Un estudio muestra que una rana endémica de un área montañosa del bioma brasileño de sabana puede dispersarse menos y encontrar parejas sexuales genéticamente más cercanas cuando el terreno es más accidentado, lo que puede ser perjudicial para el mantenimiento de la especie. Este resultado puede tener una incidencia importante sobre las políticas de conservación (Bokermannohyla ibitiguara; foto: Renato C. Nali)
Un estudio muestra que una rana endémica de un área montañosa del bioma brasileño de sabana puede dispersarse menos y encontrar parejas sexuales genéticamente más cercanas cuando el terreno es más accidentado, lo que puede ser perjudicial para el mantenimiento de la especie. Este resultado puede tener una incidencia importante sobre las políticas de conservación
Un estudio muestra que una rana endémica de un área montañosa del bioma brasileño de sabana puede dispersarse menos y encontrar parejas sexuales genéticamente más cercanas cuando el terreno es más accidentado, lo que puede ser perjudicial para el mantenimiento de la especie. Este resultado puede tener una incidencia importante sobre las políticas de conservación
Un estudio muestra que una rana endémica de un área montañosa del bioma brasileño de sabana puede dispersarse menos y encontrar parejas sexuales genéticamente más cercanas cuando el terreno es más accidentado, lo que puede ser perjudicial para el mantenimiento de la especie. Este resultado puede tener una incidencia importante sobre las políticas de conservación (Bokermannohyla ibitiguara; foto: Renato C. Nali)
Por André Julião | Agência FAPESP – La rana arborícola Bokermannohyla ibitiguara mide unos cuatro centímetros de largo y vive exclusivamente en los arroyos de la zona montañosa de Serra da Canastra, en el estado de Minas Gerais, sudeste de Brasil. Este anfibio, cuyo nombre significa “habitante de la sierra”, vive en los denominados bosques en galería o de ribera, característicos de las orillas de ríos y riachos. En ese conjunto de selva y agua, estos animales pueden crecer, alimentarse, encontrar parejas sexuales y poner sus huevos sin ir necesariamente demasiado lejos durante todo su ciclo de vida. Esto es lo que muestra un estudio publicado en la revista Diversity and Distributions.
Según los autores del mismo, la topografía, más que las condiciones de la vegetación, constituye el factor preponderante para que estos animales se dispersen más o menos en el territorio, a punto tal de que esta información queda registrada en el ADN.
Al analizar la variación genética de poblaciones de esta rana dentro y fuera del Parque Nacional de Serra da Canastra –un área protegida dentro de la región– científicos brasileños y estadounidenses descubrieron que cuanto menos accidentado es el terreno, más diversas son las poblaciones.
En lugares con muchas variaciones de altura, donde los terrenos son más accidentados, los ejemplares son sumamente similares genéticamente, es decir, están más emparentados. Evolutivamente, esto puede ser perjudicial para la especie, al generar una mayor susceptibilidad a las enfermedades o a los cambios climáticos, por ejemplo.
“Los estudios de evaluación genética y de conservación suelen tener en cuenta entre otros factores la cobertura vegetal. Pero el Cerrado [la sabana brasileña] posee zonas de mesetas y áreas más accidentadas. Apuntábamos a saber si esta topografía variada podría cumplir algún papel en la diversidad genética de esta especie. Y descubrimos que sí. La vegetación por sí sola no explicó las diferencias genéticas halladas entre los lugares donde esa especie existe y ni siquiera dentro del mismo lugar. Pero sí lo hicieron las condiciones del relieve”, explica Renato Christensen Nali, primer autor del estudio y docente del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad Federal de Juiz de Fora (ICB-UFJF), en Minas Gerais, Brasil.
Este trabajo constituye uno de los resultados del doctorado de Christensen Nali, realizado en el Instituto de Biociencias de la Universidade Estadual Paulista (IB-Unesp), con sede en la localidad de Rio Claro, Brasil, con beca de la FAPESP.
Y la investigación integra el proyecto intitulado “La ecología reproductiva de anfibios anuros: un abordaje evolutivo”, coordinado por Cynthia Peralta de Almeida Prado, coautora del trabajo y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias de la Unesp, en la localidad de Jaboticabal, y del Programa de Posgrado en Zoología del IB-Unesp, también en Rio Claro.
Distintas en el llano
“El resultado fue sumamente interesante entre otros motivos porque aporta un elemento nuevo para la conservación del Cerrado. Cuando se habla en unidades de conservación, se piensa mucho y con razón en corredores ecológicos y montes, pero no necesariamente en si existe una topografía que pueda hacer posible la dispersión de los animales”, dice Christensen Nali, quien coordina el Laboratorio de Ecología Evolutiva de Anfibios (Lecean) en la UFJF.
Para arribar a estos resultados, los investigadores analizaron 12 poblaciones de B. ibitiguara, seis dentro del Parque Nacional de Serra da Canastra y otras seis fuera. En las poblaciones del área protegida existía una diversidad genética mucho mayor que en las que viven fuera del parque. Al cruzar informaciones sobre el grado de protección de las áreas y la condición de la vegetación, estos factores no fueron tan decisivos en lo atinente a esa diversidad como sí lo fue el relieve.
“El terreno es mucho más accidentado fuera del parque, mientras que dentro de éste existe una gran meseta sumamente uniforme. Allí los anfibios logran dispersarse más, encontrar parejas sexuales en áreas más alejadas y expandir su diversidad genética. Afuera, el terreno accidentado y las distintas alturas aparentemente terminan ciñendo a las poblaciones a áreas menores”, afirma el investigador.
La influencia de estos factores quedó evidente en los test genéticos. Mediante el empleo de la técnica de marcadores por microsatélites, que ubica áreas específicas del genoma, los investigadores encontraron una mayor diversidad de alelos en las poblaciones que viven dentro del parque. Este es uno de los parámetros que determinan la integridad genética y, por consiguiente, un mayor potencial adaptativo.
Asimismo, las poblaciones que viven fuera del parque exhibieron mayor pérdida de heterocigosis, un fenómeno relacionado con la pérdida de variabilidad genética. Dicha pérdida, repetida en el transcurso de generaciones, también se erige como una amenaza a la población.
Aparte de llamar la atención al respecto de la importancia de tener en cuenta la topografía en los estudios de conservación, este trabajo muestra de qué manera la sola presencia de la especie en un sitio no asegura que la misma no se encuentre amenazada.
“Al efectuar análisis moleculares, podemos verificar si las poblaciones se encuentran en una condición genética favorable. Una zona puede contar con una gran cantidad de ejemplares, pero al analizar el ADN podemos descubrir que su constitución genética es desfavorable, con pocos alelos y baja heterocigosis. Por eso, en la práctica, el tamaño efectivo de la población es pequeño”, consigna.
El investigador remarca a su vez que este estudio se realizó con una sola especie de anfibio anuro, pero él estima que este resultado pueda valer para otras, puesto que las características físicas para el desplazamiento son análogas para otros sapos y ranas. Así y todo, se hacen necesarias nuevas investigaciones con otras especies con el objetivo de confirmar la aplicabilidad de estos resultados.
Además, el grupo reafirma que la cobertura vegetal sigue constituyendo un importante factor para la conservación incluso en el Cerrado, cuya área ha sido en un 50% convertida en pasturas o en cultivos, con menos de un 5% protegido por unidades de conservación.
Puede leerse el artículo intitulado Topography, more than land cover, explains genetic diversity in a Neotropical savanna tree frog en el siguiente enlace: onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/ddi.13154.
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