Esta especie había sido citada e ilustrada en innumerables ocasiones desde el siglo XIX, pero sólo ahora cuenta con un nombre científico: Potamotrygon wallacei (foto: raya cururú/ Richard Harwicke)

Descrita finalmente la raya cururú, descubierta por Alfred Wallace hace 160 años
23-06-2016

Esta especie había sido citada e ilustrada en innumerables ocasiones desde el siglo XIX, pero sólo ahora cuenta con un nombre científico: Potamotrygon wallacei

Descrita finalmente la raya cururú, descubierta por Alfred Wallace hace 160 años

Esta especie había sido citada e ilustrada en innumerables ocasiones desde el siglo XIX, pero sólo ahora cuenta con un nombre científico: Potamotrygon wallacei

23-06-2016

Esta especie había sido citada e ilustrada en innumerables ocasiones desde el siglo XIX, pero sólo ahora cuenta con un nombre científico: Potamotrygon wallacei (foto: raya cururú/ Richard Harwicke)

 

Por Peter Moon  |  Agência FAPESP – El espectáculo natural de la cuenca del río Negro (Amazonia), una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta, cuenta ahora oficialmente con una nueva protagonista. Se trata de la menor raya de agua dulce que se conozca. Más de 160 años después de haber sido recolectada y dibujada por el naturalista británico Alfred Russel Wallace, la raya cururú finalmente tiene su nombre científico: Potamotrygon wallacei, un justo homenaje al codescubridor del mecanismo de la selección natural, quien dividió ese logro con Charles Darwin.

Pese a que la raya cururú ha sido muy exportada por la industria de peces ornamentales, y a que ha sido citada o ilustrada en incontables ocasiones desde el siglo XIX, tanto en la literatura científica como en los manuales de acuarismo, es una especie que carecía hasta ahora de nombre científico.

“La primera vez que vi un ejemplar en 1990, cuando cursaba mi carrera de grado, creí que era una nueva especie, dado el tamaño pequeño de los machos adultos y su colorido único. Fue recién a partir de 1997 que empecé a estudiarla con más ahínco”, explica el ictiólogo Marcelo Carvalho, del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP), el primer autor del trabajo publicado en Zootaxa.

Esta investigación cuenta con el apoyo de la FAPESP mediante una Ayuda a Joven Investigador y tres Ayudas Regulares: "Evolución molecular de regiones regulatorias de genes HOX asociados con la morfología de las aletas de peces, con especial énfasis en Chondrichthyes", "Estudio comparativo de la morfología del aparato alimentario en rayas del orden Myliobatiformes (Chondrichthyes: Batoidea)", y "Revisión taxonómica de la familia Gymnuridae (Chondrichthyes: Myliobatoidei)".

La raya cururú habita las aguas oscuras de los llamados igapós (fragmentos de selva inundada) e igarapés o riachos del río Negro medio, en la zona de Barcelos, estado brasileño de Amazonas. “La población ribereña la llama raya cururú debido a sus manchas en el dorso, que se asemejan a las del sapo cururú (del género Rhinella)”, dice Carvalho.

“Se la asocia mucho con las hojas que caen de los árboles en los igapós. En medio de las hojas, se camufla perfectamente”, complementa la oceanógrafa Maria Lúcia Góes de Araújo, de la Universidad Federal Rural de Pernambuco, coautora del trabajo y responsable del estudio de la biología de este pez.

“La raya cururú es muy pequeña. Hasta donde sabemos es la menor especie del género Potamotrygon. El mayor ejemplar que encontramos tiene un ancho en el disco (la medida del cuerpo) de 30 cm”, dice Carvalho. “Hay rayas de agua dulce enormes. Una vez capturamos una mayor que el capó de una camioneta.”

La raya cururú se exportó ilegalmente entre 1990 y 1997. La legalidad de las exportaciones se concretó en 1998. “Para exportarla, los comerciantes deben contar con un nombre científico. De allí que siempre le hayan puesto nombres equivocados”, revela Carvalho. La raya cururú generalmente sale de Brasil con el nombre de raya negra o chucho pintado (Potamotrygon hystrix), una especie de la cuenca de los ríos Paraná y Paraguay.

Góes de Araújo, actualmente en Recife (estado de Pernambuco), trabajó 18 años en Manaos, en las universidades Federal y Estadual de Amazonas. Hasta 2011, siguió todos los años la recolección de rayas en Barcelos. Su objetivo era estudiar la biología de este animal, ahora descrita en el presente estudio, pero también llevar adelante un trabajo de concientización con los pescadores, acerca de cuáles son las épocas de pesca y qué especímenes recolectar.

La captura se concreta entre los meses de febrero y julio, y está prohibida durante los meses de reproducción, que se extienden entre agosto y enero. La recolección sólo es sostenible porque está prohibida la captura de hembras y machos adultos. Las rayas son peces con gestación interna y mantienen sus embriones en el útero, al igual que los mamíferos, durante un período que se extiende de tres a seis meses, dependiendo de la especie. No depositan sus huevos en el agua, tal como sucede con la mayoría de los peces, sino que paren crías que son miniaturas de los padres, y algunas especies se abocan al cuidado parental.

Comercio legal e ilegal

Con base en los estudios del potencial reproductivo y demográfico a cargo de expertos como Góes de Araújo, el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama) fijó en 2003 la cuota anual de exportación. En la última revisión, en 2009, dicha cuota de exportación era de mil ejemplares de raya cururú, válida únicamente para los estados de Amazonas y Pará.

De acuerdo con la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies de Fauna y Flora Silvestres Amenazadas de Extinción (CITES), Brasil exportó legalmente 17 mil especímenes de rayas de agua dulce en 2006, en tanto que el comercio ilegal oscilaba entre 25 mil y 30 mil especímenes. Durante ese mismo período, Perú respondía por la venta de 15 mil especímenes. Desde entonces, la participación de Colombia ha crecido mucho, pero aún no existen datos oficiales sobre sus ventas.

“El mercado de peces ornamentales está sujeto a modas”, dice Góes de Araújo. “Actualmente, las especies más exportadas son las rayas de puntas blancas (Potamotrygon leopoldi) y de dientes grandes (Potamotrygon henlei) del río Xingú, en el estado de Pará. Son mayores y más vistosas.”

De todos modos, la raya cururú sigue siendo la especie de agua dulce con la mayor cuota de exportación. “Pese a que no es la especie más policromática ni la más bonita, entre todas las especies es la menor y la más rústica”, dice Góes de Araújo. Cuando dice rústica, la experta hace referencia a que es más resistente al transporte.

En la recolección, los pescadores seleccionan ejemplares jóvenes, con un diámetro de tan sólo 6 cm. Los animales son transportados en cajas plásticas, que llevan hasta seis individuos. Durante el trayecto, debe cambiarse el agua y su temperatura debe mantenerse constante. Son 30 horas en barco hasta Manaos y entre 12 y 24 horas de allí hasta el destino final en Europa o Asia.

“Como no todas las empresas de Manaos y Belém que exportan peces ornamentales tienen la estructura necesaria, la mortalidad de los peces en el transporte varía mucho”, dice Góes de Araújo. “Hay especies de las cuales la mitad de los animales se pierden en el transporte, cosa que es fatal para el negocio, pues el importador sólo paga por los que llegan vivos a su destino final. La raya cururú es sumamente resistente. Su mortalidad es tan sólo del 2% al 5%, extremadamente baja.”

El hecho de que la raya cururú se exporte siendo aún muy pequeña y que sea sumamente resistente tiene su costado problemático. Los peces van a acuarios de todo el mundo, donde siguen crescendo. Esta especie vive alrededor de diez años y llega a medir en promedio 25 cm, pero existen registros de ejemplares de hasta 31 cm. “Cuando un espécimen se vuelve demasiado grande para el acuario, siempre existe el riesgo de que el acuarista resuelva descartar al animal en el medio ambiente”, dice Carvalho.

En 2009 se reveló la existencia de la especie de raya motoro (Potamotrygon motoro), que existe en toda la cuenca amazónica, viviendo y reproduciéndose en libertad en aguas de Singapur. “Constituye una amenaza a la fauna local, pues se trata de una especie predadora. Por eso Australia y diversos estados norteamericanos prohíben la importación de rayas.”

Las rayas de agua dulce son exclusivas de América del Sur. Evolucionaron desde un ancestro marino que penetró en el interior del continente a través de invasiones marinas que ocurrieron durante el período Eoceno, hace 50 millones de años, posiblemente hasta el Mioceno, hace 20 millones de años. Cuando la lengua de mar que penetraba la Amazonia retrocedió, las especies de agua salada tuvieron que adaptarse al ambiente de agua dulce para no desaparecer. Fue ése el caso de las rayas, el de los bufeos amazónicos y el del manatí.

Wallace, ciento sesenta años después

En 2015 ya se había descrito otra especie de pez originariamente recolectada por Wallace (lea más en agencia.fapesp.br/22574). Pasados 160 años de la expedición de Alfred Russel Wallace (1823-1913) por el río Negro, el legado de ese gran naturalista sigue sorprendiendo. Entre 1850 y 1852, Wallace subió el río Negro para reunir una gran colección de especímenes de la flora y la fauna locales. Su intención era vender la colección cuando regresase a Gran Bretaña, como medio de financiar sus investigaciones científicas alrededor del mundo.

Pero no fue eso lo que sucedió. El 12 de julio de 1852, Russel embarcó en Manaos en el bergantín Helen rumbo a Inglaterra. Al cabo de 26 días de travesía, un incendio obligó a la tripulación a abandonar el barco. Wallace sólo tuvo tiempo de salvar sus diarios y los bocetos de los peces que había recolectado en el río Negro. La tripulación permaneció diez días a la deriva hasta que la rescató un barco proveniente de Cuba.

La gran aventura amazónica de Alfred Wallace terminó en una tragedia. Su colección se perdió en el mar. Se salvaron sus dibujos, que terminaron depositados en el Museo de Historia Natural, en Londres. En 2002, la zoóloga Mônica de Toledo-Piza Ragazzo, del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo, reunió los dibujos conservados en Londres y los publicó en el libro Peixes do Rio Negro [Peces del río Negro] (Edusp). La ilustración de la raya cururú es la número 4, y aparece en la página 71. En las palabras de Wallace, el espécimen descrito era “de color marrón claro y borde rojizo. Ojos amarillos, pupilas negras. Pintas negras, un tanto claras (…) La espina de la cola es un tanto larga y aserrada. Los ejemplares más jóvenes tienen las pintas más delicadas y tenues”.

Puede leerse el artículo intitulado A new species of Neotropical freshwater stingray (Chondrichthyes: Potamotrygonidae) from the Rio Negro, Amazonas, Brazil: the smallest species of Potamotrygon, de Marcelo R. de Carvalho y otros, publicado en Zootaxa, en el siguiente enlace: biotaxa.org/Zootaxa/article/view/zootaxa.4107.4.5.

 

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