Científicos clasifican áreas prioritarias para su preservación en la Amazonia y en el Bosque Atlántico basados en el modelado de nichos ecológicos y en la comparación con las condiciones existentes hace miles de años (imagen: Acta Oecologica)

La conservación como prioridad con la mira puesta en el pasado
10-05-2018
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Científicos clasifican áreas prioritarias para su preservación en la Amazonia y en el Bosque Atlántico basados en el modelado de nichos ecológicos y en la comparación con las condiciones existentes hace miles de años

La conservación como prioridad con la mira puesta en el pasado

Científicos clasifican áreas prioritarias para su preservación en la Amazonia y en el Bosque Atlántico basados en el modelado de nichos ecológicos y en la comparación con las condiciones existentes hace miles de años

10-05-2018
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Científicos clasifican áreas prioritarias para su preservación en la Amazonia y en el Bosque Atlántico basados en el modelado de nichos ecológicos y en la comparación con las condiciones existentes hace miles de años (imagen: Acta Oecologica)

 

Por Peter Moon  |  Agência FAPESP – La identificación de lugares prioritarios para la concreción de determinadas acciones constituye un reto importante en el marco de proyectos de conservación de la biodiversidad. Una alternativa que ha puesto en práctica un grupo de científicos consiste en mirar hacia el pasado en busca de entender cuáles fueron las condiciones climáticas de las regiones en análisis en la actualidad.

“Las zonas que menos sufrieran con los cambios climáticos durante los últimos 21 mil años son aquéllas en donde ocurrieron menos extinciones locales. Por eso esas regiones poseen una mayor riqueza de especies y, por consiguiente, una mayor diversidad genética entre las especies, es decir, una mayor variabilidad de los genes dentro de una misma población”, dijo el biólogo Thadeu Sobral-Souza, de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en su campus de la localidad Rio Claro, en Brasil.

Cuanto mayor es la diversidad genética de una población, mayores son sus probabilidades de supervivencia a los cambios ambientales. Sobral-Souza es uno de los autores de un trabajo que apunta a desarrollar una metodología cuyo objetivo consiste en identificar en la Amazonia y en el Bosque Atlántico cuáles son las regiones climáticamente estables y los blancos prioritarios de las estrategias de conservación. Esta investigación apunta también a verificar qué unidades de conservación se encuentran dentro de áreas climáticamente estables.

Resultados de este trabajo salieron publicados en la revista Acta Oecologica. El estudio cuenta con el apoyo de la FAPESP, en el marco de un proyecto coordinado por el profesor Milton Cezar Ribeiro, del Departamento de Ecología de la Unesp.

A los efectos de establecer cuáles son las áreas climáticamente más estables, fue necesario estimar cómo era la distribución de ambas regiones selváticas en el pasado, particularmente antes de la destrucción de la mayor parte del Bosque Atlántico. Para ello los investigadores aplicaron la técnica de modelado de nichos ecológicos como medio de inferir la distribución presente y la distribución en el pasado de la Amazonia y del Bosque Atlántico.

Nuevas tecnologías han favorecido el desarrollo de enfoques metodológicos que permiten generar información útil con base en datos incompletos. Éste es el caso del modelado de los nichos ecológicos de las especies. Ya sean animales o plantas, las especies obedecen a reglas ecológicas que determinan su distribución geográfica.

Una vez que se conoce la distribución geográfica actual –aunque sea parcialmente– de una determinada especie, así como los niveles de variación ambiental (temperaturas máxima y mínima, variaciones pluviométricas y otros datos) que son tolerados por los ejemplares de la misma, se hace uso de algoritmos computacionales y de herramientas de geoprocesamiento para obtenerse una representación cuantitativa de la distribución ecológica de la especie referida.

Con base en datos incompletos de localización geográfica de una determinada especie se logra descubrir cuál es su distribución actual (o potencial) en el medio ambiente. De igual modo, al aplicarse estimaciones climáticas del pasado, se logra simular cuál habría sido la distribución espacial de las especies en épocas pretéritas.

“Aunque el modelado de nichos ecológicos normalmente se emplea para inferir la distribución de especies, esta técnica también se aplica para predecir la delimitación de un bioma partiendo del modelado del bioma”, dijo Sobral-Souza.

Para prever la distribución de un bioma en el transcurso del tiempo, los autores seleccionaron puntos de existencia del mismo empleando un filtro geográfico basado en la delimitación actual del bioma amazónico y en la extensión del Bosque Atlántico. Existen diversos modelos de circulación global atmosférico-oceánica que efectúan inferencias sobre climas globales pasados. “Cinco de esos modelos sirvieron como fuente de datos para la realización de las simulaciones climáticas de la Amazonia y del Bosque Atlántico en el pasado”, dijo Sobral-Souza.

Con base en datos tales como la temperatura media anual e índices anuales de precipitaciones, los científicos estimaron la distribución presente del bioma amazónico y del Bosque Atlántico. Los modelos se elaboraron con base en el escenario climático actual, y luego se los proyectó para las condiciones climáticas imperantes en el pasado, en el apogeo de la última era del hielo hace 21 mil años, al final del Pleistoceno, y también hace 6 mil años, a mitad del Holoceno.

De acuerdo con el estudio, el área potencial de la selva amazónica hace 21 mil años era de 4,46 millones km², y en la actualidad es de 3,28 millones km². En tanto, el Bosque Atlántico cubría 3,85 millones km², un área que ha quedado reducida en la actualidad un 80%, con menos de 770 mil km².

Para calcular las áreas estables climáticamente pertenecientes a los biomas analizados, ambos paleomapas –con las distribuciones de los biomas de hace 21 mil y 6 mil años– quedaron superpuestos sobre el mapa con la distribución actual de los biomas. De este modo se seleccionaron en los mapas las áreas previstas como adecuadas para la existencia del bioma en todos los escenarios climático-temporales estudiados.

“Una vez identificados los puntos superpuestos que son climáticamente estables en los tres escenarios, fue el momento de analizar la eficiencia de las áreas actualmente protegidas”, dijo Ribeiro.

Se superpuso un nuevo mapa con las unidades de protección de América del Sur sobre los mapas anteriores, de manera tal de visualizar qué áreas protegidas se encuentran dentro o fuera de las áreas climáticamente estables.

Para proponer áreas de conservación prioritarias se mapearon las áreas climáticamente estables desprotegidas. Y entonces se empleó la base de datos Intact Forest Landscapes, a los efectos de inferir cuáles áreas estables climáticamente y desprotegidas cuentan con fragmentos remanentes intactos de bosque primario libre de modificaciones antropogénicas. Se consideraron únicamente tramos grandes y conectados, y se excluyeron por eso mismo los fragmentos remanentes pequeños o desconectados.

Estabilidad climática

A continuación, los investigadores clasificaron a cada uno de esos fragmentos forestales en una de tres categorías prioritarias de conservación. Las áreas de prioridad muy alta de conservación son aquéllas estables climáticamente, no protegidas y en donde existen grandes extensiones de selva intacta.

La segunda categoría abarca a las áreas de alta prioridad de conservación: son zonas climáticamente estables, no están protegidas y reúnen fragmentos y remanentes forestales. En tanto, la tercera categoría, de prioridad de conservación media, está constituida por las áreas climáticamente estables más recientes, de los últimos 6.000 años, con sectores remanentes de selva intacta desprotegidos.

“Los resultados revelaron la existencia de tres bloques desconectados de áreas climáticamente estables en el Bosque Atlántico, todos cercanos a la costa”, dijo Ribeiro. El bloque situado más al norte abarca los estados de Paraíba y de Pernambuco y se extiende a lo largo de la región conocida con el nombre de Zona da Mata. El segundo coincide con el trazado serrano de Serra do Mar y Serra da Mantiqueira, en el estado de São Paulo, y con el de Serra dos Órgãos (en el estado de Río de Janeiro), y culmina en Zona da Mata, en el estado de Minas Gerais.

“En el caso de la Amazonia, las áreas climáticamente estables son amplias y continuas, y cubren la mayor parte del bioma actual. La mayoría de las áreas climáticamente estables se localizan en la región este de la Amazonia, en tanto que los fragmentos menores remanentes están ubicados a lo largo de los límites occidental y meridional de la jungla”, dijo Ribeiro.

Con relación al índice de eficiencia de las áreas protegidas existentes, se infirió una eficiencia mayor de las áreas amazónicas protegidas en comparación las del Bosque Atlántico. La constatación arrojó que el 40,1% de las áreas climáticamente estables de la Amazonia se encuentra bajo protección, un porcentaje que se reduce a tan sólo un 7,1% de las áreas estables climáticamente existentes en el Bosque Atlántico.

“La Amazonia es más estable climáticamente que el Bosque Atlántico, y las áreas protegidas del Bosque Atlántico son menos eficientes que las que están ubicadas en la Amazonia”, dijo Ribeiro.

En la Amazonia, en el marco del estudio se identificaron áreas climáticamente estables en las tres categorías de análisis: a las que se les asigna una muy alta prioridad de conservación, alta prioridad de conservación y media prioridad de conservación. Las áreas amazónicas con prioridad muy alta de conservación corresponden a regiones de bosque primario situadas en el oeste del estado del Amazonas, en las zonas de las fronteras con Perú, Colombia y Venezuela.

“Su cercanía geográfica con las áreas protegidas sugiere que la creación de zonas protegidas, o una expansión de las áreas existentes que incorpore a esas zonas de alta prioridad también puede constituir una estrategia de conservación eficaz”, dijo Sobral-Souza.

Las áreas amazónicas de alta prioridad de conservación son bosques fragmentados en áreas climáticamente estables, las cuales, por ende, requieren de restauración. Las áreas de alta prioridad de conservación en la Amazonia Occidental se ubican cerca de zonas protegidas o de fragmentos intactos existentes. En tanto, en el este de la Amazonia, las áreas de alta prioridad de conservación corresponden a fragmentos de selva rodeados por la agricultura y la ganadería y situados lejos de las regiones de selva intacta.

“En estos casos, las acciones de reforestación se hacen necesarias para incrementar la eficiencia de las áreas protegidas de la zona. La Amazonia aún cuenta con una gran oportunidad para expandir las áreas de conservación”, dijo Ribeiro.

Sobral-Souza destaca que con relación al Bosque Atlántico el escenario es catastrófico. “No se han detectado áreas con muy alta prioridad de conservación, porque en esas áreas no existen más bosques. No hay monte intacto, no hay fragmentos forestales, no hay nada. Se taló todo durante los últimos 500 años”, dijo.

Las principales áreas del Bosque Atlántico estables climáticamente son pequeñas. Son fragmentos forestales catalogados como áreas de alta prioridad de conservación. Tan sólo unos pocos fragmentos remanentes tienen más de 10 mil hectáreas, y muchos se ubican en zonas de baja estabilidad climática. Las áreas climáticamente estables del Bosque Atlántico están situadas en Zona da Mata, en el estado de Pernambuco, o en el Parque Estadual de Serra do Mar, “el mayor fragmento remanente de todo el Bosque Atlántico brasileño”, dijo Sobral-Souza.

El artículo intitulado Efficiency of protected areas in Amazon and Atlantic Forest conservation: A spatio-temporal view (doi: https://doi.org/10.1016/j.actao.2018.01.001), de Thadeu Sobral-Souza, Maurício Humberto Vancine, Milton Cezar Ribeiro y Matheus S. Lima-Ribeiro, se encuentra publicado en el siguiente enlace: sciencedirect.com/science/article/pii/S1146609X17302758?via%3Dihub

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