Científicos de la Universidad de São Paulo, en Brasil, documentaron esta infección persistente en un hombre de aproximadamente 40 años con compromiso inmunitario. Se detectaron diversas mutaciones al secuenciar el genoma viral en muestras extraídas en el transcurso de ese tiempo (imagen: effelle/Pixabay)

El SARS-CoV-2 siguió replicándose durante 218 días en un paciente y mientras sufrió mutaciones
08-07-2021
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Científicos de la Universidad de São Paulo, en Brasil, documentaron esta infección persistente en un hombre de aproximadamente 40 años con compromiso inmunitario. Se detectaron diversas mutaciones al secuenciar el genoma viral en muestras extraídas en el transcurso de ese tiempo

El SARS-CoV-2 siguió replicándose durante 218 días en un paciente y mientras sufrió mutaciones

Científicos de la Universidad de São Paulo, en Brasil, documentaron esta infección persistente en un hombre de aproximadamente 40 años con compromiso inmunitario. Se detectaron diversas mutaciones al secuenciar el genoma viral en muestras extraídas en el transcurso de ese tiempo

08-07-2021
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Científicos de la Universidad de São Paulo, en Brasil, documentaron esta infección persistente en un hombre de aproximadamente 40 años con compromiso inmunitario. Se detectaron diversas mutaciones al secuenciar el genoma viral en muestras extraídas en el transcurso de ese tiempo (imagen: effelle/Pixabay)

 

Por Karina Toledo  |  Agência FAPESP – Investigadores de la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, y colaboradores describieron un caso de infección provocada por el nuevo coronavirus que duró al menos 218 días en un artículo publicado en la plataforma medRxiv, aún sin revisión por pares.

Se trata de un paciente de sexo masculino, de aproximadamente 40 años, quien antes de contraer el COVID-19 se había sometido a un tratamiento agresivo contra el cáncer y su sistema inmunitario se encontraba bastante debilitado. Se infectó al comienzo del mes de septiembre de 2020 y solamente en abril de este año sus análisis dieron negativo.

“Todas las muestras de secreción nasofaríngea extraídas entre el sexto y el 218º día después del comienzo de los síntomas arrojaron resultados positivos para el SARS-CoV-2 en los análisis de RT-PCR. Y el virus no se encontraba únicamente presente en el organismo de ese paciente: también estaba replicándose. Es decir, durante todo ese tiempo hubo riesgo de transmisión a otras personas”, comenta Maria Cássia Mendes-Correa, docente de la Facultad de Medicina (FM-USP) y primera autora del artículo.

La confirmación de que el virus seguía teniendo capacidad de infección en el organismo del paciente se concretó mediante pruebas in vitro, en el marco de un proyecto apoyado por la FAPESP. En un laboratorio de alto nivel de bioseguridad instalado en el Instituto de Medicina Tropical (IMT-USP), las muestras de secreción nasofaríngea y de saliva extraídas semanalmente se incubaron con linajes celulares susceptibles al SARS-CoV-2. Durante las horas siguientes, era posible observar un aumento de la carga viral en los cultivos, como así también la muerte de las células como consecuencia de la acción del patógeno. “Esta capacidad de replicación del virus se observó en forma continua y persistente durante 196 días consecutivos”, informa la investigadora.

Entre enero y abril de 2021, el grupo también extrajo semanalmente muestras de sangre, orina y de frotis anal. Los análisis apuntaron la persistencia del virus en esas secreciones durante buena parte del período estudiado.

Los estudios serológicos revelaron también que en ningún momento el paciente desarrolló anticuerpos contra el SARS-CoV-2, ni aquellos que se detectan mediante test comunes, tales como IgG y IgA, ni los del tipo neutralizante, que logran frenar efectivamente la entrada del patógeno a las células, y que solamente se detectan mediante ensayos celulares sofisticados.

Un virus en evolución

Se secuenció el genoma viral completo de las muestras de secreción nasofaríngea extraídas durante los días seis, 77, 134, 169 y 196 después del comienzo de los síntomas. Y los resultados revelan que el SARS-CoV-2, al replicarse durante tanto tiempo en el organismo, experimentó diversas mutaciones, algunas de ellas en la proteína spike, aquella que el virus utiliza para ingresar en las células humanas.

“Estos datos sugieren que habría ocurrido dentro de un mismo hospedante el proceso evolutivo que normalmente se suele observar en la comunidad. Es un fenómeno preocupante, pues favorece el surgimiento de variantes víricas mejor adaptadas al organismo humano”, comenta Mendes-Correa.

La cepa detectada originalmente fue la B1.1.28, que predominó en Brasil durante el año 2020. Según la investigadora, en el caso estudiado no es posible saber si la evolución viral resultó en una variante preocupante, pues se tomaron todos los recaudos posibles como para impedir la transmisión del patógeno a otros individuos.

“Este paciente permaneció buena parte del tiempo internado, y en los cortos lapsos de tiempo que estuvo en su casa, también estuvo aislado”, comenta.

De acuerdo con Mendes-Correa, casos como este son bastante raros, pero los profesionales de la salud deben seguirlos con atención. “Los médicos que tratan a pacientes con cáncer o con enfermedades autoinmunes, por ejemplo, deben estar atentos. Hay que monitorear de cerca los casos de COVID-19 en esa población, incluso para evitar la transmisión del virus a otros pacientes inmunodeprimidos o al equipo de salud”, afirma.

En noviembre de 2020, se describió en el New England Journal of Medicine el caso de un portador de una enfermedad hematológica autoinmune –también de sexo masculino y en la franja de los 40 años– que alojó al virus replicante en su organismo durante 143 días. “Hasta la publicación de nuestro trabajo, que yo sepa, ese era el caso de persistencia viral más larga documentado”, dice Correa-Mendes.

Puede leerse el artículo intitulado SARS-CoV-2 shedding, infectivity and evolution in an immunocompromised adult patient en el siguiente enlace: www.medrxiv.org/content/10.1101/2021.06.11.21257717v1.full.pdf
 

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