En un estudio con un compuesto presente en plásticos y realizado por investigadores de Brasil, también se analizaron los efectos de la exposición al herbicida a base de glifosato más utilizado en el país (foto: Wikimedia)

El bisfenol puede desregular las hormonas tiroideas aun en dosis bajas
23-11-2017
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En un estudio con un compuesto presente en plásticos y realizado por investigadores de Brasil, también se analizaron los efectos de la exposición al herbicida a base de glifosato más utilizado en el país

El bisfenol puede desregular las hormonas tiroideas aun en dosis bajas

En un estudio con un compuesto presente en plásticos y realizado por investigadores de Brasil, también se analizaron los efectos de la exposición al herbicida a base de glifosato más utilizado en el país

23-11-2017
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En un estudio con un compuesto presente en plásticos y realizado por investigadores de Brasil, también se analizaron los efectos de la exposición al herbicida a base de glifosato más utilizado en el país (foto: Wikimedia)

 

Por Karina Toledo  |  Agência FAPESP – La idea de que uno de los conceptos claves de la toxicología, el que sostiene que “la dosis hace el veneno”, puede no valer en el caso de los desreguladores endócrinos, se vio reforzada por una investigación que realizaron científicos brasileños de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp).

Presentes en el agua, en el aire, en los plásticos, en alimentos, en cosméticos, en los medicamentos y en muchos otros lugares, estos compuestos químicos interfieren en el funcionamiento de las hormonas humanas y animales, y perjudican funciones importantes para el organismo, tales como el metabolismo energético, la inmunidad y el desarrollo neurológico y sexual.

En experimentos con ratas, el grupo de investigadores de la Unifesp observó que aun en dosis muy inferiores a las consideradas seguras por las agencias reguladoras, dos conocidos disruptores o interruptores endócrinos –el bisfenol A y un herbicida a base de glifosato– pueden alterar la regulación de las hormonas tiroideas si la exposición ocurre durante el período de la gestación y del amamantamiento o durante la pubertad.

Maria Izabel Chiamolera dio a conocer los resultados del trabajo, realizado con el apoyo de la FAPESP, durante la 32ª Reunión Anual de la Federación de Sociedades de Biología Experimental (FeSBE), que tuvo lugar en septiembre pasado en la localidad paulista de Campos do Jordão, en Brasil.

“Estudios recientes sugieren que en el caso de los desreguladores endócrinos, no siempre la dosis más basa es la más segura, ya que la misma puede pasar desapercibida por los mecanismos de defensa de las células. Por otra parte, la ventana de exposición parece realmente marcar la diferencia, siendo más críticas las fases de desarrollo embrionario y de amamantamiento, como así también la pubertad, cuando ocurren grandes alteraciones hormonales en el organismo”, explicó Chiamolera.

A juicio de la investigadora, las decisiones de los órganos que regulan el uso de estas sustancias pasarían a contemplar también los principios de la endocrinología y no únicamente los de la toxicología.

Los experimentos con ratas que dan asidero a esta afirmación se realizaron en colaboración con investigadores de la Universidad Estadual del Centro-Oeste (Unicentro) interesados en estudiar los efectos de las referidas sustancias sobre los órganos sexuales de animales del sexo masculino.

En el primer modelo, se colocaron en el agua de los bebederos de ratas preñadas pequeñas cuantidades de un herbicida a base de glifosato –el tipo más usado en la agricultura brasileña– desde la mitad de la gestación hasta el quinto día posterior al parto. A las crías del sexo masculino se las evaluó cuando cumplieron 90 días de vida, una edad en que se las considera ejemplares adultos.

El grupo de la Unifesp analizó el nivel de hormonas tiroideas en la sangre y no observó diferencias significativas en comparación con el grupo de control (formado por animales no expuestos). Sin embargo, la expresión de genes clave para la regulación tiroidea se encontraba alterada tanto en el hipotálamo como en la hipófisis, y también en órganos tales como el hígado y el corazón, que son bastante susceptibles a la acción de las hormonas de la tiroides.

Entre los genes estudiados se encontraba el que codifica la enzima desiodasa de tipo 2 (DIO2), que convierte a la hormona T4 en su forma activa T3, y el de la proteína MCT8, que actúa como transportadora de hormonas tiroideas, permitiendo su entrada en las células.

“El patrón de desregulación de los genes que observamos se asemeja a una condición de hipotiroidismo, aunque con algunos elementos distintos. Y lo más interesante es que al analizar los metabolitos presentes en la sangre –los aminoácidos y los lípidos de distintos tamaños–, también notamos un patrón acorde con el de hipotiroidismo, lo que demuestra que esta alteración en la expresión génica estaba reflejándose en el fenotipo metabólico”, dijo Chiamolera.

En tanto, los investigadores de la Unicentro observaron en la sangre una elevación de los niveles de testosterona y de gonadotrofinas (hormonas que actúan en las gónadas estimulando la producción de las hormonas sexuales). Notaron además que los animales expuestos al herbicida entraron en la pubertad más tempranamente que los no expuestos y en la vida adulta exhibieron un comportamiento hipersexuado (se interesaban más en la cópula), compatible con el nivel de testosterona elevado.

La exposición de ratas machos al herbicida a base de glifosato en el período de la pubertad, por otra parte, redujo los niveles de testosterona en la sangre, atrasó la maduración sexual y alteró la estructura de los túbulos seminíferos (por donde pasan los espermatozoides).

Bisfenol A

En el segundo estudio, se probó también en ratas el efecto de la exposición al bisfenol A, un compuesto presente en la formulación de plásticos duros tipo policarbonato y que puede pasar a los alimentos en caso de que ocurra un cambio brusco de temperatura (calentamiento o congelamiento).

Los animales machos fueron expuestos a un décimo de la dosis considerada segura durante la etapa de la pubertad (del 23º al 58º día de vida) y se los evaluó con 108 días de vida. El grupo de la Unifesp observó en la sangre de los mismos una elevación de la hormona estimulante de la tiroides (TSH), que es secretada por la hipófisis, llega al torrente sanguíneo y estimula en la tiroides la secreción de las hormonas T3 y T4. Observaron también en muestras de sangre una disminución del nivel de T4 y un aumento de T3.

“Es un patrón extraño, pues normalmente, la T3 y la T4 o aparecen aumentadas o aparecen disminuidas ambas. Es un perfil hormonal que recuerda el de personas con mutación en el gen que codifica la proteína transportadora MCT8. Y estos pacientes tienen alteraciones neurológicas graves”, comentó Chiamolera.

En tanto, en el modelo perinatal –cuando la exposición se produjo durante la misma ventana que en el experimento con glifosato y con dosis de bisfenol A aún más bajas que en el modelo peripuberal– se observó en la prole adulta una merma del nivel de TSH y un aumento de los niveles de T3 y T4 en sangre, un patrón hormonal análogo al del hipertiroidismo.

“Los análisis de expresión génica y de metabolitos fueron compatibles con las alteraciones hormonales observadas en la sangre: recuerdan al hipotiroidismo en el modelo peripuberal y al hipertiroidismo en el modelo perinatal”, dijo Chiamolera.

El grupo de Paraná notó alteraciones en los espermatozoides en las ratas machos expuestas al bisfenol A en la pubertad, como así alteraciones similares a las observadas en personas con hipogonadismo, una condición en la cual las gónadas no producen las cantidades adecuadas de hormonas sexuales. Portadores de esta disfunción padecen una disminución de la libido, perjuicios en la fertilidad, pérdida de masa muscular y aumento de masa gorda, entre otros síntomas.

Los resultados completos de los experimentos pueden hallarse en artículos publicados en la revista Reproductive Toxicology en 2009 y en 2011, como así también en la revista Toxicology en 2015 y en 2017.

“Nuestro próximo paso consiste en intentar entender por qué esos animales que sólo fueron expuestos indirectamente y tan sólo al comienzo de sus vidas exhiben alteraciones en la expresión génica cuando son adultos. ¿Se habrá alterado definitivamente un patrón de regulación? ¿La prole de esos animales también heredará esa alteración? Son preguntas que pretendemos investigar ahora”, dijo Chiamolera.

 

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