Un tipo de tumor altamente contagioso que aún carece de tratamiento pone en riesgo a esta especie australiana. Pero una molécula descubierta por científicos en Brasil puede llegar a frenar su proliferación (foto: Wayne MacLean/Wikimedia Commons)

Una proteína de araña puede curar el cáncer que diezma al demonio de Tasmania
14-06-2018
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Un tipo de tumor altamente contagioso que aún carece de tratamiento pone en riesgo a esta especie australiana. Pero una molécula descubierta por científicos en Brasil puede llegar a frenar su proliferación

Una proteína de araña puede curar el cáncer que diezma al demonio de Tasmania

Un tipo de tumor altamente contagioso que aún carece de tratamiento pone en riesgo a esta especie australiana. Pero una molécula descubierta por científicos en Brasil puede llegar a frenar su proliferación

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Un tipo de tumor altamente contagioso que aún carece de tratamiento pone en riesgo a esta especie australiana. Pero una molécula descubierta por científicos en Brasil puede llegar a frenar su proliferación (foto: Wayne MacLean/Wikimedia Commons)

 

Por Maria Fernanda Ziegler  |  Agência FAPESP – Una proteína descubierta en arañas naturales del estado de São Paulo, en Brasil, puede convertirse en la salvación del diablo de Tasmania (Sarcophilus harrisii), una especie de marsupial endémica de la isla homónima situada en el extremo sur de Australia. Conocidos mundialmente por el personaje TAZ, del dibujo animado Looney Tunes, estos animales están siendo devastados en Tasmania a causa de un cáncer altamente contagioso que deforma sus hocicos y sus bocas impidiéndoles alimentarse.

“Me puso muy contento la posibilidad de que una molécula que descubrí durante mi doctorado saque a una especie del riesgo de extinción. A comienzos de la década de 2000, cuando presenté este trabajo, sabíamos que la gomesina era una molécula poderosa, con alto poder bactericida, antifúngico y antiviral. Pero nunca me imaginé que tendría potencial como para evitar la desaparición de una especie”, dijo Pedro Ismael da Silva Jr., del Centro de Toxinas, Respuesta Inmunitaria y Señalización Celular (CeTICS), un Centro de Investigación, Innovación y Difusión (CEPID) financiado por la FAPESP.

El descubrimiento de la gomesina no fue casual. Durante su doctorado, realizado en el Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB-USP) y defendido en el año 2000, Da Silva buscó moléculas bioactivas en la sangre de las arañas.

“Los animales ponzoñosos constituyen tradicionalmente una fuente de nuevas moléculas destinadas al desarrollo de medicamentos. El interés en los arácnidos suele ser grande, fundamentalmente porque son animales muy antiguos: están en la Tierra desde hace 450 millones de años y han cambiado poco. Más allá de ello, viven en ambientes contaminados y tienen que contar con un modelo que los defienda contra ello”, declaró Da Silva a Agência FAPESP.

Entre las moléculas que Da Silva descubrió estaba la gomesina, una proteína presente en la sangre de la tarántula Acanthoscurria gomesiana. “Durante estos últimos años, nuestro laboratorio ha hallado alrededor de 30 moléculas prometedoras como la gomesina que se encuentran en análisis.”

Da Silva explica que lo que vuelve a la gomesina interesante para el tratamiento del cáncer es su actuación en el desarrollo celular. “Actúa en el ciclo celular, modificando y dificultando el desarrollo de esas células tumorales que normalmente se propagan rápido. Es decir, eso podría utilizarse contra cualquier tipo de cáncer”, dijo.

En el caso de bacterias y hongos, la gomesina tiene actuación en la membrana celular. “Generalmente la membrana de esos microorganismos tiene carga negativa y la gomesina es un péptido catiónico, con carga positiva. Por acción electrostática, éstos se ven atraídos hacia la superficie del organismo y terminan insertándose en su membrana, provocando la aparición de poros o removiendo fragmentos. Con esa acción, los organismos pierden la ligazón con el exterior y terminan muriéndose”, dijo.

En el marco de un trabajo independiente del realizado en Brasil, científicos australianos también están estudiando la gomesina. En un artículo publicado en el periódico científico Cell Death Discovery, del grupo Nature, el equipo de investigadores australianos afirma que tanto el péptido gomesina (AgGom) hallado en arañas como su homólogo de tipo gomesina (HiGom) tienen actividad tóxica y antiproliferación para células del tumor facial del demonio de Tasmania.

Los científicos australianos hallaron este péptido en otra especie de araña de Australia: la Hadronyche infensa, y también sintetizaron la sustancia. En ese estudio se testaron por primera vez las propiedades antiproliferación de la gomesina in vitro y de su análogo sintético con posibles candidatos para el tratamiento del tumor facial del diablo de Tasmania.

La comprobación de que la gomesina previene la proliferación de células para el tumor facial del demonio de Tasmania constituye un excelente indicador para la perpetuación de la especie, que actualmente –de acuerdo con la Lista Roja– se encuentra en una posición vulnerable.

Desde 1996, cuando la enfermedad hizo emergencia, se estima que el 80% de la población del diablo de Tasmania ha muerto. Los tumores primarios aparecen en el hocico o en el dentro de la boca del animal y se desarrollan en grandes tumores globulares que evolucionan hacia la metástasis rápidamente. Esta enfermedad es altamente contagiosa, pues hay transferencia de células vivas de cáncer entre los animales, a través de mordeduras. Se estima que el animal muere entre tres y seis meses después de la aparición de los primeros síntomas.

Un modelo de proyección de la enfermedad estima que, de no haber intervención, el diablo de Tasmania puede extinguirse dentro de entre 15 y 25 años, ya que hasta ahora no existe un tratamiento capaz de impedir el avance de la enfermedad.

Da Silva sostiene que en la época del descubrimiento de la gomesina se la patentó, pero los proyectos de asociación con empresas de la industria farmacéutica para la creación de un producto no fueron adelante. “Las empresas no tenían interés en invertir en ensayos clínicos, que es una parte muy cara de la investigación y que resulta esencial para el desarrollo de medicamentos”, dijo. 

 

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