De acuerdo con un estudio, mientras que ellos están más sujetos a hacer uso de drogas ilícitas y a conducir embriagados, ellas quedan en riesgo mayor de sufrir sobredosis alcohólicas y abusos sexuales (foto: divulgación)

El consumo de alcohol en fiestas expone a varones y mujeres a distintos riesgos
08-06-2017

De acuerdo con un estudio, mientras que ellos están más sujetos a hacer uso de drogas ilícitas y a conducir embriagados, ellas quedan en riesgo mayor de sufrir sobredosis alcohólicas y abusos sexuales

El consumo de alcohol en fiestas expone a varones y mujeres a distintos riesgos

De acuerdo con un estudio, mientras que ellos están más sujetos a hacer uso de drogas ilícitas y a conducir embriagados, ellas quedan en riesgo mayor de sufrir sobredosis alcohólicas y abusos sexuales

08-06-2017

De acuerdo con un estudio, mientras que ellos están más sujetos a hacer uso de drogas ilícitas y a conducir embriagados, ellas quedan en riesgo mayor de sufrir sobredosis alcohólicas y abusos sexuales (foto: divulgación)

 

Por Karina Toledo  |  Agência FAPESP – Un estudio realizado con 2.422 jóvenes frecuentadores de fiestas bailables nocturnas en la ciudad de São Paulo, en Brasil, reveló que la prevalencia del consumo excesivo de alcohol en esa población es del 43,4%, un índice muy superior al que se registra en la población brasileña en general, que es del 18,4%.

El día en que se los entrevistó, el 30% de los “fiesteros” dejó la discoteca con un nivel alcohólico que se encuadra en el denominado binge drinking o consumo intensivo de alcohol (al menos cuatro copas para mujeres y cinco para varones durante un lapso de tiempo de aproximadamente dos horas), un patrón de consumo de riesgo asociado en diversos estudios a una mayor ocurrencia de abusos sexuales, intentos de suicidio, sexo desprotegido, embarazos no deseados, infartos, sobredosis alcohólicas, caídas y otros problemas de salud.

Esta investigación contó con la coordinación de Zila Sanchez, docente del Departamento de Medicina Preventiva de la Escuela Paulista de Medicina (EPM), de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), y contó con el apoyo de la FAPESP.

“Los resultados indican que varones y mujeres se exponen a riesgos distintos cuando salen intoxicados de las fiestas. Mientras que los chicos están más sujetos a hacer uso de drogas ilícitas y a conducir embriagados, las chicas tienden seguir tomando y corren mayores riesgos de padecer sobredosis alcohólicas”, dijo Sanchez.

“Observamos también que, cuando se trata de mujeres, la bebida en exceso triplica las posibilidades de sufrir abusos sexuales en esos establecimientos”, dijo.

Las entrevistas se realizaron con jóvenes de entre 21 y 25 años –el 60% varones y el 40% mujeres–, que aceptaron participar con la garantía del anonimato. Se abordó a los participantes en 31 establecimientos de la capital paulista situados en distintos barrios y orientados hacia diferentes clases sociales y estilos musicales.

“Buscamos componer una muestra representativa de los establecimientos nocturnos de la ciudad. Entramos en contacto con los dueños o con sus gerentes y les pedimos autorización para recabar los datos. No se incluyeron burdeles y clubes de swing, pues nos enfocamos en locales donde las personas van a bailar”, dijo Sanchez.

Cada establecimiento recibió la visita de una equipo conformado por ocho investigadores uniformados: seis dedicados a entrevistar a los voluntarios y dos a observar factores ambientales que podrían influir sobre el consumo de alcohol, tales como la temperatura, la humedad, la iluminación, la presión sonora, la cantidad de mesas y de pistas de baile y las ofertas en la venta de bebidas alcohólicas.

La primera entrevista se concretó en la cola de entrada. Los voluntarios respondieron preguntas referentes a su perfil sociodemográfico (edad, ocupación, escolaridad, ingresos), la previa de las fiestas (lugar, tipo de bebida consumida, frecuencia, gastos), el patrón habitual de consumo de alcohol (durante su vida y recientemente) y el consumo de otras drogas a lo largo de la vida. Luego se sometieron al test de alcoholemia y se les entregaron unas pulseras numeradas de identificación.

Al final de la noche, se les repitió el test de alcoholemia a los mismos participantes, que también informaron la cantidad de alcohol consumida y el dinero que gastaron en el establecimiento. Al día siguiente, los entrevistados recibieron por correo electrónico una dirección para ingresar y contestar un nuevo cuestionario, en el cual debían informar qué habían hecho luego de salir de la discoteca.

De los 1.222 voluntarios que concluyeron las tres etapas de preguntas, el 10% sostuvo no acordarse de sus actividades al salir de la discoteca. “Muchos dijeron que tuvieron relaciones sexuales, pero no sabían con quién. O que se despertaron en algún lugar extraño, o que no se acordaban cómo habían llegado a casa. Esto es bastante preocupante”, dijo la investigadora.

De acuerdo con Sanchez, la venta de bebidas en el sistema open bar o barra libre –se paga un valor fijo y con consumo libre– fue el principal factor ambiental asociado a la intoxicación. “Esto aumentó no sólo el consumo de alcohol, tal como era de esperarse, sino también el de drogas ilícitas. En las fiestas con open bar, llega a ser 12 veces mayor la probabilidad de que haya consumo de éxtasis [metilenodioximetanfetamina], marihuana, cocaína e incluso ketamina, un anestésico para caballos con efecto alucinógeno”, comentó.

La presión sonora y el estilo musical también influyeron en el patrón de consumo de alcohol de los frecuentadores. De acuerdo con los resultados, cuanto más alto era el sonido ambiente, mayor era la posibilidad de que los consumidores dejaran el establecimiento intoxicados. En los locales especializados en música electrónica o en hip hop, fue más prevalente el consumo de alcohol asociado al de drogas ilícitas. Por otra parte, los casos de intoxicación alcohólica fueron mucho menos frecuentes en los locales especializados en forró o zouk, donde los frecuentadores parece ir efectivamente a bailar.

En las fiestas LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales), particularmente en los establecimientos orientados al público masculino, llamó la atención de los investigadores la mayor prevalencia de uso de ketamina y la práctica del sexo sin protección, aun cuando había oferta gratuita de preservativos en los locales.

El estudio mostró también que, en general, la previa o “esquenta” es más común entre los varones, que llegaron a la discoteca con niveles alcohólicos más elevados. Con todo, a la salida las mujeres exhibían niveles de alcohol equivalentes, lo que indica un consumo femenino mayor dentro de los establecimientos.

“De entrada teníamos la hipótesis de que el objetivo del consumo previo a la entrada la discoteca era para ahorrar en la compra de bebidas dentro. Pero en realidad los que llegaron al establecimiento con niveles elevados de alcohol terminaron tomando más que los otros. Por ende, son personas que exhiben un patrón de tomar más y, por consiguiente, un gasto mayor”, dijo la investigadora.

Con la mira puesta en las ganancias

En simultáneo al estudio epidemiológico, el grupo de la Unifesp realizó una investigación cualitativa con aproximadamente 30 titulares o gerentes de los establecimientos incluidos en el trabajo, datos que figuran en la tesis doctoral de Claudia Carlini, realizada con beca de la FAPESP.

Según Sanchez, muchos de éstos admitieron la venta de bebidas adulteradas como una estrategia tendiente a ganar más, fundamentalmente en los locales que adoptan el modelo de open bar o barra libre. Algunos entrevistados informaron que bajan adrede la potencia del aire acondicionado con el objetivo de elevar la temperatura del ambiente para estimular el consumo de alcohol de los frecuentadores. Sin embargo, los resultados de la investigación epidemiológica no indicaron que la temperatura sea un factor que influya sobre el consumo.

Aunque la mayoría de ellos afirmaron que no aprueban la venta o el uso de drogas ilícitas en sus estabelecimientos, admitieron que no cohibían su práctica en forma clandestina por miedo a ahuyentar a los clientes y que ello disminuyera sus ganancias.

“Cuando iniciamos la investigación, pensábamos en usar los datos para diseñar estrategias de intervención que pudieran aplicarse en esos establecimientos a los efectos de disminuir el consumo exagerado de alcohol. Pero el estudio cualitativo demostró que era poco viable este tipo de medidas. Los dueños no se muestran proclives a intervenciones que puedan comprometer su facturación mensual”, sostuvo Sanchez.

Para la investigadora, sólo las políticas públicas podrían mitigar este problema. Una propuesta sería combatir la venta de alcohol en el modelo de open bar y las demás ofertas promocionales que tornan sumamente baratas a las bebidas. “Otra medida interesante sería prohibir la venta a personas que exhiben señales de intoxicación, tales como el hablar pastoso y los ojos rojos. Esto ya se hace en diversos países. La idea no es extinguir el consumo sino asegurarse de que las personas dejen los establecimientos en condiciones más seguras”, dijo.

El modelo de intervención

A los 1.222 voluntarios que respondieron las tres etapas de los cuestionarios se los invitó a participar en una intervención online inspirada en un modelo desarrollado en Australia para reducir la práctica del binge drinking entre universitarios. De ellos, 1.057 coincidieron en participar en la intervención y 465 concluyeron el estudio y se les realizó un seguimiento a lo largo de 12 meses.

Se dividió a los participantes aleatoriamente en dos grupos. La mitad considerada como grupo de control sólo contestó algunas preguntas sobre patrones de consumo de alcohol. Los restantes participantes, aparte del cuestionario, recibieron al final una pantalla con un conjunto de informaciones tales como cuánto gastaban anualmente en bebidas, qué tipo de cosas podrían comprar con ese dinero y en qué rango de riesgo se encuadraban (uso leve, moderado, pesado o dependencia).

“Esa pantalla de intervención tiene el objetivo mostrarles a los individuos si se ubican fuera del patrón de consumo referente a sus franjas etarias y fuera de un perfil de consumo considerado seguro”, explicó la investigadora.

De acuerdo con Sanchez, los resultados de este estudio específico no fueron claros. Entre los jóvenes que se ubicaban en las franjas de consumo intenso, se observó una disminución en el transcurso de los 12 meses tanto en el grupo de control como en el grupo que fue objeto de la intervención. En tanto, entre aquéllos que bebían poco, hubo un aumento del consumo durante el período analizado, también en ambos grupos.

“Existen diversas hipótesis que explican este desenlace, entre ellas la existencia de un sesgo estadístico. Pero desde el punto de vista de salud pública, los datos refuerzan la idea de que este tipo de intervenciones sólo deben hacerse con quienes realmente beben en exceso, de lo contrario pueden incluso ser perjudiciales”, afirmó Sanchez.

La investigación comenzó en 2012 y contó también con la participación de la estudiante de maestría Mariana Guedes Ribeiro Santos y de los becarios de iniciación a la investigación científica Raissa Reis dos Santos, Karen Jennings Ribeiro, Miguel Rodolpho Benjamin y Yago Carvalho Baldin.

Puede hallarse más información sobre este proyecto y sobre sus resultados en el siguiente sitio web: baladacomciencia.com.br.

Artículos:

PLoS One: journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0133646

International Journal of Drug Policy: sciencedirect.com/science/article/pii/S0955395915002133

Alcohol and Alcoholism: academic.oup.com/alcalc/article-lookup/doi/10.1093/alcalc/agu055

Alcoholism: Clinical And Experimental Research: goo.gl/NNcUUT

The American Journal of Drug and Alcohol Abusetandfonline.com/doi/abs/10.3109/00952990.2015.1050497?journalCode=iada20

Sexual Health: publish.csiro.au/SH/SH14207

Drug and Alcohol Review: goo.gl/axZWJ0

Revista de Saúde Pública: scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-89102016000100801

 

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