Científicos de la Universidad de São Paulo, en Brasil, compararon en un estudio el efecto de este tipo de ejercicios realizados por la mañana o a la noche entre hombres de mediana edad. Los resultados sugieren que su práctica entre las 18:00 y las 21:00 ayuda a estimular mecanismos que ejecutan el ajuste fino de la presión arterial (foto: archivo de los investigadores)

El entrenamiento aeróbico nocturno les aporta a los hipertensos mayores beneficios cardíacos
02-12-2021
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Científicos de la Universidad de São Paulo, en Brasil, compararon en un estudio el efecto de este tipo de ejercicios realizados por la mañana o a la noche entre hombres de mediana edad. Los resultados sugieren que su práctica entre las 18:00 y las 21:00 ayuda a estimular mecanismos que ejecutan el ajuste fino de la presión arterial

El entrenamiento aeróbico nocturno les aporta a los hipertensos mayores beneficios cardíacos

Científicos de la Universidad de São Paulo, en Brasil, compararon en un estudio el efecto de este tipo de ejercicios realizados por la mañana o a la noche entre hombres de mediana edad. Los resultados sugieren que su práctica entre las 18:00 y las 21:00 ayuda a estimular mecanismos que ejecutan el ajuste fino de la presión arterial

02-12-2021
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Científicos de la Universidad de São Paulo, en Brasil, compararon en un estudio el efecto de este tipo de ejercicios realizados por la mañana o a la noche entre hombres de mediana edad. Los resultados sugieren que su práctica entre las 18:00 y las 21:00 ayuda a estimular mecanismos que ejecutan el ajuste fino de la presión arterial (foto: archivo de los investigadores)

 

Por Karina Ninni  |  Agência FAPESP – Un estudio publicado en la revista Blood Pressure Monitoring muestra que, para las personas hipertensas, los beneficios de la realización de actividades físicas pueden ser potenciarse si los ejercicios se practican entre las 18:00 y las 21:00.

Este análisis se enfocó en la tasa de recuperación cardíaca (TRC), que puede explicarse, grosso modo, como la medición de la disminución de la frecuencia cardíaca tras la interrupción del ejercicio. El entrenamiento nocturno mejoró tanto la fase rápida (medida 60 segundos después del apogeo del esfuerzo físico) como la fase lenta (medida 300 segundos después) de la TRC.

La investigación estuvo a cargo del posdoctorando Leandro Campos de Brito, bajo la supervisión de la profesora Cláudia Lúcia de Moraes Forjaz, de la Escuela de Educación Física y Deportes de la Universidad de São Paulo (EEFE-USP), en Brasil. El investigador comparó las respuestas de pacientes hipertensos a los entrenamientos aeróbicos estructurados realizados por la mañana y a la noche durante el transcurso de diez semanas.

Según Campos de Brito, aproximadamente el 25 % de las personas no son responsivas a los ejercicios desde el punto de vista del control de la presión. Para dichas personas, son necesarias estrategias distintas a las convencionales: la realización de ejercicios en momentos que puedan maximizar los beneficios, por ejemplo.

La idea inicial de Campos de Brito durante su doctorado consistió en evaluar el efecto crónico de los ejercicios en lo concerniente a los beneficios cardiovasculares en general. Esto contemplaba también las respuestas de la TRC: la medición de la disminución de la frecuencia cardíaca tras la interrupción del ejercicio, por ejemplo. Se trata de una variable que suministra un marcador de los mecanismos autónomos de regulación del funcionamiento del corazón.

“Existe una división en el sistema autónomo cardíaco: está el sistema autónomo simpático y está el parasimpático. Grosso modo, el parasimpático hace que el corazón se desacelere, y el simpático hace que el órgano se acelere y lata más fuerte. Lo esperable es que, tras un período de entrenamiento con ejercicios físicos, el poder del sistema autónomo parasimpático aumente [con el corazón más relajado] y el del simpático disminuya. La TRC nos permite inferir de qué manera transcurre este comportamiento al medírsela durante los primeros 60 segundos [una respuesta típicamente parasimpática] y 300 segundos después del final de una prueba máxima de esfuerzo cardiopulmonar, y esta última respuesta sugiere tanto la actuación del nervio parasimpático, al recuperar el compás del corazón, como la desaceleración del simpático, cuya actividad se acumuló durante el ejercicio”, explica.

Según el grupo de científicos, el hecho de que ambas fases (la rápida y la lenta) de la TRC hayan aumentado con el entrenamiento nocturno indica que la práctica de ejercicios a esa hora del día mejora el sistema autónomo cardíaco en sus dos modos (el parasimpático y simpático). Asimismo, los resultados muestran que el efecto beneficioso no se restringe al momento en que los voluntarios se ejercitaron.

“Evaluamos a las personas por la mañana y a la noche y las que se entrenaron durante el período nocturno mostraron mejores resultados en ambas evaluaciones.”

El método

Participaron en el experimento 49 varones hipertensos de mediana edad, medicados durante al menos cuatro meses con el mismo tipo de fármaco y la misma posología. Se los dividió aleatoriamente en tres grupos: el de entrenamiento matutino (de 7:00 a 9:00), el de entrenamiento nocturno (de 18:00 a 21:00) y el grupo de control (sin entrenamiento aeróbico).

El entrenamiento se realizó tres veces por semana durante diez semanas. Los grupos que realizaron el entrenamiento se ejercitaron en bicicletas ergométricas (30 minutos durante las dos primeras semanas y 45 minutos durante las restantes, con intensidad moderada) y el grupo de control practicó elongaciones (30 minutos). En las evaluaciones iniciales y finales del estudio, la tasa de recuperación cardíaca de los voluntarios se midió 60 y 300 segundos después del final de los ejercicios.

“Para el grupo de control, optamos por una actividad que no redundaría en un impacto adicional de beneficio sobre la variable estudiada. Por eso se concretó con este tipo específico de elongación [estático y activo]. El objetivo era hacer que el grupo de control fuese a la EEFE-USP la misma cantidad de veces que el grupo que se entrenó, que se le midiese la presión en la misma cantidad de oportunidades, que encontrase a los investigadores los mismos días y que se sintiese cuidado en la misma medida”, explica Campos de Brito, primer autor del artículo.

El experimento se realizó en el Laboratorio de Hemodinámica de la Actividad Motora de la EEFE-USP, coordinado por De Moraes Forjaz.

Este estudio contó con el apoyo de la FAPESP mediante el otorgamiento de una beca doctoral a Campos de Brito, quien también fue becario de maestría y actualmente tiene una beca posdoctoral de la Fundación. 

Las posibles razones

Los investigadores están intentando entender los mecanismos que hacen que esta mejoría sea más significativa por las noches. En el primer trabajo, descubrieron que la sensibilidad barorrefleja (el mecanismo autónomo que controla la presión arterial, latido por latido) aumentó con el entrenamiento.

“Este mecanismo analiza si la presión ha subido o ha bajado demasiado cada vez que el corazón late, y la corrige. Un mecanismo como este más sensible es reflejo de una salud mejor. El entrenamiento nocturno y el matutino mejoraron la sensibilidad de dicho mecanismo, pero el de la noche la mejoró más. Pero es una medición espontánea, realizada con la persona en reposo. Ahora, durante mi posdoctorado, estamos efectuando una estimulación máxima de esa sensibilidad utilizando medicamentos, lo que de alguna manera termina reflejando un poco más el estrés cotidiano, pues nadie permanece quieto todo el tiempo: cada persona encara desafíos físicos, cognitivos y emocionales en los cuales ese control autónomo también se ve exigido”, dice Campos de Brito.

El investigador explica que las funciones cardiovasculares de un individuo varían las 24 horas. “Lo esperable es que a la mañana al levantarnos aumente nuestro valor de presión arterial, para llegar a su primer pico alrededor de las 10 de la mañana. Luego dicho valor se estabiliza y habrá una disminución a media tarde, alrededor de las 15:00. Un segundo pico se produce entre las 18:00 y las 20:00. Luego se produce una disminución progresiva: tanto la presión arterial como la frecuencia cardíaca registrarán los menores valores más o menos a mitad de la madrugada. Estamos planteando que ese ejercicio nocturno estaría encontrando una ventana de oportunidad para una mejoría más significativa.”

Según Campos de Brito, a la noche las personas exhiben la mayor sensibilidad barorreflexa y la menor actividad simpática. “Asimismo, debido al ciclo de 24 horas, por la noche empiezan a experimentar una disminución de los latidos cardíacos y se registra una menor resistencia en los vasos sanguíneos. Es un momento en el que el estrés sobre el sistema cardiovascular es menor y parece que esto permite que los ejercicios aporten mayores beneficios. Se trata de una hipótesis tendiente a explicar este resultado que hemos registrado.”

Junto a otros colegas, el investigador ya había publicado otros artículos sobre el tema, como el que salió el año pasado en la revista Clinical and Experimental Hypertension (lea más en: agencia.fapesp.br/34205/). 

El estilo de vida

Con todo, el profesional de la educación física subraya que también se registraron beneficios en el grupo que se entrenó por la mañana, pero de menor intensidad. “Es importante decir que cuando el tema es hacer ejercicios, a cualquier hora es mejor que a ninguna hora. En otras palabras: hay que ejercitarse. Lo que intentamos en este trabajo fue maximizar las respuestas.”

Según Campos de Brito, los hipertensos resistentes, que toman cuatro o más fármacos antihipertensivos por día, demandan estrategias mejores de abordaje del problema que las convencionales. “Para ellos, creo que nuestros resultados son bastante interesantes.”

El científico aclara que todo el mundo va teniendo una presión más alta a medida que envejece, pero no todas las personas serán hipertensas. “Entre los adultos, uno de cada cuatro es hipertenso; entre ancianos, dos de cada tres son hipertensos.”

Campos de Brito recuerda que el mínimo recomendable para un adulto son 150 minutos de actividad física moderada por semana. “De hacer al menos esos 150 minutos, ya tendrá un 7 % menos de probabilidades de volverse hipertenso en la madurez. Y cuando me refiero a hacer actividad física, estoy englobando a todos los tipos de actividad física, incluyendo limpiar la casa. En caso de que se trate de alguien que ya es hipertenso, de hacer ese mínimo recomendado, tendrá hasta un 50 % menos de chances de padecer complicaciones derivadas de la hipertensión.”

El investigador reafirma que la actividad física aporta en general un factor protector intenso al control de la presión arterial. “Si el hipertenso realiza un ejercicio estructurado aeróbico, es esperable que surjan resultados similares a los referentes al uso de un medicamento hipertensivo, por ejemplo. No por casualidad, en las directrices de la Sociedad Brasileña de Hipertensión [SBH], la primera intervención sugerida es un cambio en el estilo de vida, y no el uso de medicamentos, cuando el cuadro clínico del paciente lo permite”, refuerza Campos de Brito, quien también es director del departamento de educación física de la SBH. “Ningún hipertenso debería permanecer sin hacer ejercicios aeróbicos.”

Puede leerse el artículo intitulado Comparison of morning versus evening aerobic-exercise training on heart rate recovery in treated hypertensive men: a randomized controlled trial en el siguiente enlace journals.lww.com/bpmonitoring/Abstract/9000/Comparison_of_morning_versus_evening.99294.aspx
 

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