Científicos de 12 naciones, entre ellos el brasileño Paulo Artaxo, formulan esta advertencia en Nature con referencia a proyectos tendientes a camuflar el calentamiento del planeta (foto: Pixabay)

La geoingeniería climática debe incluir a los países en desarrollo
10-05-2018
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Científicos de 12 naciones, entre ellos el brasileño Paulo Artaxo, formulan esta advertencia en Nature con referencia a proyectos tendientes a camuflar el calentamiento del planeta

La geoingeniería climática debe incluir a los países en desarrollo

Científicos de 12 naciones, entre ellos el brasileño Paulo Artaxo, formulan esta advertencia en Nature con referencia a proyectos tendientes a camuflar el calentamiento del planeta

10-05-2018
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Científicos de 12 naciones, entre ellos el brasileño Paulo Artaxo, formulan esta advertencia en Nature con referencia a proyectos tendientes a camuflar el calentamiento del planeta (foto: Pixabay)

 

Por Karina Toledo  |  Agência FAPESP – La colocación de espejos gigantescos alrededor de la Tierra con la intención de reflejar parte de la radiación solar y el lanzamiento de millones de toneladas de azufre a la estratósfera para simular los efectos de una gran erupción volcánica son algunos de los proyectos extravagantes de la geoingeniería climática que comienzan a tenerse en cuenta, a los efectos de enmascarar el calentamiento del planeta provocado por los gases de efecto invernadero.

El impacto de este tipo de iniciativas sobre el ecosistema global es sumamente incierto aún. De acuerdo con un comentario publicado en la revista Nature, lo único seguro es que los países en desarrollo serán los más afectados, tanto por los efectos de los cambios climáticos en sí mismos como por las estrategias que puedan implementarse en el intento de frenar el aumento de la temperatura.

El texto mencionado lleva la firma de 12 científicos de países tales como Bangladesh, Etiopía, la India, Jamaica, Kenia y Tailandia. De Brasil lo suscribe Paulo Artaxo, profesor titular en el Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (USP) y miembro de la coordinación del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG).

Para el grupo, la adopción de la geoingeniería no puede erigirse en una alternativa a la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero. “Conocemos los potenciales riesgos físicos y las implicaciones sociales y políticas de esto. Nos oponemos a su implementación hasta que la investigación científica referente a su seguridad y a su eficacia haya sido concluida y que los mecanismos de gobernanza internacional hayan sido estipulados. Pero estamos comprometidos con la coproducción de las investigaciones y con el debate bien informado”, afirmaron los científicos en la revista.

De acuerdo con Artaxo, los proyectos que apuntan a modelar los resultados de estrategias de geoingeniería climática se han concretado en países tales como Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, por ahora sin la participación de científicos de los países en desarrollo.

El interés en el tema va en aumento, a medida que crecen las evidencias que indican que el Acuerdo de París –firmado por 195 países en 2015 para contener las emisiones de gases de efecto invernadero– no será suficiente como para limitar el calentamiento del planeta a 2 °C por encima de los niveles preindustriales.

“De seguirse al ritmo actual de emisiones, el aumento promedio de la temperatura puede llegar a ir de los 4 a los 7 °C en el transcurso de este siglo. Para evitar el colapso de los ecosistemas que sostienen a nuestro planeta, quizá se vuelva necesario en algún momento emplear la geoingeniería. Pero sin estudios serios y que comprendan a todo el globo corremos un gran riesgo de hacer una burrada aún mayor con el clima que la que ya estamos haciendo actualmente. Un error en la aplicación de cualquier técnica puede matar de hambre, sed y otras causas a centenas de millones de personas”, declaró Artaxo a Agência FAPESP.

Investigaciones realizadas hasta este momento indican que las técnicas de geoingeniería climática podrían contribuir al enfriamiento temporal de la Tierra, pero con efectos adversos considerables, que pueden incluso ser peores que los maleficios que se intenta combatir con ella.

Una de las estrategias que se han puesto a prueba a pequeña escala consistió en el lanzamiento de hierro soluble al océano, una acción que aumenta la absorción de dióxido de carbono (CO2) a cargo de la biota marina.

“Eso puede ser eficaz efectivamente para remover CO2 de la atmósfera, pero causa una fuerte y rápida acidificación del agua del mar. Simulaciones sugieren que la implementación de esta medida a gran escala podría hacer bajar sobremanera el pH de los océanos, lo cual significaría la extinción de prácticamente todas las especies marinas”, dijo Artaxo.

En el caso del lanzamiento de azufre a la estratósfera, los principales impactos los sentirían las plantas que dependen de la radiación solar directa para realizar la fotosíntesis en forma eficiente. “Este tipo de técnica puede beneficiar a las especies más capaces de concretar la fotosíntesis con radiación difusa. Es decir, alteraría y mucho la biodiversidad del planeta sin que la humanidad tenga la más mínima idea de su impacto a largo plazo”, afirmó.

Con todo, para Artaxo, no son las cuestiones físicas y químicas las que más preocupan sino cómo se concretaría la gobernanza de este proceso. Toda vez que las medidas que ponga en práctica un solo país podrían afectar a todo el planeta, ¿quién será el responsable de decidir qué técnica aplicar, en qué momento, en qué lugares y con qué dimensiones? ¿Quién se hará cargo de las pérdidas eventualmente ocasionadas a determinadas naciones? Y más que nada, ¿quién puede asegurar la continuidad de la implementación de las medidas adoptadas en el transcurso de 100 ó 200 años?

“Imagínese que empezamos a arrojar azufre a la atmósfera, y al cabo de una o dos décadas, esta medida se vuelve inviable debido a una fuerte crisis económica internacional o a una gran guerra mundial. Toda la baja de la temperatura del planeta lograda en el transcurso del período de aplicación de esta medida puede revertirse en tan sólo un año”, advirtió Artaxo.

La participación en el debate

Aún no existen investigaciones extensas en el área de geoingeniería climática que se estén realizando en Brasil, y a juicio de Artaxo, sería fundamental investigar los efectos que estas técnicas pueden tener sobre el balance de carbono y sobre el funcionamiento de la Amazonia, como así también sobre las precipitaciones en el nordeste del país y otros potenciales efectos.

En el texto publicado en Nature, los científicos también hicieron hincapié en la importancia de estudiar los efectos de la geoingeniería solar sobre los huracanes que afectan a la región del Caribe, sobre las inundaciones que acometen a Bangladesh y sobre la agricultura que se pone en práctica en el este de África.

“Los países en desarrollo deben contar con la posibilidad de tomar parte en las decisiones globales. Científicos locales, en colaboración con otros, deben llevar adelante investigaciones que sean sensibles a las preocupaciones y a las condiciones regionales (...) Se hace necesario entablar debates más amplios entre académicos, formuladores de políticas, la población en general e intelectuales con relación a los riesgos climáticos y a la justicia”, afirmaron los autores.

Puede leerse el texto intitulado Developing countries must lead on solar geoengineering research en el siguiente enlace: nature.com/articles/d41586-018-03917-8

 

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