De acuerdo con una investigadora brasileña, la disminución de las inversiones en políticas de promoción sanitaria constituye uno de los obstáculos en el combate contra esta enfermedad (foto: C. Goldsmith/ Wikimedia Commons)
De acuerdo con una investigadora brasileña, la disminución de las inversiones en políticas de promoción sanitaria constituye uno de los obstáculos en el combate contra esta enfermedad
De acuerdo con una investigadora brasileña, la disminución de las inversiones en políticas de promoción sanitaria constituye uno de los obstáculos en el combate contra esta enfermedad
De acuerdo con una investigadora brasileña, la disminución de las inversiones en políticas de promoción sanitaria constituye uno de los obstáculos en el combate contra esta enfermedad (foto: C. Goldsmith/ Wikimedia Commons)
Por Maria Fernanda Ziegler | Agência FAPESP – La cantidad de personas infectadas con el VIH ha venido disminuyendo a escala global, como así también la cifra de muertes provocadas por el sida. Así y todo, según las estadísticas oficiales, esta merma se registra de manera desigual entre distintos países y también entre diferentes segmentos sociales. Entre los adolescentes, por ejemplo, el riesgo de contraer la infección ha aumentado significativamente durante los últimos años.
“Estamos lejos del fin del sida. Ese discurso de que estamos por ganarle a la enfermedad es contraproducente, pues nos distrae de una dura realidad”, dijo Vera Paiva, una de las coordinadoras del Núcleo de Estudios para la Prevención del Sida de la Universidad de São Paulo (Nepaids-USP), en Brasil, durante su conferencia en la FAPESP Week France, que tuvo lugar entre los días 21 y 27 de noviembre de 2019 en Francia.
En 2016, en la Conferencia Internacional sobre el Sida –considerada el mayor y más importante foro global sobre la epidemia– se señaló a los adolescentes como la población clave entre los grupos desproporcionalmente afectados por la enfermedad. De esta forma, este grupo se convirtió en una de las prioridades de las políticas públicas, junto a otras poblaciones consideradas históricamente más expuestas a la infección con el VIH y a la mortalidad por el sida, tales como las de los usuarios de drogas inyectables, los varones que tienen sexo con varones y las personas transgénero y profesionales del sexo.
“La mayor vulnerabilidad de los adolescentes al VIH constituye una tendencia global. Actualmente hay más de 2 millones de adolescentes y jóvenes adultos [con edades entre 15-24 años] infectados. Este es el único grupo en el cual la tasa de infección sigue aumentando, con un riesgo relativo un 50% mayor con relación a las otras franjas etarias”, dijo.
“Tal como dijo Gunilla Carlsson, directora ejecutiva de ONUSIDA [el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/ SIDA], es inaceptable que cada semana 6 mil adolescentes, niñas y jóvenes mujeres se infecten con el VIH en todo el mundo porque se les siguen negando sus derechos reproductivos y sexuales”, dijo Paiva, quien coordina una investigación sobre adolescencia y sida en Brasil. Este estudio cuenta con el apoyo de la FAPESP en el marco de un Proyecto Temático.
De acuerdo con la investigadora, en Brasil es aún más preocupante el crecimiento de la vulnerabilidad al sida entre los adolescentes a causa de la caída de las inversiones en políticas de promoción de la salud. Paiva destacó que estas medidas están amparadas por la Constitución Federal, que prevé el derecho a la educación y a la salud y estipula la laicidad del Estado.
La desigualdad importa
Mientras que en los países de bajos y medianos ingresos las mujeres jóvenes son las más afectadas, según consignó Paiva, en los más ricos son las personas transgénero y bisexuales, los gais y la población indígena no blanca.
“Esta desigualdad debe tenerse en cuenta en la formulación de los programas de combate contra el sida. El actual abandono de las políticas públicas basadas en la promoción de los derechos humanos se erige como uno de los obstáculos claves en Brasil”, dijo la investigadora.
Las políticas implementadas en Brasil entre los años 1993 y 2013 son consideradas internacionalmente como un caso de éxito, dijo Paiva. “El éxito vino sostenido por la implementación del derecho a la salud y a la prevención, como así también los proyectos de educación sexual y, sobre todo, al estado laico, que literalmente apoyó una respuesta nacional basada en evidencias científicas y no en predicaciones de moral o buen comportamiento”, dijo.
Para la investigadora, fueron cruciales para el control de la epidemia durante las décadas anteriores el escenario de acceso público a la salud –que da derecho a los insumos de prevención y al tratamiento farmacológico eficiente– y las acciones de equidad, que compensan las desigualdades sociales y que comprenden la cooperación entre distintos actores, tales como las ONGs y los gobiernos locales, para la prevención de la enfermedad.
“Entre las acciones efectivas se encuentra el trabajo de educación sexual y de prevención incluido en los currículos escolares de los 26 estados brasileños y en el Distrito Federal. Esta alianza resultó en la disminución del sida durante dos generaciones y, en la década de 2000, produjo también un importante debate en el país acerca de la diversidad sexual y la desigualdad de género”, dijo.
Durante la presentación en la FAPESP Week France, Paiva puso de relieve los resultados consistentes de esos programas. “En la década de 1980, el uso de preservativos entre jóvenes de 14 a 19 años era casi nulo. Al final de los años 1980, entre los jóvenes el 48% usaban preservativos. En 1998, ese índice trepó al 54% y, desde 2013 en adelante, esa tasa oscila entre el 62% y el 69% en las escuelas secundarias. La edad de iniciación sexual en el país permaneció entre los 14 y los 15 años”, dijo.
En el período, Paiva hizo referencia a su vez una investigación innovadora en el área de salud, ciencias sociales y educación, que consolidó la comprensión que indica que la sexualidad no se reduce a las hormonas y que resulta crucial entender el impacto de la desigualdad de género y considerar la diversidad sexual, cultural y religiosa. “Estos son principios centrales de los programas iniciados y coordinados en el marco del Sistema Único de Salud [la red pública nacional de salud de Brasil, conocida por la sigla SUS], basados en los derechos humanos y en las evidencias”, dijo.
“Uno de los retos en la investigación reside ahora en monitorear y entender el impacto de la actual coyuntura, en la cual las políticas basadas en los derechos humanos se encuentran bajo ataque, y no solamente en Brasil”, dijo Paiva.
Según la investigadora, desde 2016, las políticas de austeridad en Brasil han recortado las inversiones en salud pública, educación y ciencia. “Al igual que en otras partes del mundo, esos recortes traen aparejado un movimiento político articulado en pro de discursos religiosos y anticientíficos. Por ende, la garantía de salud sexual y reproductiva de los jóvenes demanda nuevas concepciones que permitan la sostenibilidad de programas basados en evidencias y no en la prédica moral”, dijo.
Para la investigadora, los discursos religiosos y anticientíficos que se han vuelto más frecuentes se orientan en la dirección contraria a la que produjo el éxito cosechado durante dos décadas. Retoman abordajes que probadamente no fueron eficaces al comienzo de la epidemia.
“Los discursos basados en la defensa de que solo la familia debe hablar sobre sexualidad con los jóvenes, no las escuelas, omiten cambios importantes en la cultura sexual y en la sociabilización para la sexualidad hoy en día mediada por internet: el 93% de los adolescentes de las clases D y E entran a internet a través del celular”, dijo.
De este modo, de acuerdo con la investigadora, estos cambios culturales y políticos deben erigirse como prioridad en una agenda de investigación que contribuya a la renovación de las acciones preventivas. “El desmantelamiento de las políticas de prevención y del financiamiento de investigaciones que monitorean sus resultados, un monitoreo que retroalimenta y corrige técnicas y prácticas poco eficaces, apuntan la negligencia en la promoción de derechos relativos a la prevención, especialmente entre los más jóvenes”, dijo.
Los análisis epidemiológicos muestran que los jóvenes nacidos en la década de 1990 y que iniciaron su vida sexual rondando la década de 2000 tienen tres veces más probabilidades de ser VIH positivos que los nacidos en la década de 1970 y que empezaron vida sexual antes de que la explosión de la epidemia de sida comenzase a ser controlada, mediante el acceso a la medicación antirretroviral y el acceso masivo a los programas y a los insumos de prevención.
Con todo, datos de 2018 indican que en el estado de São Paulo la tasa de sida en la franja situada entre los 15 y los 19 años trepó del 2% al 7% de los casos. Y se ha registrado también un aumento de los casos entre negros, en tanto que los índices han caído entre los blancos. “El análisis interseccional resulta crucial cuando lo que importa la desigualdad, tal como es el caso del discurso tecnocientífico orientado a evitar que las diferencias se conviertan en desigualdades”, dijo.
El simposio FAPESP Week France se realizó merced a una colaboración entre la FAPESP y las universidades de Lyon y de París, ambas de Francia. Lea otras noticias sobre este evento en el siguiente enlace: www.fapesp.br/week2019/france.
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