Los geoglifos, como estos en el estado brasileño de Acre, son testigos de la fuerte presencia humana en el pasado amazónico (foto: Maurício de Paiva/Pesquisa FAPESP)

La Amazonia estuvo densamente poblada en el pasado y la acción humana moldeó la selva actual
22-09-2022
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Esta conclusión, fruto de 15 años de investigación del arqueólogo de la Universidad de São Paulo Eduardo Góes Neves, ha sido ahora publicada en un libro destinado a lectores no especializados

La Amazonia estuvo densamente poblada en el pasado y la acción humana moldeó la selva actual

Esta conclusión, fruto de 15 años de investigación del arqueólogo de la Universidad de São Paulo Eduardo Góes Neves, ha sido ahora publicada en un libro destinado a lectores no especializados

22-09-2022
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Los geoglifos, como estos en el estado brasileño de Acre, son testigos de la fuerte presencia humana en el pasado amazónico (foto: Maurício de Paiva/Pesquisa FAPESP)

 

Por José Tadeu Arantes  |  Agência FAPESP – La arqueología brasileña ha llevado adelante durante las últimas décadas una “pequeña revolución”. Esta expresión es del arqueólogo Eduardo Góes Neves, director del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de São Paulo (MAE-USP). Y la revolución a la cual él hace referencia se concretó precisamente en su campo de estudio: la Amazonia. Al desmentir la falacia transformada en eslogan por la dictadura militar de Brasil (1964-1985), de que la Amazonia sería una tierra sin gente para una gente sin tierra, su línea de investigación reveló que esa región ya estuvo densamente poblada por entre 8 y 10 millones de habitantes, y que ese poblamiento se remonta a hace 8.000 años; y quizás muchos más.

Estas conclusiones de Góes Neves, fruto de una investigación de más de 15 años, siempre con el apoyo de la FAPESP, se encuentran ahora accesibles en un libro destinado lectores no familiarizados con el lenguaje técnico de la arqueología, intitulado Sob os tempos do equinócio: oito mil anos de história na Amazônia Central [Bajo los tiempos del equinoccio. Ocho mil años de historia en la Amazonia Central] (editorial Ubu), publicado también con el apoyo de la FAPESP

“A diferencia de lo que sostiene la cronología oficial, que plantea el comienzo de la historia de Brasil con la llegada de los colonizadores europeos, en el año 1500, el territorio que compone actualmente el país tiene una historia muy antigua, de aproximadamente 12 mil años. La arqueología descubrió que, en ese largo período de tiempo, la Amazonia siempre fue una región densamente poblada. Fragmentos de artefactos hallados en territorios selváticos supuestamente vírgenes, geoglifos y la llamada tierra negra antropogénica constituyen señales importantes de esa voluminosa presencia humana en la región”, comenta Góes Neves en diálogo con Agência FAPESP.

Los fragmentos de artefactos incluyen piezas de cerámica bastante sofisticadas, que no les deben nada a otros productos de las culturas precolombinas. Los geoglifos, estructuras geométricas delineadas en el suelo mediante la disposición organizada de sedimentos o el retiro de sedimentos superficiales de manera tal de exponer el terreno subyacente, han sido detectados de a centenas en los estados brasileños de Amazonas, Rondônia y Acre, y también en Bolivia. Y la ya mencionada tierra negra formada por la actividad humana en las áreas de sus antiguos asentamientos compone en la actualidad los terrenos más fértiles de la Amazonia, cuyo suelo original es naturalmente pobre.

“En la Amazonia no hay abundancia de piedras como en otras regiones de América del Sur. Por eso es sumamente difícil encontrar estructuras arqueológicas de piedra. Pero estos otros indicios que mencioné nos permiten hacernos una idea de cómo transcurrió el poblamiento en el pasado, antes que la población originaria fuese destruida de a millones a causa de las enfermedades que llegaron con los europeos, por las tentativas de esclavización o por la matanza pura y sencilla”, argumenta Góes Neves.

La acción humana

Otro indicio importantísimo de la presencia humana lo constituye la propia composición vegetal de los bosques amazónicos. Existen alrededor de 16 mil especies de árboles conocidos en ese bioma. De dicho conjunto, tan solo 227 especies, es decir, el 1,4 %, corresponden a casi la mitad de todos los árboles existentes en la región. Esta hiperdominancia que se observa en la actualidad fue en gran medida fruto del manejo humano del pasado. “La idea aún muy difundida de una formación forestal virgen, no tocada por humanos, no se corresponde con la realidad. Los montes amazónicos son producto de la acción humana. Su manejo engendró la composición arbórea que existe hoy en día”, afirma Góes Neves.

Los árboles que se volvieron hiperdominantes a causa del manejo comprenden especies muy importantes desde el punto vista económico y social, tales como el azaí, el cacao, la castaña de monte, la hevea o árbol del caucho y el copuazú.

La comprensión del rol del manejo forestal no revolucionó únicamente el modo de entender la Amazonia: puso también en tela de juicio el empleo rígido de ciertas categorías historiográficas, tales como paleolítico, mesolítico y neolítico. “Antes se decía que las poblaciones indígenas de la Amazonia no habían completado su transición al neolítico, debido a la dependencia que aún mantenían con especies no domesticadas como el azaí y la castaña de monte. Pero hoy en día sabemos que esas plantas no fueron domesticadas porque no era necesario. La mandioca y el cacao se domesticaron. Pero el azaí y la castaña de monte estaban ahí nomás, en el monte mismo, y no había necesidad de domesticarlos: bastaba con manejar esas especies para tenerlas en abundancia”, subraya Góes Neves.

Por eso el investigador afirma que la arqueología no trabaja únicamente con el pasado, sino también con el futuro. La comprensión de lo que hubo arroja luz sobre lo que aún puede suceder. “Existen distintas formas de vivir y prosperar en la Amazonia. El modelo dominante en la actualidad, que tala árboles, incendia y mata, horada la tierra, contamina los ríos y transforma un paisaje exuberante en una tierra desolada, no es el único posible. Es posible vivir en la selva y de la selva sin destruirla. Y las poblaciones que viven de ese modo, indígenas, ribereñas y palenqueras, son las grandes guardianas no solamente de la selva viva, sino también de los tesoros arqueológicos que ella esconde”, enfatiza.

Góes Neves cree que esta es una de las grandes lecciones que podemos aprender con el estudio del poblamiento originario. En discordancia con el conteo oficial, que hace referencia a 6 millones de indígenas en todo el territorio brasileño a la época del arribo de los colonizadores portugueses, el investigador afirma que solamente en la región amazónica habrían habitado entre 8 y 10 millones de personas. “La estimación de 6 millones está claramente subestimada. Y esta subestimación forma parte de un intento de borrar la presencia indígena. Los estudios recientes indican una población mucho mayor. Por supuesto que pueden haber acaecido avances y retrocesos poblacionales. Nuestros registros más antiguos llegan a los 8.000 años. Y detectamos hiatos en ese largo período. Pero contamos con evidencias de una ocupación continua durante los últimos 2.500 años”, dice.

Según el investigador, resulta complicado pensar en la existencia de grandes ciudades amazónicas en los moldes de las ciudades antiguas de Medio Oriente o de América Central. Góes Neves califica a los poblamientos más populosos con la denominación técnica de “urbes tropicales de bajas densidad”. Pero acota que las mismas albergarían a algunos millares de personas y que habrían estado conectadas a través de una red de caminos cuyos vestigios han salido a la luz. “Cuando se fundó Santarém [una ciudad del estado norteño de Pará, en Brasil], en el año 1661, había allí 6.000 indígenas. Esa población era cuatro veces mayor que la de Río de Janeiro en ese entonces”, comenta.

El enorme retroceso poblacional causado por la colonización solamente se ha revertido durante las últimas décadas, debido a la llegada de contingentes poblacionales provenientes del nordeste y del sur de Brasil, y a un proceso de urbanización acelerado, caótico y de alto impacto sobre el medio ambiente.

Pero bajo la epidermis de estas rupturas y traumas sociales, Góes Neves detecta un hilo de continuidad. “La arqueología se ubica muy cerca de la vida de la gente”, dice. “Quienes andan por el interior de la Amazonia y visitan las comunidades indígenas, los lugares en donde viven los caboclos o cholos, se percatan de que es muy común que las personas vivan arriba de los sitios arqueológicos. Y esto no es casualidad. Generalmente esos son los terrenos con los suelos más fértiles, en donde están los castaños de monte, las palmeras de azaí y otras plantas diseminadas debido a la actividad humana en el pasado.”

La investigación de Góes Neves contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de cinco proyectos (19/07794-9, 05/60603-4, 17/11817-9, 99/02150-0 y 02/02953-0). Y la Fundación aportó también por vía de otras modalidades, entre ellas decenas de becas de iniciación a la investigación científica, de maestría, de doctorado, de posdoctorado y de pasantías de investigación en el exterior otorgadas a los dirigidos por Góes Neves.

Con sus 224 páginas, puede adquirirse el libro Sob os tempos do equinócio: oito mil anos de história na Amazônia Central en el sitio web de la editorial: www.ubueditora.com.br/equinocio.html

 

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