Científicos identificaron un microorganismo que tiene un caparazón con un formato similar al del sombrero del mago Gandalf (imágenes: Jordana C. Féres y Alfredo L. Porfírio Sousa)

Una nueva especie de ameba homenajea a un personaje de El Señor de los Anillos
02-02-2017

Científicos identificaron un microorganismo que tiene un caparazón con un formato similar al del sombrero del mago Gandalf

Una nueva especie de ameba homenajea a un personaje de El Señor de los Anillos

Científicos identificaron un microorganismo que tiene un caparazón con un formato similar al del sombrero del mago Gandalf

02-02-2017

Científicos identificaron un microorganismo que tiene un caparazón con un formato similar al del sombrero del mago Gandalf (imágenes: Jordana C. Féres y Alfredo L. Porfírio Sousa)

 

Por Elton Alisson  |  Agência FAPESP – Existen entre 30 y 45 linajes de amebas en el mundo, y algunos de éstos, correspondientes a las especies conocidas como tecamebas, desarrollaron en el transcurso de su evolución la habilidad de construir caparazones de distintas formas donde refugiarse.

Un grupo de científicos del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP), en Brasil –en colaboración con colegas del Departamento de Biología de la Universidad Estadual de Maringá (UEM), en el estado del Paraná, una empresa de consultoría ambiental situada en la localidad de Vila Velha, en el estado de Espírito Santo, y una investigadora del estado de Minas Gerais–, identificó en el marco de un proyecto realizado con el apoyo de la FAPESP una especie de tecameba con un caparazón que tiene un formato similar al del sombrero del mago Gandalf, de la novela El Señor de los Anillos.

La nueva especie de ameba, denominada Arcella gandalfi justamente en homenaje al personaje creado por el escritor y filólogo J. R. R. Tolkien (1892-1973), aparece descrita en un artículo publicado en la revista Acta Protozoologica.

“Es muy raro encontrar una especie nueva de ameba porque se trata de organismos muy pequeños y poco estudiados, y existen poquísimos taxónomos de este grupo en Brasil”, declaró Daniel J. G. Lahr, docente del Departamento de Zoología del IB-USP y coordinador del proyecto, a Agência FAPESP.

El investigador empezó a recibir en los últimos años una serie de informes acerca de la existencia de esta especie de microorganismo de agua dulce en distintos lugares de Brasil: desde los estados de Minas Gerais, Tocantins, Paraná, Amapá y Río de Janeiro.

Sin embargo, la cantidad de especímenes recolectados de la ameba en esas regiones era escasa, lo que imposibilitaba su análisis en laboratorio para cerciorarse de que se trataba efectivamente de una nueva especie.

Con todo, la bióloga Jordana de Carvalho e Féres, quien trabaja en una empresa de consultoría ambiental en Espírito Santo y actúa en la identificación taxonómica y el análisis poblacional de organismos zooplanctónicos (organismos acuáticos sin capacidad fotosintética y escasa locomoción), contactó a Lahr el año pasado y le informó que había encontrado ejemplares de esta ameba en dos muestras recolectadas en Amapá y en Río de Janeiro; la última reunía 180 especímenes.

La bióloga vino a São Paulo para capacitarse en técnicas microscópicas en el laboratorio de Lahr y realizar –en colaboración con el grupo de investigadores del IB-USP– la descripción de la nueva especie.

“Logramos aislar el organismo presente en las muestras y efectuar todas las mediciones necesarias, aparte de tomar imágenes para certificar que es una nueva especie”, dijo Lahr.

Una especie emblemática

Los análisis de los científicos, realizados con herramientas de caracterización biométrica y morfológica, mostraron que la ameba Arcella gandalfi tiene una forma de embudo que, hasta ese momento, no había sido descrita en ninguna especie perteneciente al género Arcella, uno de los mayores del orden tecameba.

El microorganismo presenta una coloración que varía del amarillo claro al marrón y tiene un diámetro de 81 micrones (equivalente a una décima de milímetro) y 71 micrones de altura.

Pese a ser microscópica, se considera que esta nueva especie de ameba es un organismo grande por tratarse de un organismo unicelular, señaló Lahr.

“Es una sola célula con capacidad para construir ese caparazón con formato de embudo”, subrayó.

Toda vez que la Arcella gandalfi es fácilmente detectable, debido a sus características morfológicas singulares y a su localización geográfica, que se restringe aparentemente a América del Sur, los investigadores han planteado la hipótesis de que podría ser una nueva especie emblemática, que es reconocida como particular y propia de una determinada región.

Según Lahr, no existen registros de esta nueva especie de ameba en ningún otro lugar del mundo.

“La identificación de una nueva especie de microorganismo en el Hemisferio Sur, tal como es el caso de esta ameba, constituye una evidencia muy fuerte de que su distribución geográfica se restringe a esta región, pues en el Hemisferio Norte los ambientes han sido estudiados más profundamente”, afirmó el investigador.

“Más aún por tratarse de una especie tan conspicua, con un formato sumamente distinto al de cualquier otra”, ponderó.

De acuerdo con el investigador, la mayor parte de las amebas del género Arcella tienen menos de la mitad del tamaño de la Arcella gandalfi y una morfología bastante diversa, generalmente hemisférica o en forma de disco.

Algunas tienen forma de sombrero chino. Otras exhiben la forma de una corona, con denticulaciones en sus bordes.

“El género Arcella tiene alrededor de 200 especies y es uno de los más diversos dentro del grupo de las tecamebas”, afirmó Lahr.

Las funciones del caparazón

Los científicos aún no saben con exactitud cuál es la real función del caparazón de las tecamebas.

La idea clásica apunta que esas estructuras construidas con silicio o material orgánico secretado por la célula dotaría de protección a estos microorganismos hallados abundantemente en todos tipo de áreas húmedas, tales como lagos de poca profundidad, plancton de ríos y arroyos, lagos artificiales y plantas acuáticas.

Con todo, esta idea resulta muy poco probable, según estima Lahr. “Las tecamebas sufren mucha depredación y comúnmente encontramos caparazones ingeridos por ciliados [protozoarios], por ejemplo. El caparazón en esos microorganismos no tendría la misma función de defensa que en los artrópodos, por ejemplo, cuyos predadores tiene un tamaño equivalente al suyo”, comparó.

Una de las hipótesis de los investigadores indica que el caparazón podría proteger a las tecamebas no precisamente de sus predadores sino contra la sequía, toda vez que los ambientes húmedos en donde viven permanecen mojados y se secan varias veces durante un día, por ejemplo.

“Estimamos que las tecamebas logran mantener durante un cierto lapso de sequía un microambiente húmedo dentro de la caparazón, aun con una cantidad muy pequeña de agua almacenada”, afirmó Lahr.

Otra hipótesis indica que el caparazón también protegería a las amebas contra la radiación ultravioleta (UV).

“Como son organismos que viven en ambientes acuáticos y están expuestos al sol, pensamos que la protección contra los rayos UV puede constituir un factor sumamente importante”, sostuvo.

“Un organismo multicelular tiene una serie de barreras de protección contra la radiación UV: la capa de queratina y pigmentos en la piel. En tanto, un organismo unicelular, tal como es el caso de una ameba, tiene su ADN expuesto, básicamente”, comparó.

Puede leerse el artículo intitulado “Morphological and morphometric description of a novel shelled amoeba Arcella gandalfi sp. nov. (Amoebozoa: Arcellinida) from brazilian continental waters” (doi: 10.4467/16890027AP.16.021.6008), de Lahr y otros, en Acta Protozoologica, en: ejournals.eu/Acta-Protozoologica/2016/Issue-4/art/8479/.

 

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