de los grandes proyectos de desarrollo resiliente al clima actualmente en marcha. Uno de ellos es la Belt and Road Initiative (BRI), bajo el auspicio del gobierno chino, con una inversión de 21 billones de dólares para financiar obras de infraestructura (gasoductos, vías férreas, parques industriales, rehabilitación urbana, etc.) resilientes a los cambios climáticos en más de 120 países y llegando a 4.400 millones de personas.
Otro ejemplo, que combina mitigación y adaptación, lo constituyen las Murallas Verdes (Green Walls), como la Gran Muralla Verde del Sáhel, con 8 mil kilómetros de extensión y 15 kilómetros de ancho, destinada a impedir que el proceso de desertificación avance desde el Sahara sobre el Sáhel, en el continente africano.
“Son propuestas con ventajas y desventajas que deben conocerse y evaluarse mejor”, resumió la investigadora.
El webinario, cuyo objetivo fue la difusión del sexto informe del IPCC sobre los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad, estuvo coordinado por el físico Paulo Artaxo, integrante del IPCC y miembro de la coordinación del PFPMCG.
El evento online contó también con la participación del presidente de la FAPESP, Marco Antonio Zago, quien destacó que la característica más importante del IPCC es su “estricta adhesión a la ciencia”. “En tal sentido, los aportes de las centenas de científicos que lo integran difieren mucho de las opiniones políticas e ideológicas”, dijo.
Zago puso de relieve también que la FAPESP ha destinado hasta ahora recursos por unos 100 millones de reales para estimular investigaciones sobre el tema, articulando las variables resultantes de la actividad humana con las de las causas naturales. En total, han sido contemplados más de 740 proyectos en las más diversas áreas relacionadas con el tema del cambio climático.
El webinario completo se encuentra disponible en el siguiente enlace: www.youtube.com/watch?v=pusHlS0wSEA.
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